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El hilo

Antoni Cisteró

A trancas y barrancas, por fin empieza a soplar un viento de esperanza en un mundo más justo y solidario. En precario, en minoría, con una oposición a cara de perro, pero se intuyen resquicios de avance social. Ello induce a la esperanza. ¿Seguro?

Dice Max Aub en sus Diarios: “Nada duele tanto como la esperanza, cuando la esperanza pende de un hilo”. A la vista está que la demagogia y el populismo se esfuerzan por cortar este débil hilo que une unas propuestas progresistas con la sociedad que las espera. ¿Podría pensarse que, evitando el navajazo derechista, se podrá reforzar tal relación? Posible, pero no fácil. Uno de los logros de la derecha es haber separado la tarea legislativa parlamentaria del proceso de degradación del estado del bienestar y los derechos de la ciudadanía, como si fueran dos ámbitos distintos, cuando son dos caras de la misma moneda.

Pongo un ejemplo cercano. En Cataluña, con el apoyo de TV3, se realiza a finales de año una maratón, en la que se recogen varios millones de euros en favor de un tema concreto de sanidad. Desde la primera, en 1992, dedicada a la leucemia, hasta la última en el 2019, en pro de la investigación en enfermedades raras. Solidaridad, esfuerzo tanto donante como recolector, gran publicidad y muchas horas de programa con artistas, famosos, políticos y periodistas poniendo el hombro. Todo muy guay. Vistos los invitados, y también el tipo de propaganda y la gente a la que se dirige, parece claro que un buen segmento de ella está formado por posibles votantes catalanistas acomodados, en la línea ideológica de Convergencia. Aquella que, con gran orgullo de Artur Mas, lideró los brutales recortes en la sanidad catalana, aún no recuperada de ellos.

Recuperando la frase de Max Aub, un hilo ha substituido a otro hilo. El de la solidaridad guay puntual ha oscurecido al del nexo entre política y bienestar social, que es lo que se vota en las urnas periódicamente. Cuanto más fuerte es el primero —y aquí el papel de TV3 es decisivo—, más débil es el segundo. Y me pregunto: ¿Cómo puede una persona sensibilizada por la sanidad y sus carencias, votar a los que la han masacrado, a sabiendas de que si repiten en el poder lo seguirán haciendo dado que está en su ADN neoliberal?

Podríamos extenderlo ad infinitum. Existen múltiples asociaciones, de mayor o menor calado, luchando por reivindicaciones puntuales con gran esfuerzo y entrega de sus miembros, pero que están prácticamente disociadas, cuando no enfrentadas, a la gestión política que podría conseguir, en lo posible, su satisfacción. Dice Daniel Innerarity: “Cuando el espacio público es entendido como una agregación de intereses ya constituidos, despolitizadas las diferencias, las identidades y los intereses, la construcción de lo común no permite otro modelo que el liberal, es decir, un modelo que tiende a transformar las cuestiones políticas en problemas de imparcialidad jurídica y concibe el espacio público como un equilibrio entre grupos de interés”. Cuando se despolitizan las diferencias, la agregación mencionada la realiza otro aglomerante, y ¿cuál mejor que el populismo, con sus recetas fáciles, sus llamadas emocionales… y su desprecio por la política tradicional?

Es preciso, pues, mantener y reforzar el hilo que conduce desde la ciudadanía hasta la política que, bajo un paraguas global -en la actualidad de color progresista y armazón solidario-, entiende la complejidad del mundo actual y cómo es posible dentro de ella llevar a cabo muchos cambios favorables a las peticiones surgidas de la sociedad.

Por desgracia, en general, ello no es así. Durante mucho tiempo, no solo pero sí con mayor énfasis en la derecha clientelar, se ha utilizado la satisfacción de una petición para someter al solicitante, llegando incluso a intoxicar los colectivos sociales a priori reivindicativos con submarinos al uso. El paternalismo interesado ha imperado sobre la justicia social.

El hilo política-reivindicaciones debería ser bidireccional. Por el lado social, con reivindicaciones razonadas, estudiadas en su globalidad y con la conciencia de que no se ganó Roma en un día. Por la vertiente política, con una transparencia total, que ofreciera al juicio de los grupos reivindicativos el contexto legal -Europa incluida-, las dificultades políticas -en especial estando en minoría- y los pasos que, conocido ello, se piensan dar. También, posteriormente, el mayor o menor éxito de estos y su por qué.

Lo dicho no se consigue mediante la concesión de una condescendiente audiencia posterior a una manifestación. Tampoco creando comisiones puntuales y encriptadas que, como se sabe, entierran cualquier dinámica de diálogo reivindicativo. A mi entender, solo con un intercambio constante, respetuoso, detallado e informado, se podría consolidar el mencionado hilo que une esperanzados con realizadores. ¿Imaginamos una Dirección General de Reivindicaciones? No para solucionarlas, sino para vehicular éstas hacia el departamento adecuado, y posteriormente en un camino a la inversa, ofrecer la información sobre la evolución del proceso hasta una satisfacción razonable. Bueno, es una boutade por mi parte, pero al menos el espíritu que la impregna debería sobrevolar los despachos de los políticos y las estructuras de los colectivos.

Incluso, ¿por qué no dar un paso más allá, mientras el hilo aguante? Un breve y ecuánime análisis de las reivindicaciones nos muestra gran cantidad de componentes comunes que hacen clara la división existente entre el ámbito manipulador (salarios, información, condiciones de vida…) y el manipulado; el opresor y el esquilmado; el abusón y el abusado. Si los primeros parecen actuar en la misma dirección, ¿sería posible agrupar la respuesta de los damnificados? O es que acaso no tienen una base similar los de una lista de espera de la sanidad con los que tienen hijos en escuelas-barracones; los que pedalean por un sueldo de mierda y los pensionistas que no llegan a pagar sus facturas; los temporeros del campo y los de la hostelería. Quizá el “hilo”, el diálogo continuado, establecido sin ánimo de manipulación ni imposición, entre estos colectivos y la política, contribuiría a enriquecer también los contactos transversales y pluridisciplinares. Y posiblemente, ante la percepción de que funciona, ayudaría a que se sumaran más y más damnificados -hipotéticos votantes de opciones de izquierdas-, hoy callados y ausentes. Sí, diálogo abierto, respetuoso y continuado. Es hoy, mañana, pasado, cuando hay que explicar el nexo indicado, no solo durante las cada vez más histriónicas campañas electorales.

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Antoni Cisteró es socio de infoLibre

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