Crisis migratoria

El rostro más amargo del egoísmo y del miedo

El rostro más amargo del egoísmo y del miedo

El 1 de julio de 2015, Mediapart –socio editorial de infoLibre– ponía en marcha, en colaboración con nueve diarios tunecinos y europeos, diferentes asociaciones y ONG, una operación editorial especial llamada “Abramos Europa #OpenEurope”. El objetivo era documentar y dar la voz de alarma ante la peor crisis migratoria del continente desde la Segunda Guerra Mundial. El objetivo también era poner de relieve las innumerables iniciativas solidarias promovidas en las sociedades europeas y subrayar el contraste que suponen ante el egoísmo mediocre de que hacen gala nuestros Gobiernos.

Casi nueve meses después, el drama humanitario está más presente que nunca, mientras se evidencia la catástrofe política. En estos meses, la Unión Europea ha fracasado a la hora de ofrecer una respuesta digna y la altura de una crisis geopolítica mundial. La idea europea de paz y de seguridad, tanto como la de justicia y de solidaridad, se ha visto vapuleada. En el espejo de la crisis de los refugiados, se refleja el rostro más amargo de una Europa populista, xenófoba, que se parapeta tras los egoísmos nacionales y los miedos disparatados.

El proyecto de acuerdo con Turquía dado a conocer este lunes 7 de marzo, que debe ratificar el Consejo Europeo que se celebra los días 17 y 18 de marzo, evidencia esta estrategia de cierre. ¿En que consiste? En externalizar a Turquía la gestión de la crisis migratoria, al precio de 6.000 millones de euros, para que ese país retenga a los que huyen de una Siria en guerra. Poco importa que el régimen autoritario de Erdogan amordace a la oposición, que reactive la guerra contra los kurdos en el este del país y controle a los medios de comunicación del país; ante estas violaciones flagrantes de los principios democráticos, Europa mira para otro lado. De paso, se salta a la torera los Convenios de Ginebra sobre la acogida de refugiados, al advertir su disposición a expulsar a los migrantes llegados a su territorio –principalmente a Grecia– a Turquía. Y plantea una potencial reapertura de las negociaciones para la adhesión de Turquía.

Hace ocho meses, la mayoría de los dirigentes europeos mostraban su indignación ante la repentina decisión del primer ministro húngaro Viktor Orban de levantar una valla con concertinas, en la frontera con Serbia. Hoy, ellos hacen lo mismo, improvisando el cierre y la apertura fronteriza según los vaivenes de una crisis que, todo apunta, que irá para largo, mientras las guerra que arrasan Oriente Medio (y del que buen número de personas europeas son actores) continuarán. Migrantes y refugiados no han dejado de llegar a las islas griegas, arriesgando sus vidas. Las primeras cifras de 2016 son elocuentes, el 6 de marzo, según los datos del Alto Comisariado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), eran 132.177 los migrantes que habían llegado a Grecia después de atravesar las costas turcas. Es decir, una cifra 30 veces superior a la registrada el año pasado por las mismas fechas.

En febrero, varios países, miembros y no miembros, de la Unión Europea, tomaron la decisión de forma unilateral de cerrar las fronteras y de poner en marcha un sistema de filtrado estricto de los migrantes: Austria, Serbia, Croacia, Eslovenia, y después Macedonia, empezaron a dejar pasar, a cuentagotas, únicamente a los sirios y a los iraquíes, una selección que no ampara ninguna ley. Ahora, según los periodistas presentes sobre el terreno, incluso los ciudadanos sirios y los iraquíes se ven sometidos a una selección. Los originarios de regiones consideradas “seguras” por las autoridades macedonias son devueltos a la frontera y permanecen bloqueados en Grecia. Es kafkiano, los originarios de Qamichli, Damasco, Lattaquiés, Tartous, Homs, Bagdad, Diyala y Kikuk no tendrían derecho, según una decisión unilateral de Skopje, a refugiarse en Europa...

