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El futuro de la izquierda

Podemos cumple cuatro años: de romper el bipartidismo a sufrir por la crisis en Cataluña

El secretario general de Podemos, Pablo Iglesias.

El madrileño Teatro del Barrio, ubicado en el barrio madrileño de Lavapiés, fue el escenario que utilizó Pablo Iglesias, entonces conocido como analista político y profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense, para presentar Podemos. Lo hizo un 17 de enero de hace cuatro años, pero entonces nadie sospechaba que la "iniciativa" –a la que no se refirió como partido– morada fuese a revolucionar el panorama político español. El propósito que Iglesias anunció entonces era más modesto: reunir en una sola candidatura a las fuerzas a la izquierda del PSOE de cara a las elecciones europeas y celebrar unas primarias en las que él concurriría para encabezar la lista.

Cuatro años después, Podemos es un actor asentado en el sistema de partidos después de haber cambiado de arriba a abajo el panorama parlamentario establecido en España desde la transición. "Ellos son los responsables de la ruptura del bipartidismo, porque aprovecharon que se daban las condiciones precisas para ello con un análisis audaz a la hora de leer el momento y atreverse", analiza Máriam Martínez-Bascuñán, profesora de Ciencias Políticas de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). Y con ella coincide Pablo Simón, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Carlos III de Madrid, que califica la aparición de Podemos como "uno de los grandes hitos en la historia" política reciente española.

Pero hace cuatro años, Podemos apenas daba sus primeros pasos. IU no aceptó la confluencia ofrecida por Iglesias, y ese fue el primer paso para que Podemos se registrarse formalmente como partido dos meses después, en marzo de 2014. Pero su génesis tuvo lugar el 14 de enero de ese año, cuando un grupo de intelectuales entre los que se encontraban Juan Carlos Monedero, el escritor y filósofo Santiago Alba Rico o el propio Iglesias promovieron y firmaron el manifiesto Mover ficha: convertir la indignación en cambio político, en el que se planteaba la necesidad de conformar "una candidatura por la recuperación de la soberanía popular" como resultado de "un proceso participativo abierto a la ciudadanía". Ese proceso participativo se abrió con la recogida de firmas para que Iglesias encabezase una lista para las europeas: el entonces profesor consiguió más de 50.000 apoyos en menos de 24 horas.

La campaña en los meses posteriores fue de bajo coste: entrevistas en digitales, mítines en teatros y también en la calle –a veces megáfono en mano– y carteles apelando a la "ilusión". El mayor activo del partido entonces era un Iglesias que había ganado mucha popularidad por sus intervenciones en tertulias políticas y al que su jefe de campaña, el por entonces desconocido Íñigo Errejón, convenció a regañadientes de que era buena idea incluir su cara en las papeletas electorales. Las encuestas daban uno o dos eurodiputados a Podemos. Sacó cinco actas con casi el 8% de los votos, a apenas dos puntos de IU, que meses antes había rechazado la propuesta de Iglesias de competir en unas primarias abiertas que el entonces líder de la federación, Cayo Lara, denunciaba como un "invento americano".

Para Monedero, la eclosión de Podemos respondió a la coincidencia de varios factores. "Se juntaron varias cosas: en primer lugar, existía un agotamiento de todos los partidos políticos, porque PP y PSOE ofrecían posturas similares y se había roto el trasvase de votos entre uno y otro, mientras que IU había roto unilateralmente un proceso de confluencia que se llamaba Suma. Además, había mucha gente huérfana de partido, entre seis y ocho millones de personas: había una necesidad de algo diferente, y a eso se unió la presencia mediática de una persona como Pablo", reflexiona Monedero.

Con él coincide Pablo Simón. "Cuando Podemos aparece, lo hace en las mejores condiciones posibles para ellos: no se identificaba una alternativa al PP y al PSOE y las políticas de la austeridad, la ciudadanía planteaba nuevas demandas que los viejos partidos no incorporaron a su discurso, como el fin de los desahucios, el interés por la política no dejaba de crecer pese a la desafección con los partidos que existían" y este descrédito se veía agravado por los casos de corrupción que aparecían en los medios, explica Simón.

