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El BCE advierte de que el cambio climático es un “riesgo sistémico” y exige al capital que cambie sus prioridades de inversión

Vista aérea de un cartel gigante en el que se lee 'Solo falsas promesas' durante una manifestación de Fridays for future contra el cambio climático en Giardino Grosa, Turín, este viernes.

Martine Orange (Mediapart)

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El Banco Central Europeo (BCE) ha iniciado una cuasi revolución con una discreta publicación en su blog debido al enorme alcance de las implicaciones políticas, financieras y económicas de los cambios anunciados. El 18 de marzo, el vicepresidente de la institución monetaria, Luis de Guindos, publicó los resultados preliminares de un estudio sobre el cambio climático realizado a 4.000 empresas y 2.000 bancos de todo el mundo y que se completará en verano. Y las primeras conclusiones del BCE son contundentes: “El cambio climático es una fuente de riesgo sistémico”.

La constatación no es del todo nueva. Ya en 2015, Mark Carney, entonces gobernador del Banco de Inglaterra, dio la voz de alarma sobre el cambio climático. Al referirse a él como una “tragedia del horizonte”, insistió en la subestimación, por parte del sector financiero, de los riesgos medioambientales.

A principios de 2020, el Banco de Pagos Internacionales, el banco central de los bancos centrales, hizo suya la causa con la publicación de un extenso estudio llamado “The Green Swan”, el cisne verde, en referencia al concepto de cisne negro, que anuncia rupturas y crisis, en el que describía un mundo de desorden y cataclismos si no se hacía nada.

Nada más llegar a la presidencia, Christine Lagarde no ocultó su intención de dar al BCE un papel importante en el cambio climático. Esta intención se ha topado con la fuerte oposición de varios miembros del comité ejecutivo, encarnada una vez más por Jens Weidmann, el imprescindible presidente del Bundesbank.

Weidmann quiere que el BCE se someta a la teoría “intocable” del ordoliberalismo: el dinero es neutral y debe seguir siéndolo. En nombre de esta neutralidad, de la independencia del Banco Central, éste no puede influir en las opciones económicas, y por tanto políticas, decidiendo orientar su política monetaria hacia el apoyo a determinados sectores y la prohibición de otros, incluso aludiendo a la necesidad imperiosa de luchar contra el calentamiento global. Para el presidente del Bundesbank, estas decisiones son competencia del mercado, que es eficiente por naturaleza.

El estudio promovido por el BCE es una respuesta implacable a esta teoría. Se han estudiado varios escenarios en una escala temporal poco habitual para el mundo de las finanzas –más de treinta años–: una transición ordenada hacia una economía “más verde”, una transición desordenada con riesgos físicos limitados y un escenario catastrófico en el que las políticas ecológicas, insuficientes y tardías, provocan riesgos físicos extremos. Luis de Guindos llega a la conclusión, más que obvia, de que “es muy preferible una transición ordenada”.

Pero sea cual sea el escenario, la transición ecológica tendrá una traducción financiera y monetaria. El mundo bancario y financiero lleva la huella masiva de los compromisos industriales y económicos en sus balances. Suele estar muy expuesta a industrias y sectores contaminantes que emiten gases de efecto invernadero. Es probable que los riesgos en que incurren estos últimos se trasladen a los bancos e inversores y provoquen quiebras en cadena.

En nombre de estos riesgos potenciales, la intervención del BCE es legítima, explica Luis de Guindos. “El cambio climático representa una fuente importante de riesgo sistémico, especialmente para los bancos cuyas carteras se concentran en determinados sectores económicos y, lo que es más importante, en determinadas zonas geográficas”, continúa el vicepresidente del BCE.

A partir de múltiples datos, una filial de Moody's, Four Twenty Seven, y la empresa de investigación Urgentem, contratada por el BCE para realizar el estudio, modelizaron los riesgos y las zonas más expuestas. No es de extrañar que sean muy diferentes entre el norte y el sur, el este y el oeste de Europa.

En el norte y el este, lo más amenazante son los riesgos de inmersión de la tierra y las repetidas inundaciones causadas por el aumento del nivel del mar debido al calentamiento global. En el sur, hay olas de calor extremas y enormes incendios. Todo ello se ve amplificado por las concentraciones industriales y urbanas.

No es de extrañar tampoco que los sectores minero, energético y manufacturero sean los más vulnerables, expuestos como están a riesgos tanto físicos como económicos, ya que las políticas de transición energética pueden provocar una drástica caída de sus beneficios, al tiempo que se verán obligados a reinternalizar los costes medioambientales que han estado trasladando al conjunto de la sociedad durante décadas. Pero los otros sectores no son inmunes.

Estos resultados preliminares tendrán implicaciones inmediatas para el BCE, advierte su vicepresidente. El BCE pretende utilizarlos para analizar la capacidad de resistencia de los bancos al cambio climático, ya sea en términos de sus préstamos, garantías o participaciones. Los resultados definitivos, que abarcan más de 2.000 grupos bancarios –prácticamente todos los bancos de la eurozona–, deberían estar disponibles a mediados de año.

“Este marco se ampliará para incluir una respuesta más dinámica de los bancos al cambio climático. En particular, el descenso de la solvencia de algunas empresas debería llevar a los bancos a adaptar sus carteras y a cambiar sus inversiones hacia empresas menos arriesgadas”, advierte Luis de Guindos. Este control debería extenderse a los gestores de activos y a las compañías de seguros.

Esta política de incentivos podría ir acompañada de medidas más coercitivas. La semana pasada, Frank Elderson, miembro del comité ejecutivo del BCE y también de la Red para la Ecologización del Sistema Financiero, indicó que el BCE se estaba preparando para pedir un aumento de capital para cumplir las normas prudenciales de todos los bancos especialmente expuestos a los riesgos climáticos.

Aunque el BCE asegura que estas medidas se tomarán por etapas, de forma adaptada, este simple anuncio corre el riesgo de acelerar los grandes cambios. Porque, quiera o no, el Banco Central parece estar dando el pistoletazo de salida a una fuga de capitales de los sectores contaminantes.

Varios fondos de inversión ya han anunciado su retirada de los grupos petroleros y mineros. La semana pasada, el grupo Axa anunciaba su negativa a invertir en la compañía eléctrica alemana RWE, el mayor emisor de CO2 de Europa. Otros están preparando cartas de inversión financiera que excluyen a cualquier grupo que trabaje en el sector del petróleo, el gas, la minería, la arena y el tabaco, entre otros.

Se está preparando un verdadero éxodo financiero. Un éxodo que asciende a miles de miles de millones y que conlleva una incalculable suma de dos siglos de prácticas económicas e industriales.

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Traducción: Mariola Moreno

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