El Banco Central Europeo surfea las frías aguas de la geopolítica

En apariencia, el Banco Central Europeo (BCE) ha celebrado una reunión como otra cualquiera. Acostumbrados a no hacer nada que pueda tomar por sorpresa a los mercados financieros, se conocía perfectamente todo y se anticipó incluso antes de que su presidenta, Christine Lagarde, anunciara públicamente sus decisiones. Como estaba previsto, los tipos de interés oficiales del BCE volverán a bajar 0,25 puntos, hasta situarse en el 2,5 %. “Esta podría ser la última decisión clara del BCE este año”, analiza una responsable de análisis de DZ Bank. Una de las que corresponden a una política monetaria clásica.
Pero lo que puede venir luego es muy confuso. Todos los actores financieros y observadores se hacen la misma pregunta: ¿y después? Ese después no se refiere tanto a la cuestión fetiche de una posible o no reducción de los tipos de interés como al rol que el BCE vaya a desempeñar en un mundo sumido en el caos.
En menos de dos meses, Donald Trump ha derribado todas las de referencias, todos los paradigmas aceptados durante décadas. Ha iniciado una guerra comercial mundial, cuyos primeros damnificados son México y Canadá, pero que podría afectar rápidamente a Europa, con el riesgo de reavivar la inflación. El presidente americano ha sembrado tal pánico dentro y fuera de Estados Unidos que la sensación de inseguridad alimenta una actitud generalizada de espera, hasta el punto de que algunos empiezan a temer una recesión económica. Sobre todo, ha asestado un golpe fatal a la Alianza Transatlántica, proyectando una sombra negra sobre el futuro de Ucrania y la seguridad de Europa.
Justo cuando los responsables europeos se reunían en Bruselas para estudiar el refuerzo de la defensa europea, dispuestos a invertir cientos de miles de millones en este rearme, se espera que el BCE, guste o no, se pronuncie sobre estos temas de importancia. ¿Está dispuesto a ponerse del lado de los Estados europeos, como haría cualquier banco central en una situación similar, aportando medios monetarios y financieros para ayudarlos? ¿O pretende ceñirse a su simple misión definida por los tratados —luchar contra la inflación— ignorando todo el nuevo contexto geopolítico, en un momento en el que incluso el poder alemán, hasta ahora guardián de la ortodoxia monetaria y presupuestaria, ha decidido tirar por la borda numerosas normas?
Christine Lagarde disipó en pocas palabras las expectativas de aquellos que esperaban un cambio de doctrina en estos tiempos turbulentos. La misión del BCE es “la estabilidad de precios”. Y punto. Corresponde a los gobiernos realizar “inversiones estratégicas”, ajustándose “a los marcos presupuestarios establecidos” y llevando a cabo “las reformas estructurales necesarias”.
Ni una palabra de apoyo, ni siquiera simbólica. En resumen, el banco central que se permitió inyectar sin control cientos de miles de millones para salvar a los bancos durante la crisis financiera de 2008 no ve la necesidad en este momento de ayudar a los Estados para garantizar la seguridad de todo el continente.
Por lo demás, Christine Lagarde, refiriéndose a las múltiples incertidumbres del momento, insistió en que la línea monetaria no estaba en absoluto fijada, pudiendo evolucionar hacia un endurecimiento o, por el contrario, una relajación, en función de las circunstancias. Según su presidenta, el banco central ya ha dado un paso de gigante al pasar de una “política restrictiva” a una política “significativamente menos restrictiva”. Todas las interpretaciones son posibles.
Un consejo dividido
Más allá de las incertidumbres actuales, la falta de claridad en la línea que podría tomar el Banco Central Europeo refleja un consejo dividido. En los últimos días, los representantes de los distintos bancos centrales europeos se han enfrentado a través de la prensa sobre lo que venga en el futuro.
Los “halcones”, liderados por el presidente del Bundesbank, Joachim Nagel, y el gobernador del Banco de Bélgica, Pierre Wunsch, se han hecho oír. Para ellos, las condiciones monetarias ya se han normalizado. Antes de continuar con la relajación monetaria, que el banco central podría lamentar si la inflación vuelve a aumentar, es urgente esperar a que Estados Unidos establezca nuevos aranceles.
Recibieron un importante apoyo de Isabel Schnabel, miembro del Comité Ejecutivo del BCE. Al embarcarse en una discusión escolástica sobre el tipo de interés neutro (tipo óptimo que se supone refleja el equilibrio económico), Schnabel estima que, a pesar de la caída de la inflación y del casi estancamiento económico de la zona euro en los últimos dos años, este tipo estaba más cerca del 3 % que del 1,75 %, como se había admitido anteriormente. Conclusión: “El banco central debe hacer una pausa o detener la bajada de los tipos de interés”, para no crear sesgos monetarios.
Otros bancos centrales, como los de Francia, Portugal e Italia, siguen abogando por nuevas bajadas de los tipos de interés para apoyar una actividad económica que está ralentizada, mientras que la inflación ha caído alrededor del 2 %. El gobernador del Banco de Grecia, Yannis Stournaras, ha sido el que más ha hablado, llegando incluso a romper un tabú: “Si existe un objetivo común de la Unión Europea de aumentar el gasto en defensa, podríamos hablar sobre qué puede hacer el BCE para apoyar este objetivo”, se preguntó públicamente. El BCE parece decidido a enterrar la cuestión por el momento. ¿Pero podrá hacerlo por mucho tiempo?
El nerviosismo en los mercados de bonos vuelve a poner de manifiesto la fragilidad de la zona euro
Los inversores en los mercados de bonos todavía están desconcertados: no habían anticipado una reacción así tras el anuncio de la futura coalición alemana de lanzar un plan de recuperación de 900.000 millones de euros para el desarrollo de la defensa y las infraestructuras. El 5 de marzo, los tipos de los bonos alemanes subieron del 2,4 % al 2,87 %. “La mayor subida en treinta años”, comentaron preocupados los analistas financieros, que tienen una marcada tendencia a la exageración. Porque incluso a esos niveles, los tipos de interés alemanes siguen estando entre los más bajos del mundo.
Pero, a raíz de ello, todas las deudas soberanas de la zona euro también se tambalearon. Los tipos de los bonos franceses subieron hasta el 3,58 %. Los tipos italianos incluso superaron brevemente el umbral del 4 % el 6 de marzo, lo que obligó al BCE a intervenir discretamente. Luego volvieron a bajar hasta el 3,94 %.
El BCE recorta los tipos de interés por quinta vez, hasta el 2,5%, ante la bajada de la inflación
Ver más
Este nerviosismo en los mercados de bonos vuelve a poner de manifiesto la fragilidad de la zona euro. Mientras Alemania, que ha conservado importantes márgenes de maniobra, está dispuesta a relanzar un plan masivo, el BCE puede llevar a que los demás países de la zona, ya muy endeudados, se desaceleren financiera y/o económicamente. Y poner de nuevo la zona euro a merced de los mercados.
Traducción de Miguel López