El proyecto inicial del comunicado emitido por el Consejo Europeo de este 7 de marzo señalaba: “La ruta de los Balcanes está cerrada”. Es lo mismo que decía Orban mientras levantaba las alambradas; lo mismo que hizo Austria y otros países de los Balcanes. Angela Merkel mostró su oposición, sin éxito, este lunes. “Se ha puesto fin a los flujos irregulares de migrantes por la ruta de los Balcanes occidentales”, se puede leer en las conclusiones de la reunión del lunes que dejan entrever el peso de los países de Europa central, contrarios a la acogida de refugiados.

La canciller alemana, que se ha topado con numerosas dificultades políticas, intenta calibrar su política. Muy criticada en el seno de la derecha alemana, Angela Merkel ha de hacer frente este fin de semana a importantes comicios en tres länder, en Baden-Wurtemberg, Renania-Palatinado y Sajonia-Anhalt. En estas elecciones existe el riesgo de ver cómo las formaciones xenófobas y antieuropeas, con el AfD a la cabeza, registran un importante ascenso.

La decisión de Alemania de acoger en 2015 a casi un millón de refugiados ha sido una lección política para toda Europa. Ejercía como primera potencia europea de este país, capaz de hacer frente al desafío de una crisis histórica. El aislamiento de Alemania, criticado por Francia y por la mayor parte de países de Europa central, ha obligado a la canciller a este cambio de rumbo. Europa debe proporcionar una respuesta coordinada, reflejo de la acogida y solidaridad de los países miembros, decía Angela Merkel hace unos meses. Europa debe estar a la altura de los valores que pretende encarnar, a la altura de su potencia: cómo los Veintiocho, primera potencia económica mundial, 500 millones de habitantes, pueden ofrecer una respuesta inferior a la proporcionar por países como el pequeño reino de Jordania (más de 1,2 millones de refugiados), líbano (2,7 millones). Y así lo recordó el domingo el primer ministro griego Alexis Tsipras: los europeos deben elegir entre “el miedo y el racismo o la solidaridad”.

Las cifras ahora ponen de manifiesto que el resto de capitales europeos no tomaron el testigo de Berlín. El plan que propuso la Comisión Europea en junio pasado, dirigido a repartir 160.000 refugiados entre distintos Estados miembros, es un completo fiasco: solo se han “relocalizado” 497 personas en cinco meses en diferentes países de la UE.

Grecia, un campo de refugiados

El fracaso de los dirigentes europeos es más flagrante si cabe porque contrasta frontalmente con la movilización ciudadana del continente. Decenas de miles de personas han dejado proporcionado ayuda, humanitaria y apoyo a los migrantes. Este fin de semana, en un país asfixiado por seis años de crisis, casi 10.000 griegos depositaron ropa y alimentos, destinada a los migrantes en Syntagma, la plaza central de Atenas.

Ya sea en las islas griegas, como en Lesbos, en Berlín o en distintos puntos de la ruta de los Balcanes, la solidaridad de las empresas europeas ha sido notable, mitigando con eficacia la inacción de Estados fracasados o pusilánimes. En lugar de escuchar este gesto de seguridad, la mayoría de los dirigentes ha preferido optar por cerrar sus fronteras, mientras que el posicionamiento egoísta o retrógrado de los países del grupo de Visegrad (Hungría, Polonia, Eslovaquia, República Checa), antes minoritaria en Bruselas, ganaban terreno. Europa central parece imponer su agenda. El escenario es siempre el mismo, cuando un partido en el poder enarbola un discurso hostil para con los migrantes, en las elecciones siguientes alguien adelanta por la derecha esa postura. Así ocurrió en octubre en Polonia, con el regreso de la derecha ultraconservadora al Ejecutivo; lo mismo que este fin de semana en Eslovaquia, ante el avance de la extrema derecha al Parlamento.

