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Siria

¿Era necesario destruir Raqqa para liberarla de Estado Islámico?

Una calle de Raqqa destruida por los bombardeos.

infoLibre

El 6 de junio de 2017 las Fuerzas de Defensa Sirias (FDS), con el apoyo de los bombardeos aéreos de la coalición que lidera Estados Unidos, iniciaron la ofensiva para expulsar a Estado Islámico de la ciudad siria de Raqqa, provocando un número de víctimas civiles y de destrucción que Amnistía Internacional (AI) considera que no corresponde a la supuesta campaña de precisión realizada y que podría constituir crímenes de guerra, informa Europa Press.

Según denuncia la ONG en su informe Guerra de aniquilación: Devastadores estragos en la población civil en Raqqa, hay "convincentes indicios" de que los bombardeos aéreos y de artillería de la coalición mataron e hirieron a miles de civiles, en muchos casos en ataques desproporcionados o indiscriminados, que violaron el Derecho Internacional Humanitario y "podrían constituir crímenes de guerra".

Un equipo de AI visitó 42 lugares en ruinas de la ciudad que fue la capital del autoproclamado califato de Estado Islámico, que cayó en octubre de 2017, y entrevistó a 112 civiles que residían ellos. Muchas de estas personas, según la ONG, no comprenden aún por qué las fuerzas de la coalición tenían que destruir una ciudad entera y matar a tal cantidad de civiles con bombardeos cuyo objetivo eran supuestamente los milicianos de Estado Islámico, máxime cuando en un momento dado se cerró un acuerdo para permitir la salida de estos y sus familias de la ciudad.

En su informe, la ONG sostiene que "varios ataques de la coalición que mataron e hirieron a civiles violaron el Derecho Internacional Humanitario" puesto que aunque Estado Islámico optó por combatir en un entorno urbano y realizar sus operaciones en medio de civiles, usándolos incluso como escudos humanos, "las fuerzas de la coalición no tuvieron debidamente en cuenta a la población civil presente en la ciudad y no tomaron las precauciones necesarias para reducir al mínimo los daños a civiles y bienes civiles".

El secretario de Defensa estadounidense, James Mattis, prometió una "guerra de aniquilación" contra Estado Islámico antes del inicio del asalto sobre Raqqa y "las consecuencias para la población civil fueron devastadoras", lamenta el informe.

No fue una campaña de precisión

"La afirmación de la coalición de que su campaña aérea de precisión le permitió bombardear a Estado Islámico para expulsarlo de Raqqa causando muy pocas víctimas civiles es insostenible", sostiene la asesora general de AI sobre respuesta a las crisis, Donatella Rovera. "En el curso de nuestra investigación sobre el terreno en Raqqa vimos un grado de destrucción que no se puede comparar con nada de lo que hemos encontrado en decenios de trabajo de comprobación de los efectos de las guerras", asegura.

Rovera reconoce que los cuatro años de dominio de Raqqa por parte de Estado Islámico "estuvieron repletos de crímenes de guerra", pero "las violaciones del Derecho Internacional cometidas por el grupo armado, incluido el uso de civiles como escudos humanos, no eximían a la coalición de su obligación de tomar todas las precauciones posibles para reducir al mínimo los daños a civiles".

 

"Lo que arrasó la ciudad y mató e hirió a tal cantidad de civiles fue el uso reiterado que hizo la coalición dirigida por Estados Unidos de armas explosivas contra zonas pobladas donde sabía que había población civil atrapada", resalta la asesora, advirtiendo de que "ni siquiera las armas de precisión son precisas si no se selecciona el objetivo".

En el caso de la ofensiva contra Raqqa, la ciudad fue bombardeada por Estados Unidos, Francia y Reino Unido desde el aire. Las fuerzas estadounidenses, han reconocido que dispararon 30.000 proyectiles, los cuales constituyeron más del 90% de los ataques aéreos.

