Lo mejor de Mediapart

La retirada de EEUU del Acuerdo de París, un drama para el clima

Acuerdo de París

La temida noticia, que se veía venir, terminó cayendo como una losa el jueves 1 de junio: Estados Unidos se retira del Acuerdo del Clima de París. Con ese estilo de andar por casa e impreciso que le caracteriza, Donald Trump anunciaba: “A fin de cumplir mi solemne deber de proteger a América y a sus ciudadanos, EEUU se retirará del Acuerdo de París pero comenzará negociaciones para volver al Acuerdo de París o a una nueva transacción en términos que sean justos". Y añadía: “Y si lo conseguimos, será magnífico”.

El Acuerdo de París, alcanzado en diciembre de 2015 al término de la cumbre COP21, compromete a los 195 firmantes a hacer todo lo posible por limitar el calentamiento planetario a dos grados centígrados, un aumento de temperaturas que, según los científicos, provocaría impactos irreversibles en las condiciones de vida de la tierra. Se trata de un texto histórico porque, por primera vez, todos los países –los miembros de la convención de la ONU sobre el clima, excepto Siria y Nicaragua– se comprometen a reducir sus emisiones de gas de efecto invernadero. El acuerdo, fruto de 20 años de negociaciones difíciles, es el resultado de un sabio equilibrio entre Estados de intereses económicos contradictorios. Estados Unidos se había comprometido a reducir, de aquí a 2025, del 26% al 28% sus emisiones –sobre los niveles de 2005–. Se trata de un objetivo menos restrictivos que los establecidos en otros países industrializados; Europa, sin ir más lejos, toma como base de referencia 1990.

En 2015 en las instalaciones de Le Bourget que acogieron la cumbre COP21, el equipo de negociadores de Barack Obama –que no quería dejar pasar ni un detalle que comprometiese en exceso a Estados Unidos– analizó en detalle el pacto hasta el último minuto. Por esa razón, la idea misma de reclamar otra “transacción” internacional más favorable a los intereses estadounidenses no es sino un auténtico capricho. Estados Unidos, el país más rico del mundo, es el primer emisor de gas de efecto invernadero por persona; tiene una responsabilidad histórica, como el resto de países industrializados, en el cambio climático. China, mayor emisor de la última década, e India no dejan de recordárselo en los encuentros de la diplomacia del clima.

El acuerdo de París oficialmente entró en vigor el 4 de noviembre de 2016. Para abandonarlo, cualquier Estado tiene que esperar tres años desde dicha fecha y después respetar un preaviso de un año. De modo que, Estados Unidos podrá retirarse el 4 de noviembre de 2020, el día después de celebrarse las futuras elecciones presidenciales en el país norteamericano.

La retirada del Acuerdo del Clima fue un compromiso de campaña de Donald Trump, climatoescéptivo reconocido y crítico con los efectos económicos nefastos, en su opinión, del texto sobre la economía norteamericana. En su alocución, el mandatario enumeró los sectores de actividad que perderían ingresos y puestos de trabajo por los compromisos climáticos norteamericanos. Un estudio, cuestionado por investigadores y ecologistas, habla de una eventual destrucción de 2,7 millones de empleos en Estados Unidos de aquí a 2025. Sin embargo, el sector de las energías renovables se encuentra en pleno desarrollo en una país que cuenta con enormes recursos (energías solar y eólica). Trump añadió que Estados Unidos dejaría de aplicar sus compromisos ligados al acuerdo. Eso incluye la importante ayuda financiera prometida a los países más pobres: alrededor de 3.000 millones de dólares para ayudarlos a adaptarse a las sequías y al aumento del nivel del mar. Un drama por cuanto era la principal contrapartida que reclamaban los países en vías de desarrollo a cambio de aceptar el objetivo de reducción de sus propias emisiones.

Así las cosas, ¿cómo afectará en los otros países firmantes el abandono norteamericano? El acuerdo de París es un texto flexible y eficaz: a diferencia del Protocolo de Kioto, no obliga jurídicamente a los países a respectar los objetivos de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Cada uno se fija sus propios compromisos y debe reevaluarlos regularmente. La retirada de un miembro, en sí misma, no acaba con la estructura del acuerdo, pero sí es un campo de fuerza: ninguna gran potencia quiere perder en el intento. La salida de Estados Unidos puede invitar a otros países a levantar el pie de sus compromisos. En la negociación de París, los negociadores norteamericanos ejercían una fuerte presión sobre la transparencia de las medidas de CO2 y su control. ¿Quién desempeñará ahora ese papel para asegurarse que los datos proporcionados por China, India o Europa se corresponden con la realidad?

