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Nadie sabe quién manda en los talibanes casi dos semanas después de la toma de Kabul

Imagen captada por la cadena afgana TOLOnews de los momentos posteriores al atentando en el aeropuerto de Kabul.

Jean-Pierre Perrin (Mediapart)

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Sobre el mullah Mohammed Omar, el fallecido jefe y co-fundador de los talibanes, existen tres clichés mediocres. Poco se sabe sobre este religioso de pueblo, que perdió un ojo luchando contra los soviéticos en los años 80, que apareció de repente en 1994 en la zona de Kandahar y que mezclaba la estrategia y el misticismo. Ahora, la actual dirección de los talibanes es plural pero, al igual que la que mandaba en Afganistán entre 1996 y 2001, conserva una gran opacidad y ni siquiera se conoce cuál de sus jefes es el verdadero líder del movimiento fundamentalista.

¿Es acaso el triunvirato compuesto por el teólogo Haibatullah Akhundzadeh, el jefe militar Sirajudin Haqqani y el hijo del mullah Omar, Yaqub Omar? ¿O más bien Abdul Ghani Baradar, que ha dirigido las negociaciones de Doha sobre la retirada americana de Afganistán y parece ser la figura ascendente del movimiento? ¿Existe entre ellos también rivalidades políticas o desacuerdos?

Con el mullah Omar no existía este problema porque le profesaban un culto tal como jefe de los talibanes que no temía a ningún rival. De entrada, él apareció para muchos fieles como una representación de Mahdi, es decir, un enviado de Alá, un redentor esperado para completar la obra de Mahoma. Y él mismo representaba mucho esa imagen. “El santo profeta se me ha aparecido en un sueño y me ha dicho: 'Debes revelarte contra esos asesinos, esos muyahidines que se matan entre ellos y causan tanta miseria al pueblo'”, le dijo al periodista paquistaní Rahimullah Yussafzai, uno de los pocos extranjeros que pudo entrevistarle.

A partir de 1996, Omar se atreve a proclamarse “comendador de los creyentes” y se permite sacar “la capa del Profeta”, una pieza de paño guardada en Kherga Sharif (santuario de la capa sagrada), en Kandahar, uno de los lugares de culto más venerados de Afganistán, para enseñárselo a las masas. En contra de lo que dice la leyenda, no se la puso por una buena razón: el tejido había mermado mucho por el paso del tiempo.

Sus sucesores son no obstante algo menos enigmáticos. Tras la desaparición del mullah Omar, en 2013, será el mullah Akhtar Mansur quien dirigirá el movimiento hasta su muerte en Pakistán, el 21 de mayo de 2016, por un dron americano, cuando venía de Irán. Poco después se formaría el triunvirato formado por Haibatullah Akhundzadeh, Sirajudin Haqqani y Yakub Omar.

Haibatullah Akhundzadeh

Abkhundzadeh no está relacionado con el mando militar talibán, por lo que hasta su nombramiento era casi un desconocido. Y en especial porque este hijo de un teólogo, originario de Kandahar, corazón del país pastún en el sur de Afganistán y cuna de los talibanes, es extremadamente discreto y apenas hacía comunicados durante las fiestas religiosas. Es un maulawi (religioso de rango superior), gran especialista en los hádices (los “dichos” del Profeta) que, junto con el Corán, fundan la ley islámica. Cuenta por lo tanto con una legitimidad religiosa que no tenían ni el mullah Omar ni el mullah Mansur. Debe su llegada al poder al hecho de que era el responsable de la justicia en los territorios “liberados”.

“Los talibanes, que siguen el modelo del régimen iraní le verían gustosos asumiendo el papel que juega el ayatolá Alí Jamenei en la repúblia islámica”, explica Karim Pakzad, investigador del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas (IRIS) de París, que subraya también su voluntad de cultivar una “cierta opacidad” sobre la dirección del movimiento en el que “los que aparecen en primera línea no son necesariamente los que deciden”.

La misión de Haibatullah Akhundzadeh en el movimiento es también unificar a los talibanes, una misión difícil puesto que entre ellos se han hecho pedazos en una violenta lucha por el poder tras la muerte de Mansur y la revelación de que habían ocultado durante años la muerte del mullah Omar. Parece que ha logrado mantener la cohesión del grupo, aunque aparezcan aquí y allá algunas fisuras. Por ejemplo, siempre según Karim Pakzad, el mullah Mohammad Rassoul, responsable militar talibán en la región de Herat y la gran provincia del Farah (oeste del país), en conflicto desde hace años con la dirección del movimiento, acaba de irse después de violentos enfrentamientos armados.

