Cultura

El conspirador imaginado

Un hombre viste una capa que hace referencia a la teoría conspiranoica de extrema derecha QAnon.
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Que una republicana conspiranoica entrara en el Congreso de los EEUU era una noticia menor, el mundo estaba más pendiente del destino de Trump que del de sus correligionarios. Pero… “QAnon gana su escaño en el Capitolio”, anunció la prensa. Marjorie T. Greene “adora esa conspiración calificada por el FBI como terrorismo doméstico”.

Del fenómeno QAnon se ha ocupado ampliamente Juan José Sánchez-Oro, historiador de las creencias y prácticas religiosas, máster en Ciencias de las Religiones por la Universidad Complutense de Madrid, que le ha dedicado tiempo y programas de radio. Es evidente que el beneficiario de su eclosión ha sido Donald Trump. “Aunque no se puede demostrar sin sombra de duda que haya sido una ocurrencia directa de su gabinete de comunicación, parece claro por sus efectos que procede de apasionados seguidores del mandatario republicano. QAnon ha cumplido varios objetivos durante la presidencia. Por ejemplo, ha creado un enemigo interior, invisible, al que culpabilizar de todos los reveses políticos, retrasos, fracasos, etc. de la agenda gubernamental”. Es una excusa perfecta que transmutaba la incompetencia en genialidad.

Claro, que hay otra forma de verlo. “Para que exista una figura como Trump tiene que existir antes este tipo de pensamiento —dice Bruno Cardeñosa, autor de libros como Triple A. ¿Quién mueve los hilos?—. Trump no hubiera existido sin Qanon o sin la existencia previa de esas ideas. El hecho de que existan partidos ultras en diversas partes de Europa es porque existe un relato alternativo y facilón a los hechos, una posverdad anterior en donde 1 + 1 ya no son 2, sino 3”.

Sin embargo, puede que QAnon sea una cosa diferente: una fanfictionfanfiction que se fue de las manos. La tesis la expresó Wu Ming 1, que en su día formó parte del colectivo Luther Blissett y es coautor de la novela Q. “Existen numerosas coincidencias entre la intriga de nuestra novela y los inicios de QAnon, y entre las temáticas del movimiento y nuestras actividades de contrainformación —declaró a Le Monde des livresLe Monde des livres—. Sin contar con que Jim Watkins [uno de los fundadores de 8chan, al que algunos sitúan tras la Q de QAnon] ha citado Qohelet, el seudónimo de nuestro personaje Q”.

La posibilidad de un origen literario para esta teoría no deja de atenerse a un patrón clásico: la literatura está en el origen de muchas creencias que salieron del magín de un fabulador, y que en algún momento dieron el salto a la realidad... Y esa materia prima que antes se vendía en librerías, de manera ordenada, se reproduce ahora desordenadamente porque los modos de edición y compra de libros han cambiado, estamos a un clic de las propuestas más desenfrenadas, y en los sites de venta online los algoritmos tienden a dar al lector más de lo mismo.

El desencanto

Por no hablar de las redes sociales. “De repente, la idea de que una minoría privilegiada maneja entre las sombras el destino del mundo, tomando decisiones que nos afectan a todos sin que podamos hacer nada contra ellas (el desequilibrio de poder es demasiado grande), se ha vuelto increíblemente atractiva —dice Noel Ceballos, periodista que prepara un libro sobre conspiraciones—. No sólo eso, sino que ahora tiene más canales que nunca por los que viajar y expandirse como si de un virus mental se tratase”.

¿Un virus? ¿O una medicina? “Las redes sólo dan más visibilidad a algo que es propio del ser humano occidental: la necesidad de sentido”, responde Jorge Dioni López, analista político y económico. “Necesitamos situar las cosas en un eje narrativo, donde los hechos tengan principio y final y toda consecuencia tenga su causa. Es algo que tiene una base religiosa y, de hecho, la religión no deja de ser una conspiración omniexplicativa. Interpretamos la realidad y, por ejemplo, reconocemos patrones y uniformidades. No nos gustan los vacíos narrativos y tampoco el azar”.

Sostiene López que lo que estamos viviendo tiene que ver con el concepto de desencantamiento del mundo de Weber. “Es la idea de que, con la Ilustración, el cosmos deja de ser mágico, movido por fuerzas desconocidas e imposible de controlar, a ser algo capaz de ser estudiado y clasificado. Desaparecida la espiritualidad que estaba detrás de cada hecho, hay una falta de sentido y necesitamos llenarlo. En el romanticismo, que fue una reacción al desencantamiento del mundo, también hubo una proliferación de novelas de conspiraciones y sociedades secretas, además de narraciones sobre seres ancestrales y sucesos misteriosos”. Y menciona Romanticismo. Una odisea del espíritu alemán, donde Rüdiger Safranski explica en qué medida y con qué resultados las fantasías sobre ligas y complots secretas excitaban la vida pública, cómo daban a lo ordinario una aspecto misterioso. “Las teorías de la conjuración de estas ligas eran y son hasta hoy la forma de filosofía de la historia con mayor repercusión entre las masas —escribe Safranski—. Se cree saber cómo funciona la historia, donde están sus instigadores ocultos, cómo son”.

