¿Reconstruir Gaza o edificar el 'Gran Israel'? Si depende de Trump y Netanyahu, Palestina desaparecería

Palestinos caminan entre los escombros de edificios destruidos, en el campo de refugiados de Jabaliya, norte de la Franja de Gaza.

René Backmann (Mediapart)

¿Cuántos palestinos han muerto o resultado heridos por las bombas, cohetes, proyectiles y balas israelíes desde el inicio de la guerra de Gaza, lanzada en represalia por el atentado de Hamás del 7 de octubre de 2023?

Aunque la tregua que entró en vigor el 19 de enero ha permitido la liberación de 290 prisioneros palestinos detenidos en Israel a cambio de la liberación de 7 rehenes israelíes retenidos desde hace más de quince meses en la Franja de Gaza, el relativo y momentáneo silencio de las armas nos lleva a hacer un balance humano de este episodio excepcionalmente destructivo del interminable conflicto israelo-palestino.

Por desgracia, este balance es provisional, dada la fragilidad del alto el fuego. Y también porque la violencia devastadora de los ataques israelíes ha transformado todo el enclave palestino en un inmenso campo de ruinas que podría ocultar un verdadero cementerio.

Actualmente es imposible evaluar el número de gazatíes sepultados bajo los escombros de sus casas, el 92% de las cuales han quedado destruidas o gravemente dañadas.

Además, según un informe de Médicos Sin Fronteras (MSF) publicado el pasado diciembre, “decenas de miles de supervivientes quedarán marcados de por vida, tanto física como mentalmente. Las heridas de guerra suelen requerir múltiples operaciones y años de rehabilitación y cuidados. Estos servicios, que hoy faltan cruelmente en Gaza debido a la destrucción de la infraestructura sanitaria y a la grave escasez de equipos médicos, seguirán sin estar disponibles durante mucho tiempo, dados los plazos necesarios para restablecerlos”.

Los autores del informe añaden: “Por regla general, hasta un 4% de los heridos de guerra necesitan cirugía reconstructiva. En Gaza, se calcula que más de 4.000 personas necesitarán cirugía compleja y rehabilitación completa.”

Por su parte, la OMS afirma que “más de 22.500 personas, alrededor de una cuarta parte de los heridos en Gaza, han sufrido lesiones de por vida que requieren rehabilitación inmediata y a largo plazo. Los supervivientes de la guerra sufren quemaduras graves, fracturas complejas y, en muchos casos, han sido amputados. En Gaza se han practicado entre 3.105 y 4.050 amputaciones”.

Según cifras del gobierno israelí, el 7 de octubre de 2023 murieron casi 1.200 personas, entre ellas 33 niños y varios ciudadanos extranjeros, y más de 250 fueron tomadas como rehenes por combatientes de Hamás. De ellos, han sido liberados 161 y se cree que han muerto 35. Fuentes militares israelíes informan de que, desde que comenzaron las operaciones terrestres en Gaza, han muerto 405 militares israelíes y 2.500 han resultado heridos.

Del lado palestino, el Ministerio de Sanidad, controlado en Gaza por Hamás y cuyas cifras son validadas y publicadas por Naciones Unidas, cifra el número de muertos en algo más de 46.600, de los cuales 16.200 son hombres, 7.216 mujeres, 13.300 niños, 3.440 mayores de 65 años –es decir, demasiado viejos para combatir– y 110.000 heridos.

Según Naciones Unidas, en vísperas de la tregua, el 91% de la población sufría “inseguridad alimentaria aguda” debido a la destrucción de los recursos agrícolas (pozos, huertos, invernaderos y barcos pesqueros destruidos, ganado sacrificado) y a la prohibición israelí de los convoyes de ayuda humanitaria. Esta prohibición se ha levantado en principio gracias a la tregua. ¿Pero por cuánto tiempo?

Se estiman entre 70.000 y 186.000 muertos

Mientras que la inmensa mayoría de la población –1,9 millones de 2,22 millones en octubre de 2023– se ha visto desplazada por la guerra, obligada a refugiarse en albergues precarios, la mitad de los 36 hospitales del territorio sólo funcionan parcialmente y la mayoría de los dispensarios han sido destruidos o dañados. Todo el sistema sanitario local, que ha perdido un millar de empleados y 130 ambulancias, carece de medicamentos básicos y de material médico y quirúrgico.

