Memoria

“Marica para ligar, marica para luchar”

Cartel de una fiesta de La Radical Gai. Madrid, años noventa.

En el Centro Conde Duque del Ayuntamiento de Madrid duermen la Biblioteca Histórica Municipal, los Archivos de la Villa y la Hemeroteca Municipal. Ahora, al menos momentáneamente, reside allí también otro pedazo de historia. Una historia subterránea: de hecho, hay que bajar hasta el segundo sótano para visitarla. La oscura y húmeda Sala de Bóvedas —o resguardada y fresca, según se mire— es el hábitat perfecto para dos exposiciones que quieren rescatar la memoria oculta del movimiento gay. ¿Archivo queer? y Anarchivo¿Archivo queer?Anarchivo sida recogen fotografías, vídeos, materiales, documentación y acciones de la lucha por la liberación homosexual que agitó Madrid durante los años noventa. Una que no dudaba en llamar a la acción al grito de "Marica para ligar, marica para luchar" o "Seguimos dando por culo". 

Las muestras se enmarcan dentro del ciclo El porvenir de la revuelta, una inusitada iniciativa cultural del Ayuntamiento que complementa la oferta festiva del Orgullo Gay madrileño —que este año acoge el World Pride, su celebración mundial— con arte, cine, talleres y proyectos de investigación. El ciclo recoge, como lo hicieron los primeros colectivos gais de la democracia, que "Orgullo es protesta". Y estos dos archivos —completados por la exposición Nuestro deseo es una revolución, que recoge el imaginario de la diversidad sexual en España desde 1977— no son una actividad más, sino más bien su origen o su centro.

Quizás porque no se limitan a esta iniciativa de días contados —hasta el 31 de octubre— sino que vienen de lejos. Fefa Vila Núñez, coordinadora del ciclo, los define como "contra-archivos", y admite que forman parte de "un proyecto más ambicioso". El de crear un archivo que recupere y conserve las acciones de la lucha queeren las últimas décadas. Porque, en palabras de la socióloga y experta en estudios de género, "ignorar parte de la historia de nuestro país, y más cuando se refiere a la lucha contra la discriminación y por la libertad, es algo que ninguna democracia se puede permitir". 

La creación de un archivo de este tipo no es ninguna excentricidad. En Estados Unidos, locomotora de las reivindicaciones de los homosexuales entre los sesenta y los ochenta, hay multitud de ellos. La Universidad del Sur de California contiene los ONE Archives,el más antiguo y uno de los mayores repositorios de materiales sobre la lucha por la diversidad sexual. Tampoco es una rareza que este tipo de iniciativas encuentren cierta resistencia en nuestro país. La biblioteca de mujeres, una iniciativa privada fundada en 1985 que recoge más de 20.000 libros, busca un domicilio fijo. Los archivos feministas, muy habituales en otras partes del globo, están defendidos en España por iniciativas de particulares o pequeñas asociaciones, la mayoría sin apoyo público. Y, recuerda Vila Núñez, si los archivos son "una mediación entre memoria y poder", seleccionando "lo digno de ser conservado" produce al mismo tiempo "lo descartable". 

Así que en este sótano del Conde Duque está lo que la historia ha considerado descartable. Las fotografías, vídeos y parafernalia que documentan la existencia de tres colectivos queer madrileños, fundados en los años noventa: el grupo lésbico LSD, la Radical Gai y RQTR, agrupación universitaria fundada en la Universidad Complutense. No están, desde luego, todos los que son. "Estos son los grupos que introdujeron una ruptura en las formas y en el fondo de lo que se había hecho, sobre todo a partir de la Transición. Pero eso no quiere decir que este sea el archivo definitivo", dice la coordinadora. Es un comienzo. El primer escalón que subieron Vila Núñez, Sejo Carrascosa, Andrés Senra y Lucas Platero en una residencia de investigación en el Museo Reina Sofía. Todos ellos, de alguna manera o de otra, estuvieron ligados a esos grupos —Vila Núñez a LSD, Platero a RQTR...—, por lo que empezar por ellos parecía todavía más obvio. 

La exposición ¿Archivo queer? es el resultado de aquel experimento. Sus materiales están alojados en el centro de arte, "para que se garantizase la custodia de este patrimonio nacional". Lo está, además, con licencia creative commons, y la aspiración de sus custodios es que esté pronto disponible al completo a través de Internet, para que sea consultable desde cualquier punto del mundo. Esta es la primera vez que se muestra en España. Antes ha pasado por el Van Abbemuseum de Eindhoven (Países Bajos), uno de los museos asociados al Reina Sofía a través de la red L'Internationale. Junto a él, el Anarchivo sida —comisariado por Equipo re— recupera materiales en torno al tratamiento, prevención e imaginario de la enfermedad, tanto en el sur de Europa como en América Latina.  

La muestra incluye, por ejemplo, fanzines producidos en los años noventa, como Basta de agresiones, un dossier de la Radical Gai sobre los ataques homófobos que parece tristemente contemporáneo. O Memoria 1990-1995, retratos de los protagonistas de aquellos años que muestra a unos jóvenes más o menos excéntricos, en absoluto interesados en la cacareada normalización. Allí se ven imágenes de un homenaje al cine Carretas, hogar de los fugaces y oscuros encuentros sexuales a los que obligaba la persecución policial. Y folletos que acusan al Ministerio de Sanidad de su desinterés en la prevención del VIH. Uno, impreso a tamaño póster, muestra una erección. Debajo se lee: "Así es el machismo al desnudo. El sida mata a las mujeres". Otro, que insiste en el uso del preservativo, reza: "¡Así es la vida! Alguien tendrá que hacer la prevención". Otro, "El Ministerio tiene las manos manchadas de sangre". En la puerta, sendos carteles advierten de que la muestra incluye "contenido sexual explícito".

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Estos movimientos, explica Fefa Vila Núñez, "agitaron y resimbolizaron las prácticas de representación" e introdujeron en España "la crítica a la heteronormatividad como paradigma de la normalidad" que generaba, al mismo tiempo, espacios de discriminación y violencia. Algunos de los activistas aparecen en las fotos con merchandising de ACT UP, la conocida organización queer estadounidense que llamó la atención sobre la epidemia de VIH en todo el mundo, y la estrategia de olvido desarrollada por los gobiernos. En sus panfletos y pancartas se lee "Silencio=muerte", traducción directa del lema del colectivo neoyorquino. ACT UP es internacionalmente famosa —y cuenta, de hecho, con su propio archivo oral—, pero muy pocos miembros del propio colectivo LGTBQ español conocen las actuaciones de LSD o la Radical Gai. 

Los archivos que recogen "afectos, sentimientos y expresiones" como el "ocultamiento", "rabia", "vergüenza" o "alegría" chocan en parte con el presente del Orgullo Gay, más festivo que reivindicativo. "Siempre tiene que haber una marcha crítica que mantenga vivo el principio de la revuelta", defiende Fefa Vila Núñez, "porque las instituciones, por progres que sean, son siempre conservadoras". El Orgullo madrileño, recuerda, está organizado por AEGAL, una asociación de empresas "gayfriendly" —así se definen en su web— que ha sido criticada en numerosas ocasiones por mercantilizar la protesta. "Estamos atravesados, en tanto que lesbianas, en tanto que gais, por poderes que desactivan el cambio", critica la coordinadora. El Orgullo tiene su origen en Stonewall, una fiesta que acabó en disturbios tras una redada de la policía. ¿Dónde está la revuelta ahora? Vila Núñez responde con resignación: "Ahora las revueltas son cotidianas. Aunque estén enmarcadas en el fracaso". 

 

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