Plaza Pública

¡Ay señor, qué cruz!

José Antonio Martín Pallín

El viajero que sale de Madrid por la carretera de La Coruña puede divisar, a los pocos kilómetros, en medio de una masa boscosa, una enorme mole de granito, en forma de cruz, que constituye un atentado contra el paisaje que, en estos tiempos, hubiera sido imposible construir, por el simple respeto a las normas de la ley del suelo, la de espacios naturales protegidos y de la estética.

Los turistas que nos visitan seguramente no alcanzan a comprender cuál es su mensaje y significado. A la mayoría de los españolitos nos recuerda que, debajo del pie de la cruz, oculta por la maleza, se encuentra una gruta excavada en la roca que constituye el mausoleo del general Franco, José Antonio Primo de Rivera y miles de republicanos traídos desde fosas comunes sin el consentimiento ni el conocimiento de sus familiares.

Para los que pertenecieron al bando de los vencidos en la guerra derivada del golpe militar, para sus familiares y para los que tenemos convicciones democráticas, nos resulta hiriente contemplar semejante mole, desprovista de todo signo de cristianismo, de fe, de piedad y mucho menos de perdón. Ha sido alzado por la voluntad omnímoda y ególatra de un dictador que ha pasado a la historia, entre otras infamias, como la persona que encabezó el golpe fascista y confesó públicamente su intención de exterminar a la que denominaba la antiEspaña.

Calificar despectivamente un monumento en forma de cruz, que según confesión propia, trajo de cabeza a los propios constructores, que no sabían cómo elevarla hasta los 150 metros de altura, parece ser que, según la Asociación para la Defensa del Valle de los Caídos, y para los jueces, constituye un delito de ofensas a los sentimientos religiosos.

Su construcción no estaba prevista en el Decreto de 1940 y la decisión posterior tenía como única finalidad que esa masa granítica, con sus brazos extendidos, se viese a más de 50 km de distancia. Según el proyecto, el sentimiento religioso no estaba muy ligado a su construcción. Se trataba, más bien, de un reto arquitectónico para levantar una cruz de 150 m de alto y 46,4 m de longitud de los brazos. Carecía de simbología religiosa, su finalidad era exhibicionista e incluso turística, ya que en su interior se construyó una escalera de caracol y un ascensor con el objeto de acceder a los brazos para que se pudiese divisar una espléndida panorámica, como el viajero que sube a la Torre Eiffel o a la Gran Noria del Prater vienés, inmortalizada por la magistral película de Orson Welles, El tercer hombre.

Según las páginas de su Boletín, la Asociación se muestra ufana de comunicar a sus socios y simpatizantes que "han interpuesto una querella criminal contra el llamado El Gran Wyoming de laSexta, José Miguel Monzón Navarro y Daniel Mateo por delitos contra los sentimientos religiosos del artículo 525.1 del código Penal por las groseras expresiones" contra la Cruz del Valle de los Caídos vertidas en el programa de El Intermedio de 10 de mayo  de 2016 ? (sic)

A estas alturas y gracias al entusiasmo inquisitorial y monopolizador de los sentimientos religiosos, de los escasos componentes de la Asociación del Valle de los Caídos, todo el mundo conoce la expresión que, Daniel Mateo, más conocido como Dani Mateo, dedicó al adefesio de masa granítica, calificándola como "una mierda".

La grosera expresión, según los promotores de la querella, tiene varias acepciones que parecen ignorar. Además de aplicarse a los excrementos de los seres vivos o cualquier otra clase de suciedad, tiene también otros significados. Se aplica a algo mal hecho o de mala calidad, puede ser también un insulto referido a una persona que se desprecia. También se usa como expresión de rechazo y puede utilizarse como manifestación de gran disgusto o enfado.

Me permito advertir al El Gran Wyoming y Dani Mateo que no se enorgullezcan de haber sido objeto de una querella por tan pía Asociación, ya que este grupo de entusiastas integristas es una verdadera máquina de abastecer a los juzgados de material para entretener su ya sobrecargada actividad. No dejan títere con cabeza. Acuden a juzgados civiles para oponerse a la exhumación de restos enterrados, por supuesto contra su voluntad y la de sus familiares. También tocan el palo de la jurisdicción contencioso administrativa y han descargado una catarata de querellas contra el juez Baltasar Garzón, contra el director de eldiario.es, Ignacio Escolar, y colaboradores, en ambos casos por delito de incitación al odio y a la violencia. En su frenesí judicializador, han presentado querella contra el expresidente del Patrimonio Nacional del Estado por el abandono del conjunto monumental del Valle de los Caídos, debido a su deficiente mantenimiento, es decir que está hecho una mierda. Ignoro cómo ha terminado semejante delirio procesal.

A pesar de esta peculiar concepción de los sentimientos religiosos, sectoriales y sesgados, que no pongo en duda en las conciencias de los directivos, asociados y simpatizantes de la Asociación, no han tenido el detalle de financiar una misa funeral por los que murieron en la arriesgada y forzada construcción del mausoleo y sus aledaños. Ante el rechazo de la querella por parte del Juzgado de Instrucción al que correspondió, inasequibles al desaliento, acudieron a la Audiencia Provincial de Madrid, cuya Sección Primera, con un voto disidente que me reconforta, ordenó al juez que tomase declaración a tan peligrosos ciudadanos, para desentrañar el misterio de sus posibles intenciones. Creo que han sido citados y declaran en el momento de escribir estas líneas.

El cantaor Juan Pinilla y la risa de los fascistas

Espero y deseo que triunfen los valores democráticos que encarna la libre expresión de opiniones y pensamiento, reconocida como seña de identidad de la fortaleza y superioridad de las sociedades libres frente a las que tratan de imponer las personalísimas convicciones de sectores integristas y minoritarios. Me preocupa la alarmante proliferación de procesos y condenas, por expresiones más o menos escatológicas, que en ningún caso pueden ser merecedoras de una sanción penal. Lamentablemente, no faltan jueces en este país, que imbuidos de un cierto espíritu inquisitorial, abonado por la insistencia del legislador en configurar como conductas criminales, la expresión de sentimientos, emociones, sensibilidades e incluso pasiones, deciden ignorar la prioridad de valores que rigen en una sociedad libre.

Confiamos en que una vez que El Gran Wyoming y el no menos grande Dani Mateos declaren ante el juez, el caso se archive definitivamente para mayor gloria de la democracia, de la independencia judicial, de la libertad ideológica y religiosa y sobre todo para evitar el ridículo al que nos exponemos ante la cultura democrática de otros sociedades. _____________________

José Antonio Martín Pallín es magistrado emérito del Tribunal Supremo y comisionado de la Comisión Internacional de Juristas (Ginebra).

Más sobre este tema
stats