El ingreso mínimo vital no es solo el mejor Remdesivir para los más vapuleados por el tsunami, sino también, ahora mismo, la metáfora de casi todos los ciudadanos que vuelven al curso, como padres, como alumnos, como profesores, como cuidadores, como residentes: ¡necesitamos como nunca un mínimo vital para seguir tirando! El postconfinamiento ha hecho mutar, además, a los profetas de la libertad: después de los muertos renacen los zombis. Después de los científicos acechan los brujos. Después de los apocalípticos vienen los inquisidores con sus hogueras.
Septiembre 2020 marcará a futuro una frontera entre la emergencia social y un aluvión improvisado de medidas paliativas. Conocemos el escenario y al enfermo, pero poco hemos aprendido. La alarma es ahora más difícil de combatir por subjetiva y esponjosa. Surgen focos de resistencia desconocidos —al virus y a la gobernanza— y se abren debates sobre cómo conciliar trabajo y familia, o, dicho de otro modo, cómo respirar con mascarilla. Se impone la distancia, la prudencia, la reflexión, contraatacan la burbuja y el aislamiento, la brecha digital y la desigualdad.
Más que nunca es el tiempo de los enseñantes, de los expertos que pueden auscultar al paciente y acercarnos a conclusiones meditadas y no a precipicios populistas. Después de la salud, la educación es la otra gran línea de flotación del sistema público con el que se mide esa presunta grandeza de los Estados: vacunarla contra toda tentación de debilitamiento debería obtener un amplio consenso para hacer frente a la otra gran pandemia, la ignorancia y la superchería. En tiempos de bulos inflamados por la velocidad del contagio en las redes sociales hay que recuperar la sabiduría de algunos maestros predigitales como Antonio Machado. Despacito y buena letra es la tarea escolar que se recomienda para no caer de nuevo en ese deporte de masas al que somos tan aficionados. “De diez cabezas, nueve embisten y una piensa”, decía el autor de los Proverbios y cantares. Para inaugurar el curso y despertar del letargo, en este número de maestras y maestros, Antonio Gamoneda nos brinda un conversatorio. El Cervantes asturleonés es de los que piensan.
Muy buen número de Tinta Libre. Muy buen nivel de las reflexiones. Casi totos los artículos excelentes. Alguno en especial muy acertado como el de la educación científica no formal.
Pequeña crítica: la entrevista a Iciar Bollain está fuera de lugar, no es pertinente con el resto de contenidos y como ocurre casi siempre el tema educativo acaba profundizando en la universidad olvidando las enseñanzas no universitarias, el sistema educativo columna vertebral es la obligatoria de 6 a 16 años y de 16 a 18 la FP y el bachillerato.
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www.infolibre.es ISSN 2445-1592
Francamente, no he acabado de leerlo, pero juntar a Lledó, Ortega y Machado en un número, brutal!!
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