¿Dirigía la CIA a Lee Harvey Oswald, el asesino de Kennedy?
La historia es “complicada” y, a la vez, sorprendentemente simple. Se puede resumir en una frase: la CIA mintió. Pero la mentira es sofisticada. Jefferson Morley, un experiodista del Washington Post convertido en especialista en archivos relacionados con el asesinato del presidente John F. Kennedy, puede dar fe de ello. Lleva más de veinte años tratando de establecer los hechos, de comprender qué ocurrió exactamente el 22 de noviembre de 1963, cuando Kennedy, en visita oficial a Dallas, recibió un disparo en la cabeza.
Sin embargo, las autoridades resolvieron el caso en apenas unos meses. Todo está detallado en el extenso informe (800 páginas) de la Comisión Warren, una comisión de investigación nombrada rápidamente por el presidente Johnson. El problema es que varios miembros de la comisión se desautorizaron a sí mismos y que la mayoría de la población, aún hoy, no cree en la versión oficial.
La población no cree, en este caso, en la teoría del lobo solitario, en el acto loco de un joven exmilitar de 24 años, un tal Lee Harvey Oswald, que habría sido el autor —el único— de los tres disparos que mataron al presidente.
Oswald, por cierto, nunca tuvo la oportunidad de defenderse. Fue asesinado dos días después de Kennedy, fríamente abatido ante las cámaras, en Dallas, durante un traslado entre prisiones. Antes de morir, Oswald tuvo tiempo de pronunciar unas palabras: “Soy inocente. Soy un pringao”
Porque, contrariamente a lo que dio a entender, la CIA seguía muy de cerca a Oswald mucho antes del asesinato de Kennedy. Los informes internos redactados sobre Oswald entre 1959 y 1963 pasaron por las manos de “al menos treinta y cinco empleados de la CIA, entre ellos media docena de agentes que informaban personalmente al jefe de contraespionaje, James Angleton, o al director adjunto, Richard Helms”, declaró Jefferson Morley al Washington Post el el 14 de julio.
Para algunos especialistas, Morley el primero, es posible que Oswald no fuera más que un títere movido por los hilos de la CIA. Si bien esta hipótesis podía parecer controvertida en el pasado, acaba de ser reavivada por una serie de archivos hechos públicos por la propia CIA, en el marco de una nueva comisión de investigación puesta en marcha por el presidente Donald Trump. Y ahí es donde la historia se vuelve “complicada”, explica Morley a Mediapart.
Derrocar a Fidel Castro
Hasta ahora, ningún documento ha señalado la complicidad de la CIA en el asesinato del presidente Kennedy. Pero los nuevos archivos confirman que Oswald tuvo contactos con grupos dirigidos o vigilados por la CIA. Para comprender los contornos de esta operación, hay que volver al contexto de la época. En la CIA, muchos le guardaban rencor a Kennedy. El presidente los había abandonado tras el fracaso de la invasión de Bahía de Cochinos.
El (desastroso) desembarco fue llevado a cabo en Cuba por la agencia de inteligencia con el objetivo de derrocar a Fidel Castro. “Hubo otros presidentes, no solo Kennedy, también Truman, que declararon más tarde que la CIA estaba fuera de control. Pero cuando se examinan los documentos, queda bastante claro [que la Casa Blanca] aprobó estas operaciones”, analiza para Mediapart Arturo Jiménez-Bacardi, investigador del National Security Archive.
“Pero cuando estas mismas operaciones fracasaban”, continúa, los presidentes “no querían asumir la responsabilidad”. “Además es cierto que la CIA y otros, como el ejército, no fueron del todo transparentes con Kennedy sobre la forma en que se llevaban a cabo ciertas operaciones”, añade. En este contexto de desconfianza mutua, los contactos entre Oswald y uno de los grupos dirigidos por la CIA se aceleraron en agosto de 1963.
El tipo era uno de los nuestros
La operación, recuerda Jefferson Morley a Mediapart, era “ilegal”. “Porque tenía como objetivo a ciudadanos americanos”. Al igual que en el caso de MHCHAOS, la CIA no debía operar en territorio estadounidense. Pero allí estaba, infiltrada entre los activistas anticastristas y sus opositores castristas del Fair Play for Cuba Committee (FPCC).
La CIA parece especialmente cercana al Directorio Revolucionario Estudiantil (DRE), un grupo de estudiantes anticomunistas al que financia en secreto. Este vínculo con el DRE aparece ahora con una nueva luz, gracias a la nueva serie de archivos. Morley comenzó a investigar este asunto hace más de veinte años, cuando se propuso seguir la pista de un simple nombre, “Howard”.