Con el añadido de la falta de electricidad y agua potable, la promiscuidad de las viviendas improvisadas y la falta de higiene básica a la que están condenados los desplazados, esas durísimas condiciones de vida hacen que la supervivencia de los numerosos heridos y amputados sea más que incierta, y llevan a los especialistas a ver con reservas las cifras oficiales de víctimas civiles.

“La violencia perpetrada por las fuerzas israelíes ha causado daños físicos y psicológicos a una escala que desbordaría cualquier sistema sanitario funcional, por no hablar de un sistema sanitario destruido por una ofensiva devastadora y un bloqueo que dura ya diecisiete años”, precisa el informe de MSF.

Intentar hacer un balance humano del conflicto en estas condiciones no es fácil. Sin embargo, al presidente de Médicos del Mundo, que cuenta con un equipo de cincuenta personas sobre el terreno, le parece “coherente con la situación sanitaria, militar y geopolítica” la estimación de 186.000 muertos presentada el pasado mes de julio por tres investigadores de salud pública en la sección “correspondencia” de la web de la revista médica británica The Lancet.

Partiendo del principio de que “los conflictos armados tienen repercusiones indirectas en la salud, más allá de los daños directos causados por la violencia”, han aplicado, basándose en los precedentes de Burundi y Timor Oriental, una “estimación conservadora” de cuatro muertes indirectas por una directa a la cifra de 37.396 muertos registrada el 19 de junio en la web del ministerio de Sanidad de Hamás. Esto arroja la cifra de 186.000 muertes.

Tras comprobar, cruzar y eliminar duplicados, los investigadores estiman en 64.260 el número de muertes durante el periodo elegido (del 7 de octubre de 2023 al 30 de junio de 2024)

Pero unos meses después, The Lancet publicó otra estimación, considerada la más seria y aceptada por la mayoría de los especialistas. A diferencia de la cifra publicada en julio, no se trataba de una simple estimación enviada al apartado de correspondencia de los lectores en la web de la revista, sino del resultado de una investigación seria y de un cruce de fuentes. Los cinco autores son especialistas en salud pública, profesores o investigadores de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres o de las universidades de Cambridge, Nagasaki o Yale.

Su artículo de 9 páginas fue sometido a la validación y aprobación de sus pares antes de su publicación, como es habitual en The Lancet. Su investigación, que abarca el periodo comprendido entre el 7 de octubre de 2023 y el 30 de junio de 2024, se basa en el uso de tres fuentes: la lista de defunciones elaborada por el ministerio de Sanidad, la recopilación en Internet de las declaraciones de defunción de las familias y los obituarios publicados en redes sociales. Tras comprobar, cruzar y eliminar duplicados, los investigadores estimaron en 64.260 el número de fallecidos durante el periodo elegido.

Esta cifra es un 41% superior a la de 37.877 víctimas declaradas en la misma fecha por el Ministerio. Según los autores del artículo, esto corresponde al 2,9% de la población del enclave, es decir, 1 muerto por cada 35 habitantes. En comparación con la población actual de Francia, esto equivale a una sangría de 1.940.000 personas.

“Si aplicamos la misma tasa de infravaloración de las pérdidas a los cuatro meses siguientes al periodo estudiado”, escriben los cinco universitarios, “podemos considerar plausible que el número real de víctimas humanas en Gaza supere los 70.000 muertos”.

“Nuestros resultados”, añaden, “también subestiman el impacto real de las operaciones militares en Gaza, ya que no tienen en cuenta las muertes no relacionadas directamente con el traumatismo, como las derivadas de la interrupción de los servicios sanitarios, la inseguridad alimentaria, la falta de agua y las deficiencias del sistema de saneamiento. Nuestras proyecciones indican que la población de Gaza podría haber sufrido otras 2.680 muertes por enfermedades no transmisibles, 2.720 por enfermedades infecciosas endémicas, 11.460 por posibles epidemias y 330 por complicaciones neonatales durante el periodo comprendido entre febrero y agosto de 2024”.

Los investigadores de The Lancet señalan también que una encuesta sobre el terreno, imposible dadas las condiciones de seguridad y las dificultades de acceso a Gaza, habría permitido realizar estimaciones serias sobre este punto.