Pero el éxito de la propuesta sorprendió a sus propios inventores. El ahora retirado Luis Alegre, otro de los cofundadores de Podemos y por entonces uno de los dirigentes más próximos a Iglesias, explica que los promotores del partido morado tenían inicialmente unas previsiones mucho más modestas. "No pensábamos que Podemos fuera a crecer tan rápido. La idea original era irrumpir en las europeas con un eurodiputado, que sería Pablo, y a partir de ahí trabajar para que él cobrase presencia hasta las generales. Pero todo se precipitó, porque en el momento mismo en el que aparecimos, de la nada empezaron a surgir círculos por todo el territorio", rememora Alegre.

La irrupción y la fase populista

Había comenzado el fenómeno Podemos. A partir del 26 de mayo, el día posterior a las elecciones, las apariciones en medios de comunicación de los dirigentes de la nueva formación se multiplicaron por la sorpresa mayúscula que supusieron sus resultados, y se los comenzó a tener en cuenta en las encuestas electorales. En julio, Podemos puso en marcha la posibilidad de afiliarse de manera gratuita al partido convirtiéndose en "inscrito", es decir, registrándose en su página web para poder participar en los procesos internos del partido. En 48 horas, la formación morada superó las 32.000 personas inscritas. En noviembre, Podemos ya era primera fuerza en los sondeos.

En apenas unos meses, el partido morado había experimentado un ascenso meteórico sin tener una estructura territorial organizada, ni tan siquiera órganos de dirección. Podemos estaba "corriendo y atándose los cordones al mismo tiempo", como sostenía Errejón, y hasta otoño de 2014 la formación no se dotó de órganos y nuevos estatutos en el primer congreso de Vistalegre. Allí, Iglesias y su núcleo duro –conformado, además de por Errejón, Monedero y Alegre, por la socióloga Carolina Bescansa– impusieron sus tesis entre la militancia conformando un partido fuertemente jerarquizado y presidencialista frente al modelo asambleario propuesto por los anticapitalistas, entre los que se encontraban Miguel Urbán y los entonces eurodiputados Teresa Rodríguez y Pablo Echenique.

Con el modelo organizativo aprobado –que supuso la exclusión de los anticapitalistas, entonces el único sector crítico, de los órganos de dirección– había nacido la "máquina de guerra electoral", otro concepto acuñado por Errejón. "Necesitábamos algo a medio camino entre un partido y un comité de campaña, y un comité de campaña no puede caracterizarse por tener espacios de reflexión sosegada", apunta Alegre, uno de los autores de aquel modelo organizativo. Y es que, después del fortísimo impulso inicial, el objetivo principal estaba claro: ganar las elecciones generales de 2015, para las que quedaba poco más de un año. "Se trata de la fase populista de Podemos, caracterizada por la guerra relámpago: buscaban conseguir el máximo poder institucional lo antes posible mientras desarrollaban sus cuadros", explica Pablo Simón.

La Marcha del cambio y el caso Monedero

Una de las primeras decisiones de aquellos recién formados órganos fue convocar para el 31 de enero de 2015 una manifestación, a la que posteriormente se bautizó como la Marcha del cambio. La concentración fue todo un éxito que colapsó las calles de Madrid y demostró el tirón de Podemos. Pero el éxito de convocatoria pronto se vio eclipsado cuando salió a la luz pública que Monedero había cobrado 425.000 euros por un estudio para varios países latinoamericanos, un asunto que coleó en los medios de comunicación durante varias semanas y que obligó a Monedero a ofrecer explicaciones en una multitudinaria rueda de prensa.

