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Los diablos azules

"Como no me he preocu­pado de nacer, no me preocupo de morir"

'Retrato de Familia', John J. Healey, 1998.

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Acaban de publicarse dos libros que recogen las entrevistas de Federico García Lorca en la prensa de su época: Palabras de Lorca. Declaraciones y entrevistas completas (Malpaso), con edición de Rafael Inglada, la colaboración de Víctor Fernández y prólogo de Christopher Maurer; y Treinta y una entrevistas a Federico García Lorca (Entorno Gráfico Ediciones), con selección, introducción y notas de Andrés Soria Olmedo. Presentamos una significativa entrevista del periodista y humorista gráfico Luis Bagaría a Federico García Lorca realizada poco antes del comienzo de la Guerra Civil española.

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Diálogos de un caricaturista salvaje1

FEDERICO GARCÍA LORCA HABLA SOBRE LA RIQUEZA POÉTICA Y VITAL MAYOR DE ESPAÑA. — REIVINDICACIÓN INTELECTUAL DEL TOREO. —LAS DIFERENCIAS DEL CAN­TO GITANO Y DEL FLAMENCO. —EL ARTE POR EL ARTE Y EL ARTE POR EL PUEBLO.

Nuestro gran Bagaría se ha constituido en caricaturista salvaje, como él dice, y se ha lanzado a recorrer recorrer en todas direcciones la enmarañada, casi impenetrable, selva española. Su valor desmedido y  la aguda y bien templada arma de sus lápices que esgrime le harán salir de esta aventura arriesgadísima con la misma buena fortuna que le acompañó en tantas otras suyas. Ahí es nada atreverse, lápiz y pluma en ristre —pues Bagaría se nos ha vuelto escritor, y estupendo escritor—, a escudriñar este intrincado espíritu español de nuestros días en las personas que mejor lo representan. Poetas, escritores, músicos, hombres de ciencia, políticos, han de ir desfilando a través de estos diálogos de Bagaría y entregando a la vez  su secreto, lo más entrañado de su personalidad, a nuestros lectores. Entregándolo por más que intenten recatarlo, pues nada ni nadie será invulnerable a los certeros blancos del gran dibujante.

Empiezo, lector, los diálogos de este salvaje y seguro servidor dialogando con el fuerte y sutil poeta García Lorca.

Que, por el dios Sol, mis rugidos no molesten a los oídos del lector, pues así como los toreros al retirarse se cortan la coleta, yo, cortándome las plumas, sa­bría retirarme a tiempo.

—Tú que has dado categoría lírica a la cala­baza de Gil Robles y has visto el búho de Unamuno y el perro sin amo de Baroja, ¿me quieres decir el sentido que tiene el caracol en el paisaje puro de tu obra?

 

—Amigo Federico, me preguntas el porqué de esa predilección por los caracoles de mis dibujos. Pues muy sencillo: para mí el caracol tiene un recuerdo sentimental de mi vida. Una vez, estando dibujando, se acercó mi madre, y al contemplar mis garabatos me dijo: «Hijo mío, me moriré sin poder comprender cómo te puedes ganar la vida haciendo caracoles.» Desde entonces yo a mis dibujos les bauticé así. Aquí tienes saciada la curiosidad.

Poeta García Lorca, sutil y profundo, pues tu ver­so tenue y bello, verso con alas de acero bien templa­do, horada la entraña de la tierra: ¿crees tú, poeta, en el arte por el arte? O, en caso contrario, ¿el arte debe ponerse al servicio de un pueblo para llorar con él cuando llora y reír cuando este pueblo ríe?

—A tu pregunta, grande y tierno Bagaría, tengo que decir que este concepto del arte es una cosa que sería cruel si no fuera, afortuna­damente, cursi. Ningún hombre verdadero cree ya en esta zarandaja del arte puro, arte por el arte mismo.