“El acuerdo de París era un acuerdo sobre el papel. Si Estados Unidos lo abandona, representa un cierre. Las mayores consecuencias serán geopolíticas. Estamos ante un ejercicio de egoísmo nacionalista por parte de Estados Unidos. China va a aprovechar esta circunstancia para tratar de hacerse con el liderazgo sobre el clima. Supone abrir una puerta también para la UE, ¿desempeñará un papel más importante?”, se pregunta la investigadora Amy Dahan, especialista en negociaciones climáticas.

Para Jean Foyer, coautor de Globalising the Climate, un libro colectivo de investigación sobre la COP21, el mundo conoce un proceso de “climatización”: un avance en la toma en consideración del clima. “Se da una internalización de la cuestión climática de la mano de una serie de actores: las instancias religiosas, los agricultores y las empresas implicadas en agricultura climáticamente inteligente o en la protección de la biodiversidad. Antes, la cuestión del clima sólo se discutía desde un punto de vista científico; ya no es así: el clima se ha convertido en un metaproblema, como la seguridad y el comercio”. Sin embargo, aunque haya climatización, no quiere decir que el problema del clima esté en vías de resolverse.

Entre las innumerables reacciones de las ONG, de responsables políticos e investigadores desde que se se dio a conocer el abandono norteamericano, algunos esperan que la salida de Estados Unidos vuelva a movilizar en torno al clima a las ciudades, las comunidades locales, las fundaciones, las empresas, los sectores económicos que ya han entrado en la transición energética. Podría estimular a movimientos que trabajan en contra del proyecto de oleoductos Keystone XL, paralizado por Obama pero que ha reactivado Trump. Y nadie imagina que California, Nueva York o Texas dejen de invertir en renovables. El boom del gas de esquisto ha hecho caer el precio del carbón americano. El cierre de las centrales de carbón de Estados Unidos es, a ojos de muchos expertos, algo inevitable. En conversación telefónica con Emmanuel Macron el pasado 9 de mayo, el presidente chino Xi Jinping se comprometió a “defender” el acuerdo de parís sobre el clima al lado del nuevo presidente francés.

Pero el abandono de EE. UU. del Acuerdo de París puede poner al mundo al borde del abismo de la catástrofe climática. Si se suman los compromisos alcanzados por los Estados, suponiendo que se respeten estrictamente, la cantidad de CO2 que se deja de emitir no permite alcanzar el objetivo de dos grados centígrados. Con un calentamiento de +3° C, horizonte que va en la línea de los esfuerzos aceptados por los países según los investigadores, el deshielo de las capas polares sería más rápida y brutal, el aumento de los niveles de agua mayor y las sequías todavía más crueles. En el diario The New York Times, Bill McKibben, fundador de la ONG 350.org que milita por la desinversión en energías fósiles, escribe: “Esta decisión es el acto más idiota que ha llevado a cabo nuestra nación desde que declaró la guerra a Irak. Supone repudiar a dos fuerzas civilizadoras del planeta: la diplomacia y la ciencia”.

Por temible que sea, la salida estadounidense del Acuerdo de París no debe ocultar una situación muy problemática: el gran consenso internacional que dijo sí al Acuerdo de París en 2015 no se ha transformado en consenso en contra de los proyectos climaticidasclimaticidas; desde hace año y medio, se han perforado nuevos yacimientos petrolíferos con el riesgo de destruir manglares, humedales y arrecifes de coral. Y siguen construyéndose, en Asia, en América y en Europa, centros comerciales, redes viarios, aeropuertos, gigaestadios y data centers que consumen enormes cantidades de energía. En Francia, nunca se han echado tanto cemento sobre terrenos agrícolas como en 2016. Y el clima fue, en buena medida, el gran olvidado de la campaña de las presidenciales francesas.

La justicia climática confronta a los países en la cumbre del clima de Bonn

La justicia climática confronta a los países en la cumbre del clima de Bonn

Traducción: Mariola Moreno

Leer el texto en francés:

Más sobre este tema
stats