"Claro" que este asunto, que constituyó el primer gran escándalo del recién nacido partido, hizo daño a Podemos, lamenta el propio Monedero en declaraciones a este diario. "Pero es muy difícil luchar contra eso, porque los medios decidieron atacar con todo", insiste el exdirigente, que asegura que el partido no contaba entonces con las "herramientas para contrarrestar" a la "máquina del fango". "Es posible que no lo gestionáramos bien", admite por su parte Alegre, que reconoce que Podemos reaccionó "con lentitud". "Pareció que ocultábamos algo", lamenta.

Sea como fuere, el llamado caso Monedero marcó un punto de inflexión en el ascenso demoscópico de Podemos, que a partir de ese momento comenzó a bajar en las encuestas y a encadenar malas noticias. En marzo, el partido morado obtuvo un 14,8% y 15 escaños en las elecciones andaluzas, cuando los sondeos le pronosticaban más de 20 diputados. Y en abril, Monedero dimitía después de expresar sus discrepancias con la moderación discursiva promovida por Errejón y, en aquel momento, también con Iglesias. "Estoy convencido de que Podemos tiene que dejar de mirarse en espejos que no son los suyos", había lamentado Monedero escasas horas antes de anunciar su renuncia.

Podemos pone a prueba su tirón electoral

Pero la bajada en las encuestas no fue óbice para que Podemos obtuviera un resultado "histórico" –en palabras de Iglesias– en las elecciones autonómicas y municipales que se celebraron en mayo. Pese a que a nivel autonómico el partido morado no pudo superar al PSOE en ninguna comunidad, sí que fue clave para sacar a la derecha del Gobierno en Castilla-La Mancha, Comunidad Valenciana, Extremadura, Baleares, Aragón, Cantabria y Navarra. No obstante, las mejores noticias para Podemos vinieron del ámbito local: pese a que la formación decidió no presentar sus siglas a las municipales, las candidaturas en las que participó se hicieron con las alcaldías de Madrid, Barcelona, Zaragoza, A Coruña o Cádiz.

Por el contrario, cuatro meses después Podemos no pudo repetir sus buenos resultados en las elecciones autonómicas en Cataluña, donde la candidatura de Catalunya Sí que es Pot –una coalición entre ICV, EUiA y Podemos– encabezada por el activista vecinal Lluís Rabell no llegó al 9% de los votos. La lista arrastró problemas desde el inicio: Rabell no era la primera opción para ser candidato –el elegido era el economista Arcadi Oliveres, cuya plataforma Procés Constituent rechazó sumarse a Catalunya Sí que es Pot– y, además, no contó con el apoyo de la recién elegida alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, que se desmarcó de la candidatura. El mal resultado provocó la dimisión de la hasta entonces secretaria general de Podemos Cataluña, Gemma Ubasart, crítica con "el tono y la filosofía de la campaña electoral". Y el propio Iglesias tuvo que admitir que el resultado fue "claramente decepcionante".

No obstante, a menos de tres meses para las elecciones generales del 20D, no había mucho tiempo para lamentaciones, y Podemos consiguió imponer su nueva consigna: la "remontada". El partido morado terminó obteniendo un 20,7% de los votos pese a su decisión de no alcanzar un pacto de coalición con IU, que intentó durante meses que Podemos cambiara de opinión. La única opción que ofreció Podemos a la federación fue que algunos de sus dirigentes se integrasen en sus listas, una oferta con un claro destinatario: Alberto Garzón, que entonces no comandaba IU.

Lo cierto es que, unidos, los cinco millones de votantes de Podemos y el millón de votos que consiguió IU hubieran superado los resultados del PSOE el 20D. No obstante, Monedero sigue pensando que el partido morado hizo bien en no confluir. "Estaba absolutamente claro que no se podía confluir con la IU de Cayo Lara, como estaba absolutamente claro que había que confluir el 26J", cuando el liderazgo de IU ya había pasado a manos de Garzón, apunta el exdirigente, que sostiene que hubo bastante consenso en este punto en la dirección de Podemos. Alegre es más tibio y señala que él era "partidario" de confluir el 20D con IU y otras fuerzas, pero admite que "las dinámicas internas de IU" fueron las que echaron para atrás a Podemos.