Gibson y los revolucionarios
“Mis sinceras condolencias de todos modos.
[...]
— Ah, sí, y además ese tipo [Oswald, ndr] era uno de los nuestros”, responde Richard Gibson, periodista estadounidense y cofundador del FPCC. “Mantuve correspondencia con él”, añade Gibson. [...] “Pero toda esa correspondencia fue destruida hace mucho tiempo, yo la quemé toda”.
Entre todos los documentos que la CIA no quería hacer públicos, se encuentra esta conversación telefónica del 23 de noviembre de 1963, desclasificada en 2022. Al día siguiente del asesinato del presidente Kennedy, Richard Gibson habla por teléfono con un interlocutor no identificado. Se encuentra en Lausana, donde se imprime la revista Révolution, para la que trabaja bajo la dirección de Jacques Vergès. A petición de Estados Unidos, Gibson es puesto bajo vigilancia policial suiza por sus actividades periodísticas.
Unas semanas más tarde, es convocado en París, en la embajada de Estados Unidos, para dar explicaciones sobre sus posibles vínculos con Oswald, que quería crear una rama del FPCC cerca de Dallas. El empleado de la embajada que lleva a cabo la entrevista no está seguro de la “sinceridad” de Gibson, quien afirma haber tenido un contacto muy limitado con Oswald. Un simple intercambio de cartas en 1962, cuando Oswald quería unirse al FPCC.
Pero Gibson aprovecha la oportunidad de esta entrevista para ofrecer una vez más sus servicios a la inteligencia estadounidense. Aunque se expresa con cierta “vacilación”, deja claro al funcionario “que agradecería cualquier oportunidad de demostrar su lealtad a Estados Unidos”, sobre todo si va acompañada de una compensación “económica”.
Así fue como el expediente “Gibson” acabó mezclándose con los archivos relacionados con el asesinato del presidente Kennedy. En ese momento, en otoño de 1963, Gibson trabajaba en exclusiva para Jacques Vergès. Estaba lejos del FPCC, que había abandonado un año antes por motivos económicos (según fuentes de la CIA). Luego desapareció por completo de la investigación sobre el asesinato del presidente Kennedy. Cuando le contactamos, Gibson no respondió a nuestra solicitud de entrevista.
La probabilidad de la conspiración
En sus pesquisas, las diferentes comisiones de investigación, historiadores, investigadores y otros aficionados han rastreado a fondo. Han intentado seguir todas las pistas, incluso las más inverosímiles, como las que apuntan a que el presidente Kennedy podría haber sido blanco de militares franceses, antiguos miembros de la OAS (la Organización Armada Secreta, grupo terrorista fundado en 1961 para defender la Argelia francesa), en particular el capitán Jean Souètre, que se encontraba en Dallas el 22 de noviembre de 1963.
Pero habrá que esperar hasta finales de la década de 1970 para que las autoridades estadounidenses vuelvan a investigar el asesinato de Kennedy. Una comisión de investigación parlamentaria de 1977 concluye oficialmente la existencia “probable” de un complot para asesinar al presidente, sin establecer la identidad de las personas potencialmente implicadas.
Para responder mejor a las peticiones de esta segunda comisión, que buscaba identificar y obtener nuevos archivos, la CIA nombró a un agente de enlace. Este cargo tan delicado recayó en un empleado descrito como altamente cualificado, pero que, paradójicamente, parecía hacer todo lo posible para que los nuevos documentos nunca salieran a la luz: un tal George Joannides.
Que alguien apoye a Castro en Nueva Orleans es muy inusual
Al principio, Jefferson Morley, que hoy tiene 67 años, no se interesó especialmente por el asesinato del presidente Kennedy. Las cosas cambiaron en 1992, con el estreno de la película JFK de Oliver Stone, la votación en el Congreso de la Kennedy Assassination Records Collection Act y la creación de una comisión de investigación independiente.
En ese momento, Morley trabajaba para el Washington Post. Cuando comenzaron a salir a la luz los primeros archivos, se interesó especialmente por una estancia de Oswald en México un mes antes del asesinato de Kennedy y por un telegrama de la CIA en el que la agencia afirmaba haber perdido su pista. Morley sabía que eso no era cierto, que era exactamente lo contrario.