En este momento dramático del mundo, el artista debe llorar y reír con su pueblo. Hay que dejar el ramo de azucenas y meterse en el fango hasta la cintura para ayudar a los que buscan las azucenas. Particularmente, yo tengo un ansia verdadera por comunicarme con los demás. Por eso llamé a las puertas del teatro y al teatro consagro toda mi sensibilidad.

— ¿Crees tú que al engendrar la poesía se produce un acercamiento hacia un futuro más allá, o al con­trario, hace que se alejen más los sueños de la otra vida?

—Esta pregunta insólita y difícil nace de la aguda preocupación metafísica que llena tu vida y que solo los que te conocen comprenden. La creación poética es un misterio indescifrable, como el misterio del nacimiento del hombre. Se oyen voces no se sabe dónde, y es inútil preocu­parse de dónde vienen. Como no me he preocu­pado de nacer, no me preocupo de morir. Escu­cho a la Naturaleza y al hombre con asombro, y copio lo que me enseñan sin pedantería y sin dar a las cosas un sentido que no sé si lo tienen. Ni el poeta ni nadie tiene la clave y el secreto del mundo. Quiero ser bueno. Sé que la poesía eleva y, siendo bueno, con el asno y con el filó­sofo, creo firmemente que si hay un más allá tendré la agradable sorpresa de encontrarme en él. Pero el dolor del hombre y la injusticia cons­tante que mana del mundo, y mi propio cuerpo y mi propio pensamiento, me evitan trasladar mi casa a las estrellas.

— ¿No crees, poeta, que solo la felicidad radica en la niebla de una borrachera, borrachera de labios de mujer, de vino, de bello paisaje, y que al ser coleccio­nista de momentos de intensidad se crean momentos de eternidad, aunque la eternidad no existiera y tu­viera que aprender de nosotros?

—Yo no sé, Bagaría, en qué consiste la felici­dad. Si voy a creer el texto que estudié, en el Instituto, del inefable catedrático Ortí y Lara, la felicidad no se puede hallar más que en el cielo; pero si el hombre ha inventado la eterni­dad, creo que hay en el mundo hechos y cosas que son dignos de ella y, por su belleza y tras­cendencia, modelos absolutos para un orden permanente. ¿Por qué me preguntas estas cosas? Tú lo que quieres es que nos encontremos en el otro mundo y sigamos nuestra conversa­ción bajo el techo de un prodigioso café de mú­sica con alas, risa y eterna cerveza inefable. Bagaría: no temas; ten la seguridad que nos en­contraremos.

—Te extrañarás, poeta, de las preguntas de este caricaturista salvaje. Soy como sabes, un ser con mu­chas plumas y pocas creencias, salvaje con dolorida materia; y piensa, poeta, que todo este equipaje trá­gico del vivir floreció en un verso que balbucieron los labios de mis padres. ¿No crees que tenía más razón Calderón de la Barca cuando decía:

pues el delito mayor

del hombre es haber nacido,

que el optimismo de Muñoz Seca?

—Tus preguntas no me extrañan nada. Eres un verdadero poeta que en todo momento po­nes la llaga en el dedo. Te contesto con verda­dera sinceridad, con simpleza, y si no acierto, si balbuceo, solo es por ignorancia.

Las plumas de tu salvajismo son plumas de ángel y detrás del tambor que lleva el ritmo de tu danza macabra hay una lira rosa de las que pintaron los primitivos italianos. El optimismo es propio de las almas que tienen una sola di­mensión; de las que no ven el torrente de lágri­mas que nos rodea, producido por cosas que tienen remedio.

—Sensible y humano poeta Lorca: sigamos ha­blando de cosas del más allá. Soy repetidor del mis­mo tema, porque también el tema se repite él mismo. A los creyentes que creen en una futura vida, ¿les puede alegrar encontrarse en un país de almas que no tengan labios carnales para poder besar? ¿No es mejor el silencio de la nada?

