UNIÓN EUROPEA
Bruselas observa con temor la deriva antidemocrática de la Eslovaquia de Robert Fico a la estela de Hungría
Eslovaquia apuesta por mantener las compras de gas ruso; bloquea durante semanas el décimo octavo paquete de sanciones de la UE contra Rusia; clausura los organismos especializados en la lucha contra la corrupción. Las señales de alarma suenan con fuerza en Bruselas por la deriva antidemocrática en otro de los socios del este, aliado de Hungría en la lucha contra los derechos LGTBI+, la acogida de migrantes o las políticas contra el cambio climático.
Sin los aspavientos mediáticos del húngaro Viktor Orbán, sin el protagonismo político de Giorgia Meloni ni la agenda ultracatólica que exhibía el antiguo gobierno polaco de Ley y Justicia, el ejecutivo eslovaco liderado por Robert Fico se erige como otro baluarte soberanista y euroescéptico entre los 27. Un mandatario que coquetea con la Rusia de Vladimir Putin y elogia las políticas de Donald Trump, aunque vayan contra la economía y los intereses europeos.
“¿Si Eslovaquia está en camino de ser la próxima Hungría?”, se pregunta la eurodiputada belga, Sophie Wilmés, antigua primer ministra. “Francamente, es algo que está por ver, pero algunos patrones son sorprendentemente similares”.
Wilmes lideró a principios de junio una delegación de eurodiputados que visitó Bratislava para analizar los últimos acontecimientos y decisiones sobre el Estado de derecho y la deriva de las instituciones. Sus conclusiones alertaron en Bruselas al constatar un retroceso en la salud democrática del país, en línea con las últimas advertencias realizadas por la Comisión Europea y confirmando los temores de 2023, cuando Robert Fico volvió al poder.
El peón eslovaco de Putin
Robert Fico, antiguo líder de izquierdas, fundador del partido Smer, Dirección Socialdemócrata en eslovaco, con que el ha pilotado en cuatro ocasiones el gobierno de su país, lleva años siendo unos de los quebraderos de cabeza de las autoridades comunitarias, tras representar a principios de siglo sangre alternativa a los partidos hegemónicos desde la caída del régimen comunista.
Fico y su Smer alcanzaron el poder en 2006 con un discurso crítico contras las medidas de austeridad en la sanidad o los sistemas educativo y de pensiones de Eslovaquia, aplicadas bajo los auspicios del FMI, el Banco Mundial y la OCDE. Podía haber sido el nuevo hijo pródigo de los socialdemócratas europeos en el este del continente, pero entonces ya se vislumbraron algunos de los problemas actuales. Para ese primer mandato, Fico se apoyó en los populistas del Movimiento por una Eslovaquia Democrática y en el Partido Nacionalista, racista y antihúngaro, además de responsabilizar a Georgia de “provocar a Rusia” cuando Vladimir Putin lanzó su maquinaria bélica contra ese país, rompiendo la unidad exterior europea sobre esa guerra.
Su visión contrapuesta a la mayoría de socios comunitarios sobre las políticas expansionistas de Putin volvieron a relucir en 2014, durante su segundo mandato, cuando evitó condenar la anexión de Crimea y criticó las leves sanciones de la UE como un “sinsentido” y una “amenaza para la economía eslovaca”.
En 2018, Robert Fico tuvo que dimitir al revelar el asesinato del periodista Jan Kuciak los vínculos entre miembros de su equipo y la mafia italiana Ndrangheta, cuya presencia en el país precisamente investigaba Kuciak. Sus campañas contra las vacunas, las mascarillas y los confinamientos en la pandemia del covid-19 lo recuperaron del ostracismo y con el rechazo al apoyo económico y militar de la UE a Ucrania ante la invasión de Rusia obtuvo el espaldarazo definitivo para ganar las elecciones. Discutía las normas migratorias salidas de Bruselas, calificaba el matrimonio entre personas del mismo sexo como “una perversión” y aseguraba que “la ideología de género en las escuelas era inaceptable”.
En octubre de 2023 era investido por cuarta vez como primer ministro, pero el atentado sufrido un año después, en mayo de 2024, estuvo a punto de acabar con su carrera política y su vida. Recibió varios disparos en cabeza, pecho y estómago por parte de un pensionista contrario a sus políticas. Fico perdonó al atacante calificándolo como un mero “mensajero del demonio” que a su juicio representaba la oposición. Recuperado a la vuelta del verano, redobló la deriva iliberal y antidemocrática de Eslovaquia.
Su regreso coincidió con la investidura de la segunda Comisión Von der Leyen a la que situó como blanco de sus críticas. En un frente común con el húngaro Viktor Orbán, según Robert Fico las sanciones contra el régimen de Vladimir Putin y Rusia sólo servirían para que el país virase más hacia la autarquía, siendo perjudiciales para su población y los europeos. Y así, se convirtió en uno de los tres mandatarios europeos que quebraron el aislamiento diplomático europeo a Putin: Orbán, el canciller austríaco Karl Nehammer y él mismo. En diciembre, el eslovaco estuvo en Moscú negociando mantener el flujo de gas ruso hacia su país dentro de una relación más profunda. Este año, Fico fue el único líder de la UE que acudió a las celebraciones en la capital rusa por el 80 aniversario de la victoria sobre la Alemania nazi.
Deriva antidemocrática
El último informe de la Comisión Europea sobre el Estado de derecho constata la deriva de Eslovaquia en cuanto a estándares democráticos, riesgos que según Bruselas “parecen haberse materializado”, especialmente por el cierre adoptado en 2024 de organismos especializados en la lucha contra la corrupción, como la Agencia Nacional contra el Crimen o la Oficina del Fiscal Especial, que precisamente investigaba a varios diputados de Smer. En paralelo, la mayoría parlamentaria de Fico aprobó cambios en el Código Penal con rebajas en el castigo de los delitos de soborno, evasión fiscal, fraude o malversación.
La misión del Parlamento Europeo que visitó la capital Bratislava también ha incidido en estas cuestiones. “Algunas reformas son particularmente problemáticas, como la abolición de la oficina especial del fiscal, y la reestructuración de la agencia nacional contra el crimen ha debilitado, tanto como nos temíamos, su experiencia y capacidades”, advierte Sophie Wilmes.
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El Gobierno liderado por Robert Fico, reprocha la Comisión Europea, no ha introducido medidas tendentes a mejorar la independencia de los miembros del Consejo Judicial mientras hace oídos sordos a “asegurar suficientes salvaguardias en vigor y debidamente cumplidas cuando los jueces sean sujetos a responsabilidades criminales por el delito de abuso de poder” sobre sus decisiones.
En la misión a Bratislava estuvo el eurodiputado popular Javier Zarzalejos, presidente de la Comisión de Libertades Civiles, Justicia y Asuntos de Interior de la Eurocámara, quien también advirtió sobre la deriva en las instituciones democráticas bajo el gobierno Fico porque “existen cuestiones preocupantes, como la capacidad real del Estado para hacer frente a la corrupción y el crimen organizado, el deterioro del pluralismo informativo o la presión sobre las organizaciones de la sociedad civil”.
Y es que el ente público de radio y televisión eslovaco ha pasado a estar bajo el control de un consejo nombrado por el poder ejecutivo. Una práctica similar a la iniciada hace ya más de una década por Viktor Orbán en Hungría, hasta el punto de que Reporteros sin Fronteras advierte que hoy ese mandatario y su partido, Fidesz, controlan el 80% de los medios, gracias al poder en los públicos y al apoyo de sus oligarcas afines en los privados. Lejos, todavía, de la Rusia de Putin.