Esta incapacidad de la UE para acoger con dignidad a los demandantes de asilo no va sólo contra los principios fundacionales de la Unión. Tiene consecuencias muy concretas, ya que está transformando Grecia en un inmenso campo de refugiados. A día de hoy, según las autoridades griegas, más de 36.000 personas se encuentran en tránsito en el país, a la espera de poder cruzar la frontera macedonia. Duermen al raso, en asentamientos, en estaciones, en albergues improvisados... un poco en todas partes en la ruta tomada por los migrantes (El Pireo, Atenas, Trikala, Kozani, Idomeni...). La situación se agrava cada día un poco más. En el puerto de El Pireo, son más de 3.200 los migrantes que duermen en el suelo, en las salas de espera (hace 10 días apenas eran 1.500).

Para evitar una “sobrecarga” en la Grecia continental, Atenas trata, desde que cayó la primera ficha en el juego del dominó de las fronteras europeas, de ralentizar la llegada de refugiados que alcanzan las islas del mar Egeo, para ello limita el acceso a los ferris. El lunes por la mañana eran casi 4.000 las personas que esperaban en Lesbos alcanzar el continente. Esa misma noche, 987 habían llegado desde las costas turcas, según las cifras del Ejecutivo griego.

No hace falta decir que esta cascada de cierres y de restricciones en cadena es explosiva y plantea graves problemas sanitarios. La respuesta de la Unión Europea, una vez más, da que pensar. La semana pasada se anunció una partida con carácter urgencia, destinada a Grecia, con la que afrontar esta nueva crisis humanitaria. En total se han comprometido 700 millones de euros, de ellos 320 millones este mismo año. Pero, ¿el desbloqueo de la ayuda humanitaria no es síntoma de que se actúa con urgencia, sin planificación y mientras la crisis ya está muy avanzada? ¿No se admite con ello que Grecia ya es de facto un campo de refugiados?

“Espero que la UE sea solidaria esta vez y que la ayuda llegue a tiempo. Antes no fue así, hasta ahora sólo se ha cubierto con ayuda humanitaria el 20% de las necesidades en material y medios humanos (tiendas, mantas, coches patrulla, policías Frontex)”, decía el ministro griego de Política Migratoria Yannis Mouzalas en una entrevista a Libération. Denunciaba también la actitud de los países de la ruta de los Balcanes y señalaba que éstos han preferido ayudar a Macedonia en lugar de ayudar a Grecia, miembro de la UE: “Nadie se pregunta si los Estados situados en esta ruta de los Balcanes han creado las 50.000 plazas de acogida comprometidas en octubre. En realidad, no las han creado. Nadie dice claramente que estos países, que no han enviado ninguna ayuda a Grecia, se han apresurado a ayudar a Macedonia para que las decisiones del Consejo Europeo no se apliquen... Nunca se han llegado a enviar agentes destinados a reforzar los efectivos de Frontex en Grecia. Sin embargo, han enviado a Macedonia. No han proporcionado material a Grecia, sin embargo, sí lo han enviado a Macedonia, que no forma parte de la UE”.

¿Cuánto puede durar este juego? El Gobierno de Tsipras no deja de instar, desde hace meses, a la solidaridad europea. Es el único. “Desgraciadamente, entre las dos cumbres europeas, se han producido dos acuerdos que nadie ha aplicado. Es un problema para nuestra Europa. O se alcanzan acuerdos y se aplican o no se alcanza ningún acuerdo”, dijo Alexis Tsipras en la cumbre UE-Turquía el lunes a Bruselas.

El primer ministro sabe de lo que habla. Desde hace seis años, su país debe respetar, al pie de la letra, las recomendaciones europeas en materia presupuestaria. Este martes 8 de marzo, los representantes de las instituciones regresarán a Atenas para evaluar el avance de las reformas y sobre todo de las pensiones... Grecia, por sexto año consecutivo, ¿ha de seguir aplicando estrictamente las medidas de austeridad, mientras se convierte en el campo de refugiados de Europa y esto al tiempo que sus socios rechazan respetar las reglas europeas? Es el mundo al revés.

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Traducción: Mariola Moreno

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