La llegada al Congreso y la fractura

Tras el 20D comenzó, explica Simón, una nueva fase en la historia de un Podemos que, pese a haber obtenido un resultado histórico, había fracasado en su meta de ganar las elecciones. "Tuvieron que resituarse en el escenario, porque se demostró que era imposible ganar de una sola tirada y que habría que pactar", señala. Y los 69 diputados de Podemos pronto se enfrentaron a un dilema que marcaría, quizá como ningún otro, la corta vida del partido: el referente a si apoyar o no el pacto del PSOE con Ciudadanos para la investidura del líder socialista, Pedro Sánchez. Un dilema que se resolvió con una negativa refrendada por las bases de Podemos, pese a que algunas voces dentro del partido morado llegaron a plantear la posibilidad de prestarse a este acuerdo para sacar a Mariano Rajoy de la Moncloa.

"Era muy difícil apoyar un programa de medidas elaborado por Jordi Sevilla y Luis Garicano", sobre todo cuando el PSOE "hizo trampa" y se reunió con Podemos para negociar mientras cerraba su pacto con Ciudadanos, defiende Monedero, replicando la que fue entonces la argumentación de Podemos. El partido apostaba por un pacto de coalición con el PSOE apoyado por los nacionalistas catalanes en el que ambos partidos tuvieran un peso muy similar e Iglesias fuera vicepresidente. No obstante, la dirección del PSOE rechazó cualquier acuerdo que implicase a los independentistas.

Pero Alegre, con la perspectiva del tiempo, no tiene tan claro que Podemos acertase no apoyando el pacto entre PSOE y Ciudadanos. "Cometimos un error claro: no pensar que se nos podía pasar a nosotros la factura de la repetición de elecciones", lamenta el cofundador del partido morado, que admite que la cúpula de Podemos pensaba que "se iba a reconocer" en unos nuevos comicios que la "culpa" de no haber alcanzado un pacto no era de la formación. "Ahora todos vemos qué tipo de partido es Ciudadanos, pero es verdad que tendríamos que haber medido hasta qué punto podíamos explicar nuestra oferta al PSOE, que funcionó comunicativamente mal", admite Alegre.

Fue por ese entonces, además, cuando comenzó a hacerse más evidente la fractura entre dos sectores que tomarían el nombre de sus cabezas más visibles: el pablismo y el errejonismo.pablismo errejonismo. En febrero, ambos dirigentes tuvieron su mayor choque hasta ese momento cuando Iglesias cesó fulminantemente al secretario de Organización de Podemos y mano derecha de Errejón, Sergio Pascual, acusándolo de una gestión "deficiente". El cese se produjo unos días después de que el sector errejonista maniobrase para hacerse con el control orgánico de Podemos en la Comunidad de Madrid, y la dureza de la medida tuvo como resultado que Errejón desapareciese durante dos semanas del foco mediático en señal de protesta.

El sorpasso que no fue

Tras varios meses, el bloqueo político no se resolvió y se convocaron unas nuevas elecciones para el 26 de junio. Unos comicios que contaron con una gran novedad: a diferencia de lo ocurrido el 20D, Podemos e IU suscribieron un acuerdo de coalición, que posteriormente se comenzó a conocer como el pacto de los botellines. Había nacido Unidos Podemos, y las encuestas y los propios dirigentes morados pronosticaban unánimemente un sorpasso al PSOE que no se produjo. Es más: Podemos e IU perdieron, en conjunto, un millón de votos con respecto a las anteriores elecciones, y unidos repitieron los 71 diputados que habían conseguido siete meses antes por separado. Alegre reconoce que el electorado les culpó del fracaso de las negociaciones anteriores. ¿Habría que haber aceptado el mal menor y haber apoyado el pacto PSOE-Ciudadanos? El exdirigente no lo rechaza.

