El nuevo orden internacional

Bruselas y Washington buscan cómo usar dinero ruso para financiar a Ucrania

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky.

Los fondos europeos y estadounidenses para Ucrania están secos después de que esta pasada semana la Comisión Europea anunciara la entrega de 1.500 millones de euros. La derecha republicana en Washington (como una forma de chantaje contra el presidente Joe Biden por su política migratoria) y el húngaro Viktor Orban en Bruselas (porque el Ejecutivo comunitario mantiene bloqueados unos 20.000 millones de euros que deberían ir a Hungría de no ser por la deriva iliberal de su Gobierno) frustran la creación de nuevos fondos.

Ni Washington ni Bruselas parecen querer quedarse de brazos cruzados mientras un puñado de dirigentes republicanos estadounidenses y un húngaro entorpecen sus esfuerzos, por lo que empiezan a mascullar otra fórmula de financiación y miran a los más de 300.000 millones de dólares del Banco Central ruso bloqueados en cuentas occidentales, principalmente en Bélgica y Suiza.

La idea de usar esos fondos se discute a varios niveles en Bruselas desde el año pasado, pero siempre se entendió que lo que se usaría serían los beneficios que genera invertir ese dinero, algo que hace principalmente la belga Euroclear. Pero eso sería el chocolate del loro ante las necesidades financieras de Ucrania, por lo que ya se estudia la legalidad de usar el capital bloqueado.

Las dudas legales de tal movimiento siguen siendo importantes, tanto entre los asesores de Biden como entre los de la presidenta de la Comisión Europea Úrsula Von der Leyen, pero el impulso político de Estados Unidos parece clave en la aceleración de las negociaciones con Bruselas. Quienes alegan que es una mala idea, además de por motivos legales, lo hacen mirando al futuro: muchos gobiernos se pensarán dos veces volver a poner sus fondos en bancos occidentales o en dólares, libras esterlinas y euros, si temen que algún día puedan ser confiscados. Aunque otras fuentes diplomáticas alegan que el riesgo es menor porque no hay alternativa a esas tres grandes monedas (sobre todo si en el sistema participa también Suiza) más allá del yen chino.

Las conversaciones se mantienen por ahora en el ámbito del G7 (Estados Unidos, Canadá, Japón, Alemania, Reino Unido, Francia e Italia) con participación de la Comisión Europea en representación de los 27. Se consulta, cuentan fuentes comunitarias, entre ministros de Finanzas, diplomáticos y juristas.

En las discusiones se trata de si el dinero se entregaría directamente a Ucrania o serviría, al contrario, para financiar a Kiev de forma indirecta, por ejemplo, pagando las armas que entregan otros países o financiando proyectos de reconstrucción. El marco legal que permite aplicar sanciones da vía libre a confiscar esos fondos, pero no a usarlos con otro objetivo. Por eso se discute si se podría usar sólo para la reconstrucción (alegando que se reconstruye lo que destrozan las tropas rusas), también para armar a Ucrania (porque la Carta de Naciones Unidas permite ayudar a un país que se defiende de una agresión armada) o directamente (y es la opción legalmente más dudosa) para mantener a flote el presupuesto del Estado ucraniano.

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Otras opciones serían que sirviera como un fondo de garantía para emisiones de deuda ucranianas, haciendo que en la práctica a Rusia le interesara que Ucrania pudiera hacer honor a sus deudas, porque si va a la quiebra la garantía sería el dinero ruso bloqueado.

Más de 300.000 millones de dólares o algo menos de 300.000 millones de euros al cambio actual, supondría multiplicar por seis el fondo que la Unión Europea quería aprobar en diciembre y que debía durar cuatro años. Por eso, el presidente ucraniano Volodimir Zelensky lo ha sacado en sus conversaciones con funcionarios europeos y estadounidenses. Con ese dinero la guerra daría un vuelco y el país podría sostener durante años el esfuerzo bélico, pero las dudas legales persisten porque nunca se confiscó tal cantidad de dinero a un país soberano y porque Rusia tomaría represalias.

El presidente ucraniano ha dicho en varias ocasiones que “los activos del estado terrorista (en referencia a Rusia) y sus socios deberían ser usados para ayudar a Ucrania, para proteger vidas del terror ruso”. En Bruselas, fuentes diplomáticas ven un precedente: los 50.000 millones de dólares iraquíes confiscados tras la invasión de Kuwait de 1990 que se usaron para compensar las víctimas.

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