Se da cuenta de que el telegrama está firmado desde la sede por Jane Roman, colaboradora del temido Angleton, jefe de contraespionaje. Sin embargo, Jane Roman se contradice a sí misma. Unos días antes, había firmado otra nota en la que indicaba, por el contrario, que la CIA documentaba minuciosamente los movimientos de Oswald en Nueva Orleans, donde pisó brevemente la cárcel. Morley intenta entonces comprender por qué la jerarquía de la CIA quiere hacer creer, internamente, que ya no está interesada en Oswald.
Aunque en la década de 1990 el tema no interesaba ni al Washington Post ni a los titulares de la prensa americana, Morley revisó todos los documentos que encontró en los archivos de Washington sobre los grupos de militantes cubanos anticastristas, en particular el DRE, que ya había sido objeto de interés por parte de las comisiones de investigación parlamentarias. En agosto de 1963, pocas semanas antes del asesinato de Kennedy, se produce precisamente una pelea en Nueva Orleans entre Oswald y algunos miembros del DRE.
El joven parece errático. Ese verano, juega en ambos bandos. En la calle, se ve a Oswald repartiendo folletos del FPCC, en los que se pueden leer mensajes pro Fidel Castro, pero de tapadillo también ofrece sus servicios a los anticastristas del DRE. La pelea estalla cuando los miembros del DRE pillan a Oswald en lo que estaba haciendo.
La policía llega rápidamente al lugar “y los detiene a todos”, cuenta Morley. “Comparecen ante el tribunal. Hay cámaras de televisión. Alguien que apoye a Castro en Nueva Orleans es muy inusual. Así que ahora el caso de los estudiantes cubanos del DRE aparece en los titulares de los periódicos. […] El DRE debate luego con Oswald en la radio. El grupo sigue generando propaganda. Todo esto ocurre, recuerden, con el apoyo de la CIA”, que financia al DRE, insiste Morley.
“Esa propaganda resulta muy útil tras la muerte de Kennedy”, analiza ante Mediapart, ya que demuestra que Kennedy fue asesinado por un procastrista.” En otras palabras, la propaganda del DRE establece un posible motivo del crimen incluso antes de que este se haya cometido. Si Oswald es el pringao que dice haber sido, la trampa queda cerrada con la posible leyenda que le ha creado la CIA.
El oficial “Howard”
Al examinar los archivos de la CIA relativos a la DRE (archivos todos prácticamente desaparecidos en torno al año 1963), Morley hace sin embargo un descubrimiento que lo cambiará todo: uno de los memorandos de la DRE está dirigido a un tal “Howard”. Durante veinte años, la CIA negó su existencia. Mintió. Hasta julio de 2025.
En la nueva serie de archivos publicados este verano, la CIA se vio finalmente obligada a confirmar lo que antiguos miembros de la DRE en Miami habían confiado a Morley en varias entrevistas: Howard dirigía la DRE por cuenta de la CIA. Él controlaba los dineros, pero, sobre todo, daba las órdenes. Por cierto, su verdadero nombre no era Howard, sino George Joannides.
El hecho de que Joannides y Howard fueran la misma persona no era más que una hipótesis de trabajo planteada por Morley a mediados de la década de 1990, en medio de la indiferencia general. Pero hoy, de paso, revela otro escándalo.
La CIA hizo deliberadamente descarrilar la comisión parlamentaria de 1977 encargada de investigar, entre otras cosas, el DRE, nombrando a Joannides, quien había movido los hilos, como oficial de enlace. Los legisladores no sabían nada de su doble función, hasta que Morley logró reconstruir la historia.
Mientras tanto, Joannides recibió una condecoración por la calidad de su trabajo en la CIA, como subdirector de la rama de guerra psicológica (Deputy Chief of the Psychological Warfare Branch). Howard-Joannides “gestionó especialmente bien los grupos de estudiantes”, grupos similares a la DRE, según los archivos recién desclasificados.
Pero la historia de Howard por sí sola no basta para resolver el enigma del asesinato del presidente Kennedy. ¿Por qué quería la CIA hacer creer que había perdido la pista de Oswald? ¿Por qué Joannides le habría creado una leyenda? ¿Fue Oswald el que apretó el gatillo? ¿Había un segundo tirador?
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“Sabe usted, se está abriendo un nuevo mundo”, quiere creer Morley. Autor de un blog especializado, JFK Facts, ahora dedica su tiempo al estudio de estos archivos. “¿Qué va a pasar ahora? No lo sé”, confiesa. Ya ha solicitado la desclasificación de nuevos documentos.
A día de hoy sigue habiendo cerca de 3.000 páginas sobre el asesinato del presidente Kennedy total o parcialmente clasificadas y mantenidas en secreto.
Traducción de Miguel López