Una vez llegado al poder, Akhundzadeh consiguió rápidamente la lealtad del egipcio Ayman Al-Zawahiri, jefe de Al Qaeda desde la muerte de Osama Bin Laden, que le ha reconocido como “el emir de los creyentes”, reforzando así su credibilidad en el universo yihadista.

Sirajudin Haqqani

Sirajudin, el hijo del famoso comandante de la yihad antisoviética Halaludin Haqqani, dirige oficialmente las fuerzas talibán en el este y el noreste de Afganistán. Pero él es también el enlace del Interservice Intelligence (ISI) paquistaní en el conflicto afgano, como antes lo fue su padre, especialmente porque el área de su tribu, los Zadran, está a caballo entre la frontera de Afganistán y Pakistán. También es el jefe de las “redes Haqqani” creadas por su padre, responsables desde hace años de los atentados más sangrientos en Kabul, como el de 2008 contra la embajada de la India (60 muertos), y en el este del país.

Sirajudin Haqqani también ha sido acusado de haber asesinado algunos altos mandatarios afganos, como el ex presidente Bohranudin Rabbani, y de la toma de rehenes occidentales para liberarlos a cambio de enormes rescates o de la liberación de prisioneros como el soldado americano Bowe Bergdahl, soltado en 2014 a cambio de cinco detenidos afganos de la prisión de Guantánamo.

Por eso él ha sido, hasta la victoria de los talibanes, el responsable más buscado por el ejército americano y la CIA. En diciembre de 2011, un ataque de un dron americano mató a su mujer y a varios de sus hijos.

Parece ser que es el número 2 ó 3 de los talibanes a petición de Islamabad para controlar mejor la dirección del movimiento. Lo mismo su padre que él, que pertenecen a una gran familia de contrabandistas de Wazaristán del Norte, una de las siete “agencias tribales” paquistaníes, nunca fueron talibanes “históricos” y la choura (gran consejo) no ha querido verle al mando, acaso porque piensan que es demasiado cercano a los paquistaníes.

Yaqub Omar

Hijo del mullah Omar, Yaqub es el responsable militar del oeste de Afganistán y jefe de la poderosa comisión militar talibán, que decidía las orientaciones estratégicas en la guerra contra el gobierno afgano. Su ascendencia y sus vínculos con su padre hacen de él un símbolo unificador dentro de un movimiento que parece ser, con las adhesiones de los últimos años, amplio y diverso.

No obstante, hay muchas especulaciones sobre su papel exacto dentro del movimiento. Algunos analistas creen que su nombramiento en la dirección de esta comisión en 2020 no ha sido nada más que simbólico.

Abdul Ghani Baradar

Nacido en la provincia del Uruzgán (al sur) pero criado en Kandahar, Baradar es co-fundador de los talibanes junto con el mullah Omar, con el que luchó contra los soviéticos. Este último fue quien le dio el sobrenombre de Baradar (hermano, en persa), que hoy utiliza junto a su nombre.

En 2001, tras la intervención americana que derrocó al régimen talibán, formó parte de un pequeño grupo de insurgentes dispuestos a un acuerdo por el que reconocían a la nueva administración de Kabul. Pero Estados Unidos rechazó la iniciativa, abriendo así un nuevo capítulo de veinte años de guerra.

Baradar era el jefe militar de los talibanes cuando fue detenido en 2010 en Karachi, en Pakistán, a petición de Washington. Fue liberado en 2018, también por presión de Washington, que entonces quería emprender negociaciones con la dirección del movimiento. Escuchado y respetado por diferentes facciones talibán, inmediatamente fue nombrado jefe de su consejo político, con sede en Qatar, llevando a cabo las negociaciones de Doha con los americanos que han desembocado en la retirada de las fuerzas extranjeras de Afganistán.

Se le adjudica un cierto pragmatismo. Es sin duda gracias a su iniciativa que se ha producido, hace unos días, el primer nombramiento de un alto responsable en Kabul, el nuevo director del Banco Central. Una decisión motivada por la dramática situación que conoce el país tras la decisión de Washington de asfixiarles financieramente, lo que ha llevado al cierre de todos los bancos.

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Traducción: Miguel López

Texto original en francés:

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