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Los periodistas de 'Le Parisien' se plantan después de que su diario publique un editorial a favor de Sarkozy

El expresidente de Francia, Nicolás Sarkozy.

Laurent Maudit (Mediapart)

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En el mundo de la prensa francesa, que ha quedado en gran medida bajo control de los más poderosos, y que al mismo tiempo padece una cruel falta de independencia editorial –cuando no es objeto de instrumentalización, manipulación o censura–, hay que aplaudir a la redacción de Le Parisien por su indignación ante un editorial de la dirección del periódico que ataca a la Justicia tras la condena de Nicolas Sarkozy. El periódico, uno de los de mayor difusión en Francia, es propiedad desde 2015 del multimillonario Bernard Arnault, amigo de Nicolas Sarkozy y testigo de su segundo matrimonio.

Hay que aplaudirla por dos motivos. En primer lugar, confirma que, incluso en los periódicos propiedad de multimillonarios, los periodistas pueden reivindicar, frente a sus accionistas, el derecho a ejercer libremente su profesión y a informar honestamente a los ciudadanos que los leen, desbaratando los sistemas de connivencia o injerencia que la dirección de esos periódicos ha puesto en marcha. Por último, la vivísima reacción de la plantilla de Le Parisien pone de manifiesto, de forma indirecta, el estado de servilismo en que se encuentra buena parte de la prensa francesa, donde se han escrito editoriales tan desafortunados, pero sin suscitar la menor reacción.

Esta nueva crisis en el seno de Le Parisien surge a raíz de un editorial del pasado martes 2 de marzo, firmado por el director del periódico, Jean-Michel Salvator. El mismo día, horas más tarde, los sindicatos (SNJ, SNJ-CGT, SGJ-FO, SNPEP-FO, SGLCE-CGT), la Sociedad de Periodistas (SDJ, por sus siglas en francés) y el colectivo de mujeres del periódico difundían un comunicado de prensa conjunto para desvincularse "de este texto, cuyo contenido no corresponde a los valores que Le Parisien defiende desde hace 77 años". Fórmulas duras que subrayan el sentir de la redacción y la gravedad de la crisis.

Se da la circunstancia de que, Le Parisien –desde la época en que se llamaba Le Parisien libéré– participó en la refundación de la prensa durante la Liberación, promovida por el Consejo Nacional de la Resistencia, resurgió como cooperativa obrera, y tras conocer un lento y progresivo desarrollo cayó en manos del multimillonario Bernard Arnault.

En un texto bien documentado, los firmantes formulan múltiples quejas al director editorial. "En este editorial, que acompaña a una noticia sobre la condena de Nicolas Sarkozy por corrupción y tráfico de influencias, Salvator critica las 'decisiones judiciales' que se han vuelto, en su opinión, 'más graves o de una intransigencia implacable'. No corresponde a nuestro periódico opinar sobre una decisión judicial. Arrojar luz sobre sus consecuencias, sí. El resto es opinión", constatan.

Y continúan: "El director de la publicación minimiza a continuación los hechos que se imputan al expresidente de la República: 'Se acusa a Nicolas Sarkozy de haber sopesado apoyar la promoción de un magistrado (que no se materializó)'. Jean-Michel Salvator no lo ignora, desde el punto de vista jurídico, no es necesario que el beneficio se haya materializado para que se tipifique el delito de corrupción". 

Los firmantes hacen también esta otra observación: "El director de la redacción se refiere a continuación, torpemente y con indulgencia, a la condena de Georges Tron, 'por agresión sexual, a cinco años de prisión, de los cuales tres en firme', omitiendo la condena por violación con agravantes, un delito castigado con 20 años de prisión y que en este caso fue decidido por un tribunal de primera instancia y un jurado popular. Además de omitir parte de la realidad, el argumento contradice el compromiso adquirido por la dirección, en la carta de igualdad firmada el pasado mes de noviembre, de 'prestar especial atención a la utilización del vocabulario adecuado al tratar la violencia contra las mujeres'".

Por ello, los firmantes de este comunicado insisten en "reafirmar los principios de nuestra profesión: presentar los hechos, permitir la expresión de puntos de vista contradictorios, analizar... y no orientar los elementos fácticos de forma partidista al servicio de quién sabe qué intereses". En conclusión, los firmantes piden ser recibidos por Jean-Michel Salvator. "Mientras una parte de la redacción expresa un creciente sentimiento de desconfianza, queremos pedirle aclaraciones y garantías de que se respetará la integridad de la labor informativa de la redacción".

