La izquierda entra en combate con la ultraderecha en Francia para capitalizar el enfado de los agricultores

Los ganaderos protestan en la autopista A61 contra el sacrificio de rebaños enteros, en medio de la creciente preocupación por los brotes de dermatosis nodular contagiosa en todo el país.

Sarah Benhaïda y Mathieu Dejean (Mediapart)

En la concentración se ven banderas de la Coordinación Rural (CR) y de la Confederación Campesina a pocos metros de distancia y hay comunicados y llamamientos al bloqueo firmados conjuntamente por ambos sindicatos en varios departamentos. La movilización agraria contra la estrategia ministerial de sacrificar ganado en caso de detectarse casos de dermatosis bovina —también conocida como DNC— dio lugar a una insólita convergencia entre dos mundos que, a priori, son diametralmente opuestos.

La CR, que ganó en catorce cámaras agrarias en las elecciones profesionales de febrero, hizo campaña basándose en un odio visceral hacia la ecología y ataca regularmente las oficinas parlamentarias de los diputados ecologistas y las sedes de las asociaciones medioambientales. Por el contrario, la “Conf” defiende un modelo de agricultura ecológica y se ha movilizado recientemente contra las balsas de riego o la ley Duplomb.

Pero, desde el mes de junio y el inicio de la epidemia de dermatosis bovina, ambas organizaciones están en la misma línea y piden una vacunación preventiva masiva del ganado francés, en lugar del sacrificio sistemático de todo el ganado de una granja. Hasta el punto de encontrarse en primera línea para impedir la llegada de los veterinarios, frente a las fuerzas del orden, movilizadas desproporcionadamente en varias granjas, especialmente en Ariège,.

Para Hugo Blossier, criador de cabras en La-Roche-Posay (Vienne) y militante del Partido Comunista Francés (PCF), la necesidad de actuar prima sobre las divergencias ideológicas: “Es en este tipo de momentos cuando las cosas cambian, no hay que dejarlos pasar, independientemente de la afiliación sindical”, afirma. “Tras el movimiento de oposición a la estrategia sanitaria llegará el momento de las contradicciones, pero mientras tanto, hay que estar ahí”.

Philippe Tabarin, defensor de la línea más dura de la CR, miembro de la dirección del sindicato y firmemente opuesto a los activistas anti balsas, preside la cámara agrícola de su departamento desde hace ya dos mandatos. Por lo tanto, la convergencia está lejos de ser evidente. La Confederación Campesina estaba dispuesta a bloquear una salida de autopista diferente a la de la CR. Pero hay que pasar por el aro, según Hugo Blossier, para no dejar el campo libre a un solo bando.

Cambiar las representaciones dominantes

Detrás de esta movilización, como a principios de 2024, vuelve a estar en juego la representación del mundo agrario y sus vínculos con el ámbito político. Mientras que los medios de comunicación de derecha se han acostumbrado a exagerar la oposición ficticia entre ecologistas y agricultores, y los representantes del Agrupación Nacional (RN) se suelen autoproclamar como la salida natural para “la ruralidad”, para la izquierda es crucial cuestionar esa aparente hegemonía.

“No hay un giro hacia la extrema derecha en el mundo agrario, al menos no más que en el resto de la sociedad”, afirma Hugo Blossier. “Pero hay elementos activos en las movilizaciones, muy visibles en los medios de comunicación, que son de extrema derecha. Por eso es absolutamente necesario acudir, aunque no seamos necesariamente bien recibidos. Cuantos más seamos, más verán los periodistas nuestra diversidad política y más liberaremos la voz de aquellos que aún no se atreven a pronunciarse.”

Esta estrategia política pareció dar sus frutos de forma subrepticia el sábado 13 de diciembre. En un intercambio mediático que circuló mucho por el ecosistema de La Francia Insumisa (LFI), un periodista de la BFMTV fue corregido por un agricultor al que preguntaba si no apoyaba a la extrema derecha: “No sé si lo ha seguido, pero quien nos ha defendido muy bien esta semana es Manon Meunier, que ha planteado los verdaderos problemas a la ministra”, le respondió. Estupefacción en el plató.

Esta diputada de LFI por el departamento de Haute-Vienne parece haberse ganado el reconocimiento de una parte del mundo agrario al visitar las granjas afectadas por los sacrificios y al interpelar en varias ocasiones, junto con sus colegas, a la ministra de Agricultura, Annie Genevard, de julio para acá. El 9 de diciembre, en la Asamblea Nacional, volvió a preguntarla sobre los sacrificios y anunció su presencia al día siguiente en la granja de la familia Lhomme, en el Doubs, a petición de la CR y la Conf'. “Y usted, señora ministra, ¿dónde estará?”, le espetó.

La situación puede recordar a los Comités de Defensa Campesina de Henri Dorgères, brazo armado de un “fascismo rural” a la francesa

Gaspard d'Allens y Léna Humbert, en el libro Greenbacklash

“Soy muy cercana al mundo de la ganadería y la agricultura, y veo el dolor que supone para un ganadero saber que su rebaño va a ser sacrificado”, explica Manon Meunier a Mediapart. En general, aunque LFI perdió varios diputados en 2024 en las zonas rurales, la izquierda ha ganado competencia desde 2022 en temas agrarios, debido a la aparición de representantes directamente afectados.

