Librepensadores

'Mi viaje a la Rusia sovietista'

Thierry Precioso

He buscado el libro Mi viaje a la Rusia sovietista, de Fernando de los Ríos Urruti, pero antes de haber podido hallar un ejemplar físico me encontré con una versión digital de dicha obra a través de su página web y me puse a leerla.

En este relato, el autor narra sus impresiones tras haber visitado Rusia durante casi dos meses. La introducción titulada “Al Lector” amena y de apenas una página y media está fechada en junio de 1921.

En el congreso extraordinario del PSOE, de 1920, Daniel Anguiano y Fernando de los Ríos Urruti fueron comisionados para viajar a la Unión Soviética y ver las posibilidades para mantener el ingreso del partido en la Tercera Internacional fundada en 1919 por los socialistas revolucionarios. Estos últimos habían dejado la Segunda Internacional acusando a los partidos socialistas de haber apoyado los esfuerzos bélicos de sus gobiernos en la Primera Guerra Mundial mientras que ellos se habían opuesto por completo al conflicto por considerarlo “útil sólo para la burguesía y contrario a los intereses del proletariado”.

El 9 de octubre de 1920 los dos comisionados por el PSOE salían de Berlín para Stettin donde tomaron inmediatamente un barco con destino a Reval en Estonia. Stettin era entonces una ciudad alemana, más tarde en 1945 los aliados iban a conceder su soberanía a Polonia su nombre volviendo a escribirse Szczecin. En la expedición estaban entre otros dos representantes oficiales del Gobierno de los Soviets y también estaba una señorita rusa que contraria a la revolución había podido abandonar Petrogrado... El 12 de octubre el barco llegaba a Helsingfors, actual Helsinki. En la mañana siguiente atracaban en el puerto de Reval, actual Tallin, capital de Estonia. El 16 de octubre por la noche se les designaba la partida en tren...

Con la noche ya bien entrada partían, al grupo compuesto por nueve –una estonia, seis rusos y los dos españoles – se le había otorgado un coche cama. A las once y media el convoy llegaba a Narva última ciudad estonia y entraron en Rusia. En medio de bosques de nieve, abetos y hayas el tren iba a veinte o veinticinco kilómetros por hora, en el coche cama había muy buen ambiente los rusos encargándose de mantener el samovar siempre alerta, de vez en cuando los dos españoles charlaban con viajeros en algún otro vagón.

Cuando el tren se detuvo en su destino final, San Petersburgo –entonces llamada Petrogrado– empezaron a ver una enorme desorganización, algunas muchachas llevaban fusiles. A las cuatro horas llegó el coche que los llevaría a Moscú. Una vez en Moscú vuelven a esperar, estaban a 17 de octubre. Después de aguardar horas fueron trasladados al hotel Lux donde se les dio una habitación. Se iban a quedar ocho semanas y un día: el regreso sería el lunes 13 de diciembre de 1920.

El hotel tenía un comandante que representaba a las instituciones oficiales y era la máxima autoridad del establecimiento. El autor estaba alerta observando empleadas y empleados, entre la gran confusión se veía gente rusa que había vuelto de los lugares más recónditos del extranjero. Cuando querían efectuar una visita fuera del hotel tenían que avisar antes para que los soldados con fusiles y bayonetas no les cortaran el paso en el amplio vestíbulo.

Hasta aquí he llegado al término del episodio “La vida en el hotel”, en la página 42 del primer capítulo, e invito a los librelectores a descubrir los episodios siguientes de este capítulo empezando por “La impresión exterior de la ciudad” así como todo el capítulo dos. Encuentro que esos dos primeros capítulos son realmente cautivadores y que las reflexiones de Fernando de los Ríos en la conclusión, entre el cuarto capitulo y los apéndices, son interesantísimas.

En cambio en los dos prólogos, en los capítulos tercero y cuarto, aparecen informes muy detallados sobre la situación material de los rusos; y, los apéndices, albergan un decreto y dos discursos de Lenin, cuya lectura se me hizo bastante tediosa. Sin embargo es evidente que esos prólogos, capítulos y apéndices son altamente valiosos para los historiadores.

El pasaje más conocido de este libro es cuando preguntado por cual era el momento en el que pensaba conceder más libertad a la sociedad Lenin emprendió una larga y tortuosa respuesta rematada al final con un lacónico: “¿La libertad para qué?”.

Hay otro fragmento en Mi viaje a la Rusia sovietista que resulta bastante esclarecedor para entender las diferencias de opiniones entre socialistas reformistas y socialistas revolucionarios en el principio del siglo XX, está situado en el episodio “La vida en el tren” del primer capitulo, lo reproduzco un poco sintetizado como sigue:

“En alguna ocasión Anguiano y Fernando de los Ríos visitando otro vagón entablaron con una joven comunista sueca que acompañaba un ruso una conversación en francés...Habiendo empezado a comentar algún libro de Tolstói, ella:– El momento actual no es de fraternidad ni de libertad, sino de lucha de clases; el momento no es de cristianismo sino de marxismo; los hombres son demasiado malos para que esas bellas ideas de libertad y fraternidad se puedan tomar en serio hasta que terminen las luchas de clases”.Ellos:– ¿Y cuando tendrán su fin?,Ella:– En Rusia estamos próximos, a mi juicio, a terminar; pero Europa es muy distinta de Rusia por historia, temperamento, etc... Nuestra Revolución muestra que la organización de Rusia no puede ser hoy distinta de como es.Y la joven, de cara pálida y redonda, envuelta en un abrigo sin forma y tocada con boina marrón, fuma un cigarrillo tras otro”.

Afortunadamente, en Europa a día de hoy, la brecha entre progresistas radicales y reformistas no parece tan abismal e infranqueable.

En el congreso extraordinario del PSOE en abril de 1921 triunfó la posición de Fernando de los Ríos contraria al ingreso en la Tercera Internacional. Al poco tiempo Daniel Anguiano que sí había defendido dicha adhesión se incorporó al Partido Comunista de España.

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Tengo la certeza que Mi viaje a la Rusia sovietista merece alcanzar un público mucho más amplio que el de los estudiosos de la revolución soviética y posee materia más que suficiente para confeccionar un tebeo estupendo.

El capítulo de la conclusión puede propiciar que al final de este hipotético cómic un recién retornado Fernando de los Ríos pasee por calles de Madrid reflexionando acerca de lo vivido en Rusia y del informe que debe entregar al congreso extraordinario. En una viñeta de una página anterior los dos comisionados del PSOE conversan desayunando en el café del Hotel Lux, en otra mesa a escasos metros se reconoce a Corto Maltés. ________________

Thierry Precioso es socio de infoLibre

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