Finalmente, Rajoy pudo ser reelegido como presidente del Gobierno gracias a la abstención del PSOE y Unidos Podemos se volvió a colocar como segunda fuerza en los sondeos por la bajada de los socialistas, a quienes acusaron de conformar una "triple alianza" con el PP y Ciudadanos. Pero tras el verano, la buena posición demoscópica del partido quedó en un segundo plano, oculta por el endurecimiento del enfrentamiento entre pablistas y errejonistas pablistas errejonistas de cara al congreso de Vistalegre II, que tendría lugar en febrero de 2017.

Las diferencias entre los dos sectores se fueron agravando con el paso de los meses y, según sostienen fuentes del partido, trascendieron de lo político al ámbito de lo personal. Buena muestra del clima de tensión interna fueron episodios como el de la campaña #ÍñigoAsíNo –orquestada en la Nochebuena de 2016 por los principales dirigentes pablistas contra Errejón– o el artículo que publicó Alegre apenas unos días antes del congreso, en el que tachaba de "grupo de conspiradores" y "camarilla" de "cortesanos" dispuestos a "destruirlo todo" a dirigentes muy próximos a Iglesias como Irene Montero, Rafael Mayoral o Juanma del Olmo.

Iglesias, su equipo y sus tesis terminaron imponiéndose con claridad en el congreso, y el secretario general diseñó un equipo a su medida y cortó de raíz buena parte del poder orgánico de Errejón, al que además apartó de la portavocía del grupo parlamentario de Unidos Podemos en el Congreso. "Todos los medios defendían que nos íbamos a romper y al final salimos con un acuerdo para que Errejón se presentase en Madrid y con un mandato de unidad", defiende Monedero. Alegre, por el contrario, hace un análisis más sombrío de Vistalegre II: "El peor error [de la historia de Podemos] ha sido el de reproducir dinámicas de confrontación que han supuesto un golpe a la ilusión que habíamos generado", sostiene.

La izquierdización de Podemos

Tras Vistalegre II comenzó, según Simón y Bascuñán, la que hasta ahora es la última etapa de la breve historia de Podemos: la "izquierdización" o fase "poscomunista", es decir, la asimilación a un partido clásico a la izquierda de la socialdemocracia. "Después de Vistalegre, Podemos deja de ser populista, se escora a la izquierda y abandona la transversalidad", explica Bascuñán. El partido morado estableció una estrategia basada en la oposición frontal a PP, PSOE y Ciudadanos para tratar de erigirse como el único partido de la oposición, de la que tuvo que abdicar temporalmente cuando Pedro Sánchez fue reelegido al frente de los socialistas con un discurso muy próximo a algunos postulados de Podemos.

"La tesis ya no es tanto apelar al sentido común de la gente como terminar ganando porque el sistema colapsará" cuando la mayor parte de la población apoye a la única opción que, bajo este prisma, ejerce de oposición, explica Simón. Bascuñán, por su parte, pone ejemplos de este cambio de estrategia. "Se nota sobre todo en el discurso: hay una fuerte oposición a la monarquía cuando antes no se trataba el tema, y ya no hay ninguna intención de apelar a la socialdemocracia, como hizo Iglesias en la campaña del 26J".

La intención de situar a Unidos Podemos como el principal actor de la oposición tuvo uno de sus mejores ejemplos en la moción de censura que presentó la alianza contra Rajoy el pasado junio, una medida abocada al fracaso al recibir solo el apoyo de ERC, Bildu y Compromís, pero que sirvió para que Iglesias confrontase directamente su programa con el del PP. En ese momento, con un Sánchez recién reelegido, Iglesias tendió la mano al PSOE para alcanzar acuerdos en el parlamento. Pero en las últimas fechas, el apoyo de los socialistas a la aplicación del artículo 155 en Cataluña ha vuelto a distanciar a ambos partidos y Podemos ha recuperado el tono duro contra los socialistas, integrantes, a su juicio, del "bloque monárquico".