En otro tono, en otro contexto, es una tesis similar a la que defiende Peter Knight, autor de Conspiracy Culture: muchas teorías nacieron en obras de ficción que, al poco, encontraron acomodo en la realidad. Cita Los protocolos de los Sabios de Sion, “inspirados en una novela alemana [Biarritz, de Hermann Goedsche], que a su vez está inspirada en un texto francés de finales del XIX [Dialogue aux enfers entre Machiavel et Montesquieu, un panfleto antibonapartista]. Numerosas teorías fueron, en origen, sátiras”.

Mis interlocutores rememoran momentos gloriosos de esta afición. López evoca la literatura de sociedades secretas, y las revistas y programas de misterio que tuvieron sus buenos momentos en los 80. Ceballos se vuelve hacia otro gran ejemplo, el cine conspiranoico de los años 60 y 70, nacido a raíz del asesinato de JFK y el escándalo del Watergate. “Digamos que, cuando son buenas, muchas de estas ficciones lo que hacen es identificar y amplificar ansiedades presentes en la sociedad de su época —explica—. El reverso tenebroso es que algunas de ellas resultan muy convincentes, luego es hasta cierto punto lógico que un porcentaje de sus espectadores acabe confundiendo realidad con ficción. Hay que tener en cuenta que la mentalidad conspiranoica tiene un innegable componente tranquilizador: pensar que hay estructuras ocultas rigiendo el destino de la humanidad es mucho mejor que valorar la alternativa. Porque la alternativa es el caos y la estupidez humana, sin ningún orden ni concierto”.

Le pido a Noel cinco libros ineludibles. Esta es su lista:

  1. El estilo paranoico en la política estadounidense, un ensayo de Richard Hofstadter publicado en 1964. Es la biblia de la conspiranoia, o el texto fundacional.
  2. El arcoiris de gravedad, de Thomas Pynchon, que narra la fundación del capitalismo de posguerra como una operación destinada a acabar con toda libertad individual.
  3. Los 39 escalones, de John Buchan. Una de las primeras novelas que trataron el tema.
  4. La trilogía Illuminatus!, de Robert Anton Wilson y Robert Shea, un compendio satírico y magistral de todas las conspiraciones que en el mundo han sido.
  5. A Cruel and Shocking Act: The Secret History of the Kennedy Assassination, de Philip Shenon. El título ya lo dice todo.

 

Todo, todo, todo está en los libros

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La bibliografía es abundante. Sánchez-Oro es autor de El pacto. Reptilianos y gobiernos: un mito contemporáneo, una monografía que explica la evolución cultural y sociológica de algunas teorías conspirativas que mezclan los extraterrestres con la política mundial, hasta el punto de generar un nuevo mito moderno muy popular. En nuestra conversación, insiste en que habría que distinguir dónde se generan las diferentes teorías de la conspiración. “Muchas pueden surgir dentro la sociología popular, sin un dueño claro, de manera más o menos espontánea y anónima, aunque puedan responder a determinadas cuestiones, miedos, alertas, expectativas, incertidumbres o déficit de información vigentes entre la población. Pero además hay teorías de la conspiración de diseño. Elaboradas en gabinetes de comunicación de partidos políticos, gobiernos, empresas, agencias gubernamentales, etc. como campañas de manipulación de conciencias y agitación emocional”. Y aquí recuerda la operación Denver o Infektion, ideada por la Stasi en los años 80 para hacer creer en Occidente que el SIDA había sido un virus fabricado por los militares de EEUU.

El SIDA, como ahora el covid, son terreno abonado para los habituales de la conspiración. Bruno Cardeñosa cree que, en efecto, la incertidumbre que generado la pandemia tiene mucho que ver con la difusión de estas ideas: la enfermedad “no ha sido el nacimiento, pero sí un trampolín que ha servido para que tenga más impacto y aceptación social”. Lleva años moviéndose por este terreno resbaladizo, pero no deja de sorprenderse: “Cuando veo las cosas en las que creen, yo lo que pienso es que están muy vacías en las consultas de los psiquiátricos, porque están como cabras. En las últimas horas han defendido que Biden es un doble; y lo alucinante es que hay gente que lo cree.” ¿Por qué?, se pregunta, y apunta una posible respuesta: la pérdida de referentes. Lo ha vivido en carne propia: “Los textos de Chomsky me inspiraron mucho…. Y los que me llamaban conspirativo entonces ahora tienen como referente intelectual a Miguel Bosé y creen que las vacunas llevan un chip”.

El debate lo cierra Jorge Dionji López: “Buscamos patrones y causalidades, y un conspiranoico siempre encontrará señales porque quiere creer”. Incluso en las obras de ficción las encontrará; o sobre todo en ellas.

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