—Bonísimo y atormentado Bagaría: ¿no sa­bes que la Iglesia habla de la resurrección de la carne como el gran premio a sus fieles? El pro­feta Isaías lo dice en un versículo tremendo: «Se regocijarán en el Señor los huesos abatidos.» Y yo vi en el cementerio de San Martín una lápida en una tumba ya vacía, lápida que colgaba como un diente de vieja del muro destrozado, que decía así: «Aquí espera la resurrección de la carne D. Micaela Gómez.» Una idea se expre­sa y es posible porque tenemos cabeza y mano. Las criaturas no quieren ser sombras.

— ¿Tú crees que fue un momento acertado devol­ver las llaves de tu tierra granadina?

—Fue un momento malísimo, aunque digan lo contrario en las escuelas. Se perdieron una civilización admirable, una poesía, una astrono­mía, una arquitectura y una delicadeza únicas en el mundo, para dar paso a una ciudad po­bre, acobardada; a una «tierra del chavico» donde se agita actualmente la peor burguesía de España

— ¿No crees, Federico, que la patria no es nada, que las fronteras están llamadas a desaparecer? ¿Por qué un español malo tiene que ser más hermano nuestro que un chino bueno?

—Yo soy español integral, y me sería imposi­ble vivir fuera de mis límites geográficos; pero odio al que es español por ser español nada más. Yo soy hermano de todos y execro al hombre que se sacrifica por una idea nacionalista abstracta por el solo hecho de que ama a su patria con una venda en los ojos. El chino bueno está más cerca de mí que el español malo. Canto a España y la siento hasta la mé­dula; pero antes que esto soy hombre del mun­do y hermano de todos. Desde luego no creo en la frontera política.

Amigo Bagaría, no siempre los interviuvadores van a preguntar. Creo que también tienen derecho los interviuvados. ¿A qué responde esta ansia, esta sed de más allá que te persigue? ¿Tienes verdaderamente deseos de sobrevivirte? ¿No crees que esto está ya resuelto y que el hombre no puede hacer nada con fe o sin ella?

—Conformes, desgraciadamente conformes. Y yo soy en el fondo un descreído hambriento de creer. Es tan trágicamente doloroso el desaparecer para siempre. ¡Salud, labios de mujer, vaso del buen vino que supiste hacer olvidar la trágica verdad; paisaje, luz que hiciste olvidar la sombra! En el trágico fin, solo desearía una perduración: que mi cuerpo fuera ente­rrado en una huerta; que, por lo menos, mi más allá fuese un más allá de abono.

— ¿Me quieres decir por qué tienen cara de rana todos los políticos que caricaturizas?

—Porque la mayoría vive en las charcas.

— ¿En qué prado corta Romanones las inefa­bles margaritas de su nariz?

—Querido poeta: aludes a una de las cosas que llegan más al fondo de mi alma. ¡Nariz de Romano­nes, excelsa nariz! La de Cyrano era una nariz des­aparecida al lado de la nariz de mis amores. Rostand gozó menos que yo con la mía. ¡Oh panneaux para mis visiones decorativas! Mis margaritas se fueron cuando las entregaron en una solitaria estación cami­no de Fontainebleau.

—Nunca te habrán preguntado, porque ya no es moda, cuál es tu flor preferida. Como yo ahora he estudiado el lenguaje de las flores te pregunto: ¿cuál es la flor que prefieres? ¿Te la has puesto alguna vez en la solapa?

—Querido amigo, ¿es que piensas dar conferencias como García Sanchiz para preguntar esas cosas?

—¡¡Dios me libre!! No aspiro a tocar mal el violoncelo. ¿A qué responde, querido Bagaría, el sentimiento humano que imprimes a los ani­males que pintas?

—Querido Lorca: según los católicos, los animales no tienen alma; tan solo algunos animales enchufis­tas, como el perro de San Roque, el cerdo de San Antón, el gallo de San Pedro y el palomo de la divi­na carpintería; y yo he mirado de dar humanidad a los animales sin padrinos, dignificarlos con mi lápiz, para que sirvan de contraste con los hombres de ani­malidad pura. Querido Lorca: te voy a preguntar por las dos cosas que creo tienen más valor en España: el canto gitano y el toreo. Al canto gitano, el único defecto que lo encuentro es que en sus versos se acuerdan de la madre; y al padre, que lo parta un rayo. Y eso me parece una injusticia. Bromas aparte, creo que este canto es el gran valor de nuestra tierra.