“Nuestros trabajos", concluyen, “subrayan la necesidad urgente de un mayor acceso de la ayuda humanitaria a toda la Franja de Gaza y de proteger al personal sanitario, las ambulancias y los centros de salud para que los heridos puedan recibir a tiempo los cuidados necesarios”. En general, creen que es indispensable que haya iniciativas diplomáticas en favor de un cese inmediato y permanente de las hostilidades. Como en otros lugares, parece importante la rápida apertura de investigaciones sobre posibles crímenes de guerra para garantizar la aplicación de la justicia e identificar a los responsables”.

Sobre este último punto, hay lugar para la duda.

Elevar el umbral de daños colaterales aceptables

Netanyahu, sintiéndose reforzado, incluso en sus peores proyectos, por el regreso al poder en Washington de su amigo y protector Donald Trump –el primer ministro israelí es el primer mandatario extranjero invitado a la Casa Blanca–, tiene menos intención que nunca de poner fin a una guerra que le permita escapar de los juicios por corrupción que le esperan. Y de la probable comisión de investigación sobre su responsabilidad en los “errores” que condujeron al atentado terrorista del 7 de octubre de 2023.

Esta comisión de investigación se crearía sin duda al día siguiente del cese efectivo de la intervención militar en Gaza. Netanyahu se enfrenta a enormes y contundentes responsabilidades por haber iniciado la guerra y por la estrategia devastadora aplicada bajo su autoridad, por no decir a petición suya.

Esos actos le han valido una orden de detención del Tribunal Penal Internacional y que su país tenga que responder ante el Tribunal Internacional de Justicia por sospechas de genocidio. Estos dos órganos judiciales de la ONU no están reconocidos por Israel ni por Estados Unidos, pero sus fallos no son menos incómodos, cuando no infames, para aquellos, ciudadanos o Estados, a los que se dirigen. Al menos a los ojos de los ciudadanos o pueblos comprometidos con el Estado de Derecho.

Fue con la aprobación de Netanyahu, si no por iniciativa suya, como se aplicó desde el comienzo de la guerra la devastadora doctrina Dahiya”, que debe su nombre a un barrio chií de Beirut arrasado por la aviación israelí en 2006. Una doctrina que no distingue entre objetivos civiles y militares e ignora deliberadamente el principio de proporcionalidad de la fuerza, que es la base del derecho de la guerra.

Como reveló The New York Times el 26 de diciembre de 2024, Netanyahu autorizó que el Estado Mayor, alegando una “amenaza existencial” inexistente, introdujera un cambio fundamental en sus reglas de enfrentamiento, permitiendo a un oficial de rango medio ordenar un ataque sin la aprobación de un superior.

Esa decisión iba acompañada de un aumento del umbral de daños colaterales aceptables, que pasó de 10 a 20 víctimas civiles por ataque. Dada la excepcional densidad de población de la Franja de Gaza (6.000 habitantes por km2), se entiende que las 30.000 bombas de precisión lanzadas durante las siete primeras semanas de la guerra causaran 15.000 víctimas. Y que el balance de catorce meses de guerra sea el que conocemos hoy: más de 70.000 muertos y un horizonte de escombros.

En este contexto, las “visiones” de Trump sobre el futuro de la región, que comenzarían con la “limpieza” de Gaza y la expulsión de los palestinos a Jordania y Egipto, no sólo revelan la abrumadora y peligrosa indigencia geopolítica del multimillonario presidente de Estados Unidos, que ve Oriente con un simplismo ciego y aterrador.

Los palestinos buscan a sus muertos tras el alto el fuego en una Gaza en ruinas tras quince meses de guerra

Los palestinos buscan a sus muertos tras el alto el fuego en una Gaza en ruinas tras quince meses de guerra

También ponen de relieve la complicidad entre Trump y Netanyahu, que siempre ha soñado con expulsar a los palestinos de su patria para reconstituir el bíblico “Gran Israel”. Y que parece decidido a continuar en Cisjordania la limpieza étnica iniciada en Gaza, indiferente a la condena moral que provoca ese proyecto y al crimen contra la humanidad que constituye según el derecho internacional.

 

Traducción de Miguel López

Más sobre este tema
stats