El debate territorial ha demostrado ser uno de los talones de Aquiles de Podemos, que ha sufrido una fuerte caída en sus apoyos desde que el problema de Cataluña tomó protagonismo. El partido cumple cuatro años después de que su coalición en la comunidad, Catalunya En Comú Podem, consiguiese apenas un 7,4% de los votos en las elecciones del pasado diciembre, un resultado que Iglesias ha reconocido como malo. "Muchos ciudadanos han percibido que estábamos hablando a otras formaciones políticas, que estábamos haciendo un ejercicio de debate de política profesional", y "no hemos sido capaces de evitar que los temas sociales desaparecieran de la agenda", afirmó el líder de Podemos hace unos días.

En el propio seno de Podemos el problema territorial ha generado diferencias entre los dirigentes. El pasado octubre, Carolina Bescansa –que, pese a apoyar a Iglesias en Vistalegre II, se ha alejado progresivamente de sus tesis– denunció que "Podemos no está explicando un proyecto para España" y señaló esta circunstancia como una de las causas de su caída en las encuestas. "A mí me gustaría un Podemos que hablase más de España y a los españoles, y no solamente a los independentistas", y "muchas personas" lo ven como ella, señaló Bescansa.

Éxitos, pero también fracasos

Para los expertos, cuatro años después de su fundación, Podemos puede presumir de haber conseguido varios éxitos. "El fundamental es en términos de representatividad", porque ninguna otra fuerza a la izquierda del PSOE había conseguido nunca tan buenos resultados, apunta Bascuñán, mientras Simón señala que "han conseguido introducir técnicas de marketing a las campañas electorales, han introducido temas sociales en la agenda legislativa y han provocado un cambio en el umbral de exigencia a la clase política". "Ahora mismo, por ejemplo, genera un gran rechazo social que un partido incluya a un imputado en sus listas", ejemplifica.

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Pero la formación morada también acumula algunos fracasos. "No han sabido adaptarse bien al tiempo institucional, y eso provoca que se les siga viendo como un partido novato", señala Bascuñán, que afirma, asimismo, que Podemos "ha perdido frescura y pluralidad de voces". Por su parte, Simón sostiene que la formación ha provocado "una polarización del debate" y ha generado "una dicotomía entre amigo y enemigo" a consecuencia de su propio discurso. "Además, no terminan de encontrar acomodo en su relación con los medios de comunicación, y en esta última fase no están contribuyendo a conseguir mejoras incrementales, porque la actual dirección de Podemos no cree que el parlamento sirva de mucho si no se controla también el poder ejecutivo", sostiene el politólogo.

Así las cosas, Simón afirma que Podemos tiene varios retos a resolver tras cuatro años de vida. "Iglesias es ahora mismo el líder peor valorado, e incluso parte de sus votantes más jóvenes" están abandonando el partido, señala el experto, que apunta, además, que el partido morado necesita "mover el eje del debate público" para alejarlo de la situación en Cataluña, un tema donde Podemos "sufre". "Y tienen que construir las candidaturas de 2019, un año en el que los nuevos partidos van a entrar en los gobiernos autonómicos y donde Podemos, además, tiene que mantener sus alcaldías". 

Pero para Monedero, el reto de Podemos para el futuro no pasa tanto por frenar la sangría de votos como por "construir un partido diferente, con una vida diferente" que no tenga tanto que ver con lo que hacen "sus cargos institucionales". "Tenemos que volver a patearnos España, porque estamos en una situación muy parecida a la de 2011", analiza el cofundador de Podemos, que asegura que "el poder vuelve a no tener miedo". "Están envalentonados. Y Podemos tiene que volver a preguntarse qué hace aquí".

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