—Muy poca gente conoce el canto gitano, porque lo que se da frecuentemente en los ta­blados es el llamado flamenco, que es una dege­neración de aquél. No cabe en este diálogo de­cir nada, porque sería demasiado extenso y poco periodístico. En cuanto a lo que tú dices, con gracia, de que los gitanos solo se acuerdan de su madre, tienes cierta razón, ya que ellos viven un régimen de matriarcado, y los padres no son tales padres, sino que son siempre y viven como hijos de sus madres. De todos modos, hay en la poesía popular gitana admirables poemas dedi­cados al sentimiento paternal, pero son los me­nos. El otro gran tema porque me preguntas, el toreo, es probablemente la riqueza poética y vi­tal mayor de España, increíblemente desaprove­chada por los escritores y artistas, debido prin­cipalmente a una falsa educación pedagógica que nos han dado y que hemos sido los hombres de mi generación los primeros en rechazar. Creo que los toros es la fiesta más culta que hay hoy en el mundo; es el drama puro, en el cual el español derrama sus mejores lágrimas y sus mejores bilis. Es el único sitio donde se va con la seguridad de ver la muerte rodeada de la más deslumbradora belleza. ¿Qué sería de la primavera española, de nuestra sangre y de nues­tra lengua, si dejaran de sonar los clarines dra­máticos de la corrida? Por temperamento y por gusto poético, soy profundo admirador de Belmonte.

— ¿Qué poetas te gustan más de la actualidad es­pañola?

—Hay dos maestros: Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez. El primero, en un plano puro de serenidad y perfección poética; poeta humano y celeste, evadido ya de toda lucha, dueño absoluto de su prodigioso mundo inte­rior. El segundo, gran poeta, turbado por una terrible exaltación de su yo, lacerado por la rea­lidad que lo circunda, increíblemente mordido por cosas insignificantes, con los oídos puestos en el mundo, verdaderamente enemigo de su maravillosa y única alma de poeta.

Adiós, Bagaría. Cuando te vuelvas a tus cho­zas con las flores, las fieras y los torrentes, diles a tus compañeros salvajes que no se fíen de via­jes de ida y vuelta reducidos y que no vengan a nuestras ciudades; a las fieras que tú has pinta­do con ternura franciscana, que no tengan un momento de locura y se hagan animales domés­ticos; y a las flores, que no galleen demasiado su hermosura, porque les pondrán esposas y las harán vivir sobre los vientos corrompidos de los muertos.

—Tienes razón, poeta. Vuelvo a mi selva, a rugir con mis rugidos más amables que las bellas palabras de los amigos, que a veces son blasfemias en baja voz.

—Bagaría, 1936.

  1. Publicada en El Sol, Madrid, 10 junio 1936. Reproducida en M. Laffranque, «Nouveaux textes...”, cit., OC III, pp. 680-685 y Prosa pp. 634-639, cuyo texto seguimos.

2.  El periodista y humorista gráfico Luis Bagaría abrió con esta entrevista una serie de tres «Diálogos de un caricaturista salvaje»; los siguientes fueron con A. Rodríguez Castelao y G. Alomar (cf. A. Elorza, Luis Bagaría, el humor y la política, op.cit.). Por parte de Lorca se conserva una carta a Adolfo Salazar, crítico musical de El Sol y amigo, datable a principios de junio, donde le ruega quitar de la entrevista una pregunta y una respuesta «sobre el fascio y el comunismo que me parece indiscreta en este preciso momento, y además está ya contestada antes». García Lorca, Federico. Epistolario completo cit.  pp. 823-824. (Trece de nieve, núms. 1-2, segunda época, diciembre 1976, pp. 51-54).

3. Alusión a la despedida de Romanones y la reina, en la estación de El Escorial, el 15 de abril de 1931, con rumbo a Fontainebleau, para donde había salido el rey la víspera.

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