¿Lobos solitarios o un clima político irrespirable? Por qué se multiplican los casos de violencia en Europa

El primer ministro eslovaco, Robert Fico.

Es viernes noche en la ciudad alemana de Dresde. A las puertas del fin de semana y a poco más de un mes para que se celebren las elecciones europeas del 9 de junio, una persona pega carteles electorales a favor del SPD, el partido socialdemócrata alemán. De repente, aparecen cuatro jóvenes desconocidos que le agreden de forma brutal. La paliza le manda al hospital, donde permanecerá unos días ingresado tras tener que ser operado de urgencia. Los agresores, cercanos a círculos de ultraderecha, le provocan una fractura en el pómulo y en la órbita ocular, así como varios hematomas en el rostro.

La víctima de la brutal paliza era Matthias Ecke, diputado del grupo de los socialdemócratas en el Parlamento Europeo desde 2022 y candidato principal de la formación del actual canciller, Olaf Scholz, a los comicios del 9 de junio por Sajonia. Este episodio, ocurrido a principios de este mes y al que se unió otra agresión perpetrada, también en Alemania, contra una política de Los Verdes, se convirtió automáticamente en una alerta de que algo no parecía ir bien en la política europea.

Un sentimiento que pareció acrecentarse cuando, en medio de este clima enrarecido por ambas agresiones y a pocos días de que empezara oficialmente la campaña para las elecciones europeas, un nuevo episodio de violencia política sacudía Europa. En esta ocasión, en cambio, el suceso no era una agresión a un eurodiputado, sino el intento de asesinato a un líder de Gobierno de un país de la Unión Europea. En la tarde del pasado miércoles, el primer ministro de Eslovaquia, Robert Fico, recibía cuatro disparos que en las horas posteriores hicieron temer por su vida, algo nunca visto en Europa desde hacía más de 20 años, cuando en 2003, el primer ministro serbio, Zoran Djindjic fue tiroteado mientras llegaba a la sede del gobierno en Belgrado. 

Pese a ese precedente, los disparos contra Fico eran algo inédito: desde la creación de la Unión Europea, ninguno de los miembros del Consejo Europeo había sido objeto de un intento de asesinato en el ejercicio de su cargo. Sí que existían precedentes de magnicidios en Europa, como por ejemplo lo fueron el del padre de la socialdemocracia sueca, Olof Palme, en 1986, el del líder del Gobierno español Luis Carrero Blanco en el 1973 o, supuestamente, el del primer mandatario de derechas en el Portugal democrático, Francisco Sá Carneiro, cuyo avión fue, según varias comisiones parlamentarias, saboteado antes de que se estrellara. Sin embargo, en ninguno de estos casos los países que gobernaban habían entrado todavía en la Unión Europea. 

La condena de los mandatarios al intento de asesinato del primer ministro eslovaco fue unánime. Desde la presidenta eslovaca, Zuzana Čaputová, una de las opositoras principales de Fico, hasta dirigentes europeos como el presidente del Consejo, Charles Michele, la líder de la Comisión, Ursula von der Leyen o líderes nacionales como Emmanuel Macron, Pedro Sánchez u Olaf Scholz, mostraron su solidaridad con el dirigente. Todos los mensajes tenían como leitmotiv común la necesidad de preservar la democracia y de mantenerla alejada de todo tipo de violencia política, pero la presidenta eslovaca fue un poco más allá. “La violencia es absolutamente inaceptable. El discurso de odio y la retórica llena de odio que presenciamos en toda la sociedad conducen a actos de odio. Por favor, detengamos esto”, escribió en su cuenta de X.

¿Una nueva era de violencia en Europa? 

Lo inaudito del intento de asesinato de Fico y los sucesos de violencia ultra sufridos en Alemania han reabierto el debate en toda Europa sobre el incremento de agresiones políticas en la UE. La propia Zuzana Čaputová es un buen ejemplo de las consecuencias del discurso de odio. La presidenta, que dejará su cargo en los próximos meses, decidió no presentarse a la reelección este año precisamente por la ola de odio que ha recibido por parte del propio Fico y sus partidarios. Pese a su popularidad, Čaputová arguyó que no podía soportar cinco años más las reiteradas amenazas de muerte a ella y a su familia por parte de sus opositores. Además, el propio Fico había insultado a la presidenta en repetidas ocasiones, calificándola incluso de “agente estadounidense”.

Otro que denunció amenazas fue el primer ministro de Polonia, Donald Tusk, que compartía en redes publicaciones ultras donde los usuarios defendían que los eslovacos habían “dado un ejemplo de lo que se debería hacer” con el dirigente polaco. Pero este aumento de la agresividad no solo la viven los políticos, sino que a pie de calle la polarización también se nota. De hecho, en los dos países más poblados de la Unión Europea, el aumento de la violencia política es más que evidente. En Francia, por ejemplo, en todo 2022 se registraron 2.265 denuncias por violencia política, lo que supuso un aumento de más del 30% con respecto a 2021. El año pasado, el país galo volvió a superar esa cifra por más de 100 casos.

En Alemania la situación es, si cabe más, preocupante. En 2024 ya se han registrado 22 ataques violentos como el sufrido por Ecke y, además, las denuncias por violencia física o verbal contra funcionarios o representantes electos casi se han duplicado en los últimos 5 años, según la policía. Guillermo Fernández Vázquez, profesor de Ciencia Política de la Universidad Carlos III y autor del libro Qué hacer con la extrema derecha en Europa: el caso del Frente Nacional explica que las formaciones de derecha radical crean un ambiente político que legitima este tipo de actos. “Si se tacha al gobierno de ilegítimo y se le acusa de las más grandes tropelías, de algún modo se está legitimando que alguien se pueda tomar la justicia por su mano. Esto es algo peligroso porque está pasando en muchos países”, comenta el profesor

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Diego López Garrido, exsecretario de Estado para la Unión Europea y vicepresidente de la Fundación Alternativas, también cree que el auge de la extrema derecha ha podido contribuir al aumento de esta violencia. “No debemos precipitarnos en sacar conclusiones científicas de lo que está pasando, pero sí se ha dado la coincidencia de que la extrema derecha está creciendo en Europa y de que además está entrando en los gobiernos, rompiendo el cordón sanitario que había antes”, explica el analista. Además, recuerda que muchos de estos actos vienen precisamente de los sectores más ultras que antes estaban aislados y que ahora, incluso Von der Leyen, antes defensora de no pactar con estas fuerzas radicales, se abre a poder llegar a acuerdos con ellos.

Sin castigo en las urnas

En este contexto, y a menos de un mes de las elecciones europeas, una de las preguntas es si este tipo de actos pueden tener consecuencias en los comicios. “Soy muy escéptico de que estos sucesos puedan tener alguna repercusión electoral. Es cierto que causan una gran conmoción en un primer momento pero, incluso en lugares donde ha habido un vínculo entre los perpetradores y la extrema derecha, esto no ha mermado los votos a los partidos ultas”, señala Fernández Vázquez. La explicación de esta falta de respuesta puede ser, para el profesor, la habilidad de estas formaciones para minimizar los actos violentos: “Suelen hablar de lobos solitarios e incluso crean fake news para lanzar confusión sobre los autores y romper el nexo entre los perpetradores y la extrema derecha”. 

De esta ausencia de repercusiones, el profesor pone como ejemplos el intento de atentado a la expresidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, sin apenas consecuencias, o el estallido de la guerra de Ucrania, que no ha perjudicado a opciones de extrema derecha que se habían mostrado cercanas a Rusia antes de la invasión.

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