Además, Rovera recuerda que "un alto mando estadounidense dijo que en Raqqa se habían disparado más obuses que en ninguna otra parte desde la guerra de Vietman". "Dado que los obuses tienen un margen de error de más de 100 metros, no es de extrañar que se produjera un número enorme de víctimas civiles", incide.

"Cuando es tan grande el número de civiles que mueren en un ataque tras otro, está claro que hay algo mal, y para empeorar aún más la tragedia, han transcurrido muchos meses y no se han investigado todavía los incidentes. Las víctimas merecen justicia", reclama Rovera.

Familias que perdieron a casi todos sus miembros

En su informe, Amnistía recoge los casos paradigmáticos de varias familias, como los Hashish, que perdieron a 18 de sus miembros, nueve de los cuales murieron en un bombardeo aéreo de la coalición, siete mientras intentaban huir de la ciudad por una carretera que había minado Estado Islámico y otros dos por un proyectil de mortero lanzado por las FDS, cuyo principal componente son las milicias kurdas sirias.

Muchas familias como la de los Hashish se vieron atrapadas en el fuego cruzado entre ambos bandos, sin un lugar seguro en el que refugiarse y sin tener cómo huir, ya que los contrabandistas que sacaban a personas de la ciudad –muchos de ellos milicianos de Estado Islámico– aprovecharon la creciente demanda a medida de que avanzaba la ofensiva para elevar los precios.

"Quienes se quedaban morían y quienes intentaban escapar morían. No podíamos pagar a los contrabandistas; estábamos atrapados", cuenta a Amnistía Munira Hashish. Tras la muerte de su marido y su cuñado en un ataque con morteros, la familia trató de escapar, para encontrarse con las minas colocadas por Estado Islámico, matando a siete de sus miembros, en su mayoría mujeres y niños, lo que les obligó a volver a casa. Unos días más tarde, un bombardeo aéreo de la coalición destruyó la vivienda, matando a otros nueve miembros, en este caso también principalmente mujeres y niños.

En el caso de la familia Badran, solo vivieron para contarlo Rasha y su marido, mientras que otros 39 familiares y diez vecinos perdieron la vida en cuatro bombardeos aéreos distintos de la coalición, mientras trataban de buscar refugio de un sitio a otro en la ciudad. "Pensábamos que las fuerzas que venían a desalojar al Daesh sabían hacer su trabajo y atacarían al Daesh y dejarían en paz a los civiles", se lamenta Rasha, usando el acrónimo en árabe de Estado Islámico.

"Éramos unos ingenuos. Cuando nos dimos cuenta de lo peligrosos que se habían vuelto todos los sitios, era ya demasiado tarde: nos quedamos atrapados", relata la mujer, que finalmente consiguió escapar junto con su marido de Raqqa, donde muchos como ella carecían información sobre la evolución de la ofensiva ante la ausencia de teléfono o Internet.

No hay indicios de milicianos en la zona

Amnistía denuncia que no ha encontrado informaciones que indiquen que había "combatientes de Estado Islámico en los edificios cuando fueron bombardeados" y a las personas supervivientes y los testigos de estos ataques tampoco le constaba su presencia. "Incluso si hubiera habido combatientes de Estado Islámico, no por ello habrían estado justificados los ataques contra estas viviendas civiles con munición de la que cabía esperar que causara una gran destrucción", defiende la ONG.

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Por ello, insta a la coalición a investigar de forma imparcial y exhaustiva las denuncias de violación del Derecho Internacional y las víctimas civiles y que reconozca públicamente la magnitud y gravedad de la pérdida de vidas civiles y la destrucción de bienes civiles causadas en Raqqa. Una vez investigado, deben revelar las conclusiones.

Los residentes de Raqqa están comenzando a regresar a la ciudad, donde se ven expuestas a morir o resultar heridas debido a la presencia de minas y otros artefactos explosivos. "La negativa de la coalición a reconocer su responsabilidad en la creación de esta situación catastrófica la empeora aún más", lamenta Benjamin Walsby, investigador de Amnistía sobre Oriente Próximo.

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