Los diputados insumisos Loïc Prud’homme, Aurélie Trouvé y Mathilde Hignet son, respectivamente, técnico del Instituto Nacional de Investigación Agraria (Inra), ingeniera agrónoma y agricultora. El diputado ecologista Benoît Biteau es agricultor, y su colega Marie Pochon es hija y nieta de viticultores. Además, los diputados de izquierdas de las zonas rurales se esfuerzan por hacer oír su voz, lejos de los clichés periodísticos.

A contracorriente

“Desde que fui elegida hace tres años, trabajo en temas agrarios y rurales. Tres años en los que me he dado cuenta de lo difícil que es hacer que lleguen los problemas de las zonas rurales a la Asamblea Nacional, y eso es válido para todo el espectro político”, afirma Manon Meunier. “Cuando estalló la DNC este verano, antes de que las movilizaciones se convirtieran en lo que son ahora, era muy difícil que el tema llegara a París.”

La tarea es doblemente difícil para la izquierda, que además debe hacer frente a la estrategia retórica de la “ecología punitiva” y a la descalificación generalizada que sufren las posiciones ecologistas por parte del Gobierno y de algunos medios de comunicación, con el fin de impedir cualquier debate sobre el modelo agrario. En el libro colectivo Greenbacklash. Qui veut la peau de l’écologie ? (Reacción anticlimática. ¿Quién quiere cargarse la ecología?, edit. Seuil, 2025), el periodista Gaspard d’Allens y la investigadora Léna Humbert explican que el antiecologismo actúa “como catalizador y poderoso aglutinante de un mundo agrario cada vez más jerarquizado y desigual”.

“Sobre el terreno, la situación puede recordar a los Comités de Defensa Campesina, conocidos como las Camisas Verdes de Henri Dorgères, brazo armado de un “fascismo rural” a la francesa que, en el periodo de entreguerras, tenía como objetivo a los funcionarios y al Estado, pedía el cierre de las fronteras y reprimía las huelgas de los trabajadores del campo”, escriben.

El diputado ecologista Benoît Biteau puede dar fe de este explosivo ambiente. El 11 de diciembre, mientras hablaba con el prefecto de Ariège para moderar la violenta expulsión de los agricultores que intentaban impedir el sacrificio de una ganadería en Bordes-sur-Arize, la CR atacaba al mismo tiempo a varios chivos expiatorios de las protestas agrarias.

Es un debate con mis colegas que tratan con miembros de la CR mucho más radicales, pero creo que es útil hablar con ellos

Lisa Belluco, diputada ecologista por Vienne

“La CR destrozó la sede de la Oficina Francesa de Biodiversidad del departamento, la sede nacional de la Liga para la Protección de las Aves en Rochefort-sur-Mer, la sede de Nature environnement 17 y mi oficina parlamentaria”, cuenta la diputada. “Hay más diputados en el departamento, un socialista, uno de MoDem, uno de la RN, pero fue la oficina de la ecologista la que fue destrozada. Esto es una posición antiecológica dogmática. Practican la ecolofobia.”

Sin embargo, al día siguiente, Benoît Biteau, que se dedica a la cría de ganado, habló con el sindicato, varios de cuyos dirigentes se declaran de extrema derecha. «Hablo con la gente de la CR que quiere hablar de dermatosis. Tienen posiciones defendibles sobre cómo abordar este problema”, afirma. “La CR y la Confederación Campesina se oponen a la estrategia gubernamental dictada por la FNSEA [Federación Nacional de Sindicatos de Agricultores, ndr], que exige medidas comerciales en lugar de sanitarias.”

Lisa Belluco, diputada ecologista por Vienne, también ha visto cómo la CR vandalizaba su oficina parlamentaria en los últimos días. Sin embargo, afirma haber sido la única diputada de su departamento que acudió a los bloqueos organizados por la CR en 2024. “Me quedé mucho tiempo con ellos, les dije que no teníamos las mismas ideas políticas, pero se ofendieron y rechazaron la acusación de extrema derecha. Es un debate con mis colegas que tratan con miembros de la CR mucho más radicales, pero creo que es útil hablar con ellos”, afirma, y añade que “muchos están decepcionados con la FNSEA y no se sienten representados”.

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Este es también uno de los aspectos que la izquierda destaca para justificar su estrategia. En la cuestión del sacrificio de animales, la FNSEA apoya a la ministra de Agricultura. La RN, que tiene intereses comunes con la FNSEA —juega en varios frentes, según las oportunidades y los departamentos—, se encuentra por tanto “bloqueado”, estima Manon Meunier. “La RN no se posiciona claramente en contra del sacrificio total porque no se atreve a desmarcarse de la línea de la FNSEA. Nosotros proponemos un plan sanitario alternativo a la ministra Genevard, con la ampliación de la vacunación, el sacrificio parcial y un seguimiento veterinario reforzado del ganado”, concluye la diputada.

 

Traducción de Miguel López

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