Se trata, por tanto, de una declaración contundente. Y, por qué no decirlo, inédita en el mundo de la prensa parisina porque en los últimos años, durante el quinquenio de Nicolas Sarkozy, y luego con François Hollande en la Presidencia de la República, se ha acelerado la normalización económica de la prensa, bajo los efectos de las compras por parte de multimillonarios bulímicos de todas las grandes cabeceras parisinas. Por su parte, Emmanuel Macron ha multiplicado las leyes que limitan la libertad de prensa y el derecho a saber de los ciudadanos (ley sobre el secreto comercial, sobre las fake news, etc.). Tanto es así que en los últimos tiempos se ha prestado más atención a una prensa coartada, que a una prensa que cumple normalmente su función ciudadana.

En este ecosistema mortífero, la reacción de la plantilla de Le Parisien rompe así con las formas de periodismo que con demasiada frecuencia tenemos la oportunidad de lamentar. El enfado que se incuba entre el personal de Le Parisien, y especialmente entre los periodistas, es mayor por cuanto el editorial que ha encendido la mecha no es el primero de este tipo.

El otoño pasado, se publicó un editorial que se burlaba de la cocina china en unos términos que se le atragantaron a muchos de los periodistas de Le Parisien, y por el que Claude Askolovitch, en su revista de prensa en France Inter, se indignaba: "Esta prosa extrañamente trumpista y culinariamente xenófoba ilustra que la locura puede apoderarse de un gran periódico popular".

Después, también por entonces, el 16 de octubre, otro editorial mostraba su inquietud por los registros que acababan de llevarse a cabo en los domicilios y oficinas de varias personalidades, entre ellas el ministro de Sanidad Olivier Véran, en el marco de la investigación judicial sobre la gestión de la pandemia, un editorial que sugería que aún no había llegado el momento de la Justicia.

Para muchos en la redacción de Le Parisien, el vaso está lleno. Muchos pedían una asamblea general o someter a la dirección del periódico a una moción de confianza. En el seno del sindicato SDJ, así como en el de algunos sindicatos de periodistas, en particular el SNJ, además se estudia la idea de exigir la supresión del editorial del periódico, que ha convertido a Le Parisien en un instrumento de propaganda, pero desviándolo "al servicio de quién sabe qué intereses", según la fórmula empleada por los firmantes. En definitiva, por decirlo claramente, al servicio de intereses claramente identificados, los del riquísimo accionista del periódico y sus amigos políticos.

En el momento de escribir estas líneas, este jueves 4 de marzo estaba prevista la celebración de una reunión en la que participarían la intersindical, el SDJ, el colectivo de mujeres y Jean-Michel Salvator. El SNJ tenía previsto exigir que se eliminase el editorial.

La clara postura de la redacción de Le Parisien es todavía más digna de mención por cuanto contrasta con el comportamiento de gran parte de la prensa mainstream.

La condena de Nicolas Sarkozy, el pasado 1 de marzo, a tres años de cárcel, uno de condena firme, por corrupción y tráfico de influencias en el llamado caso Paul Bismuth es claramente un acontecimiento histórico en la vida política y judicial francesa. Es la primera vez en la historia de la V República que un ex jefe de Estado es condenado por delitos tan graves. El único precedente es el de Jacques Chirac, pero éste, protegido durante mucho tiempo por su condición de jefe de Estado, no fue condenado hasta 30 años después de cometidos los delitos que se le imputaban.

Lógicamente, por tanto, la prensa podría inclinarse por destacar que se trata de un acontecimiento excepcional, digno de reflexión. Así lo apunta el redactor de Mediapart (socio editorial de infoLibre) Fabrice Arfi: "Hay que ser consciente del hito que supone la condena de Sarkozy en el caso Bismuth. Francia es un país enfermo de corrupción y los casos nos presentan un espejo al que tendremos que enfrentarnos algún día". 

"La abominable venalidad de la prensa francesa"

Y si se lee la prensa internacional, tras la condena de Nicolas Sarkozy, la reacción de muchos periodistas extranjeros es similar: invitaban a sus lectores a reflexionar sobre lo que esta condena ponía de relieve sobre Francia y su democracia. Bajo el título "Nicolas Sarkozy condenado, la democracia reforzada", Le Courrier International destaca el editorial del diario El País, que destaca "la condena ejemplar" del ex jefe de Estado: "Nadie está por encima de la ley. Este es el principal mensaje enviado por la Justicia francesa con la condena por corrupción y tráfico de influencias de Nicolas Sarkozy, presidente de la República de 2007 a 2012".

Esta excepción francesa, que hace que el jefe de Estado, que goza de un estatus de irresponsabilidad penal, esté por encima de la ley, es subrayada por muchas otras publicaciones extranjeras. Así, el alemán Die Süddeutsche Zeitung, siempre según Le Courrier International, señalaba que esta sentencia era una revolución en una Francia "monárquica" y elitista. Aquí, afirma el periódico muniqués, la política "descansa en la personalidad del presidente de la República, que debe ser a la vez una figura luminosa y un padre solícito para sus conciudadanos". Y añade: "La idea de que esta concepción invita a todo tipo de abusos, de que se basa en la fuerza del carácter individual, que por tanto puede corromperse, pertenece al contrato implícito que los votantes pasan cada cinco años con su presidente-monarca". Y el periodista concluye señalando que todos los presidentes franceses son objeto de sospechas, pero en el caso de Nicolas Sarkozy, "a quien le gustaban los chanchullos tanto como temía la luz [sobre dichos chanchullos]", este pacto ha fracasado por completo.

Por ello, la mayoría de los titulares de la prensa internacional han tratado de entender qué quería decir la condena de Nicolas Sarkozy sobre el estado de la democracia francesa, la corrupción que podía socavarla o el presidencialismo que la estaba destruyendo.

Pero, en Francia, ¡nada más lejos de la realidad! Por el contrario, muchos medios de comunicación, la mayoría de ellos en manos de multimillonarios -pero no todos- han luchado sin descanso contra la Justicia para proteger a Nicolas Sarkozy de la mejor manera posible.

Como no es posible hacer aquí un repaso exhaustivo de los editoriales vengativos contra los magistrados que han florecido en los últimos días, nos limitaremos a mencionar algunos de ellos.

Así, por ejemplo, el periodista Nicolas Beytout, que el 2 de marzo hizo el editorial político matinal en Europe 1 (emisora de radio propiedad de Arnaud Lagardère, también amigo íntimo de Nicolas Sarkozy). "Para ser respetada, la Justicia no debe estar bajo sospecha. Pero en la condena de Nicolas Sarkozy, todo es sospechoso", señaló. El cronista también es el director del periódico L'Opinion (financiado por otra familia de multimillonarios, los Bettencourt): "Hay que temer ser poderoso ante los jueces", intentaba hacer creer.

La cantinela es similar en casi todas partes. "Este juicio insensato hace que me den ganas de votar a Sarko", dice Élisabeth Lévy, columnista radical de derechas de Sud Radio.

Esta tendencia de una parte de la prensa francesa a cuadrarse en torno a los poderosos, para asegurar su defensa, no es nueva. Tras las primeras revelaciones de Mediapart sobre la cuenta oculta de Jérôme Cahuzac en Suiza, ¿quién no recuerda, por ejemplo, los medios de comunicación que nos juzgaron, reclamando "¡pruebas, pruebas, pruebas! " o el titular de Le Journal du Dimanche (JDD) propagando una noticia falsa: "¡Cahuzac exculpado!". ¿Quién no recuerda también los medios de comunicación que juzgaron a Mediapart en el caso de la financiación libia de la campaña de Nicolas Sarkozy, cuando ninguna revelación de Mediapart ha sido desmentida?

El juicio contra Mediapart, que han perdido definitivamente el director del periódico JDD y Paris-Match, es la última vuelta de tuerca de esta larga historia: detrás de una derrota judicial, hay una derrota de una cierta forma de periodismo...

Y esta costumbre de ciertas cabeceras o medios de comunicación de extender la alfombra roja no sólo beneficia a los líderes políticos. Aunque esté debilitado por su enfermedad, Bernard Tapie sigue teniendo su sitio en innumerables medios de comunicación, y es incontable el número de veces que ha sido invitado a France 2, en particular por Laurent Delahousse, sin que se le haga la más mínima pregunta sobre el dinero que obtuvo fraudulentamente y por el que todavía no ha devuelto el más mínimo céntimo al Estado, cinco años después de su condena.

Carlos Ghosn disfruta de la misma indulgencia o del mismo sistema de periodismo complaciente. Huido a Líbano, para escapar tanto de la Justicia japonesa como de la francesa, sigue siendo el favorito de muchos medios de comunicación. Así, hace unos meses, la periodista de France Inter, Léa Salamé, optó por viajar a Beirut para dar voz al jefe destituido, en lugar de dársela a los susceptibles de revelar los excesos de su presidencia al frente de Renault.

Por eso es buena la reacción de los periodistas de Le ParisienLe Parisien. En efecto, desde el Segundo Imperio hasta hoy, han existido a menudo en Francia sistemas de connivencia entre la prensa y los poderes políticos y financieros. La consanguinidad era a menudo más fuerte aquí que en otros lugares. Un famoso emisario ruso, Arthur Raffalovitch, encargado por el zar antes de la guerra de 1914 de sobornar a la prensa francesa para que hablara bien del régimen y de sus préstamos, llegó a tener una famosa fórmula para denunciar "la abominable venalidad de la prensa francesa". Pero, en la historia de la prensa francesa, a menudo ha habido sobresaltos.

Si la indignación de la redacción de Le Parisien pudiera provocar una mancha de aceite, sería cuanto menos de agradecer. Porque en estos tiempos inciertos y peligrosos, es evidente que los ciudadanos necesitan más que nunca una prensa libre y honesta. Todo acto de resistencia o rebeldía merece ser bien recibido...

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Traducción: Mariola Moreno

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