Lucía Solla Sobral: "Hay que educarles a ellos, nosotras ya pusimos empeño en cómo llegar a casa por la noche"

Lucía Solla Sobral, autora de 'Comerás flores'.

Acaba de salir de imprenta la decimotercera edición, lo que significa que Comerás flores (Libros del Asteroide, 2025), suma ya más de 25.000 ejemplares despachados desde su llegada a las librerías el pasado 1 de septiembre. Nada mal —espectacular, de hecho— para una primera novela que aborda las distintas caras del amor y los espejismos de las relaciones desiguales, el maltrato psicológico machista, la bulimia, las dificultades del duelo, las relaciones familiares y la amistad como refugio. La exitosa debutante es Lucía Sollas Sobral (Marín, Pontevedra, 1989) y atiende a infoLibre en un hotel de la Gran Vía madrileña mientras la ciudad se mueve tan ajena y compulsivamente navideña a toda velocidad.

¿Da más miedo el éxito o que no pasara nada tras publicar la novela?

Estaba preparada para que no pasara nada. Debutar me daba pánico, además con un tema polémico y en una editorial con mucho reconocimiento y prestigio. Durante el verano estuve muy nerviosa y angustiada, pero en cuanto salió a la venta se notó que algo estaba pasando, así que me tuve que acostumbrar. Es muy bonito, claro, no puedo poner ningún pero. Libros del Asteroide, además, tiene unos lectores muy fieles y creo que Comerás flores está teniendo este éxito por estar en la editorial que está.

Nos engañamos creyendo que en las parejas hay un prototipo muy concreto de maltratador y de víctima

¿Y qué es Comerás Flores?

Es la historia de Marina, una chica que conocemos con 24 años cuando acaba de morir su padre, en un momento en el que está muy desilusionada con la vida adulta porque creía que teniendo un título universitario y un trabajo, amigas y familia, ya estaba todo resuelto. Pero no. Ella está en una fase de duelo sin resolver, una vida también sin resolver, y mucha prisa por resolverla. Ahí entra Jaime, que es un hombre veinte años mayor que ella con capital social, cultural, simbólico y económico, de forma que Marina cree que ese amor que él le ofrece va a hacer que todos sus males desaparezcan. Pero no sucede eso, porque tampoco es así. 

¿Cuánto de autobiográfico tiene la trama? ¿Y de generacional?

Lo más autobiográfico que hay es la muerte y el duelo por el padre, así que los recuerdos que le di a ella son los míos. La desilusión vital yo creía que era una precariedad generacional, pero hoy en día creo que ya está afectando a todas las edades. Y, es más, creo que hay más algo de clase que de generacional, porque el problema de la vivienda nos está afectando a todas las edades, como el de los salarios. En el del amor romántico quizás sí que es más fácil caer cuando eres más joven, pero tener sesenta o setenta años no te salva tampoco de conocer a un Jaime. Pero sí, hay algo de generacional, más quizás en la voz que en lo que le pasa a Marina, por desgracia. 

Siempre nos estamos centrando en la víctima, pero es como si en una guerra te dicen cómo no morir, cuando igual tienes que decirle al que está apuntando que no tiene que matar

¿Por qué una novela sobre el maltrato psicológico en una relación desigual y tóxica? ¿Es algo de lo que no hablamos lo suficiente? 

En los medios no se habla del maltrato psicológico. Pero no solo en los medios, es que entre nosotras y nosotros tampoco lo hablamos. Yo empecé a revisarme a mí y a mis exparejas y detecté algún comportamiento que pasé por alto, bien porque no me daba cuenta, porque lo normalizamos o porque nunca me atreví a reconocerlo. Da mucha vergüenza reconocerlo, porque te señalan a ti, no a él. Cuando caí en eso, me senté con mis amigas, empezamos a analizar a todas nuestras exparejas y descubrimos que se repetían comportamientos entre ellos y también esa sensación de culpa entre nosotras. Ahí encontré el tema. Y me encantaba el reto de escribir sobre algo que no se ve, observando mucho, haciendo terapia, llevando incluso al personaje de Marina al psicólogo y luego a mí misma para entender un poco por qué cae en esto una chica con formación, con una red, con trabajo. Para entender por qué yo alguna vez caí en eso y por qué mis amigas también. 

¿Qué entendió?

Acabé entendiendo que hay momentos en la vida que eres vulnerable, por lo que sea. En el caso de Marina, por una muerte, pero puede ser por mil cosas más. Puede ser simplemente porque si estás con el objetivo vital de que tienes que tener una pareja vas a pasar por alto muchas más cosas y es mucho más fácil que entren por ahí. La cosa es entender qué es lo que queremos realmente, qué es lo que nos hace bien, y marcar eso, pero nos enseñaron y nos acostumbramos a tener una jerarquía fija para todo el mundo en los vínculos sociales, cuando a lo mejor a mí me viene muy bien que en lo alto de esa jerarquía esté mi pareja, pero a mi amiga le viene mejor que esté su madre o a otras su vecina o sus hijos. Eso es lo que hay que desaprender y aprender otra vez porque, si no, siempre vamos a salir dañadas. Sobra todo nosotras, porque es a quienes señalan más.

Ha hablado de vergüenza y culpa, que nos lleva a la importancia de verbalizar estos maltratos para no caer en el silencio y la parálisis. ¿Cómo conseguir hablarlo más?

A nivel individual, tenemos que confiar en la gente de nuestro alrededor y quitarnos ese miedo de que nos vayan a juzgar. También cultural y socialmente, en los medios, tenemos que empezar a hablar de ese tipo de maltrato, porque no lo vamos a identificar hasta que le pongamos palabras y mostremos los comportamientos. Creo que también lo que está pasando con Comerás flores es que de repente muchas lectoras se dan cuenta de que no les pasó solo a ellas y, claro, si no te pasa solo a ti es que no eras tan tonta, porque hay muchas más que lo están viviendo, y te quitas poco a poco esa culpa y esa sensación de que todo lo que pasó fue porque no lo supiste ver. Porque todo eso te pasó porque alguien decidió ejercer violencia y control sobre ti. Para ver eso hay que hablar muchísimo de ello. Hace poco fue el 25N y todavía solo se habla de asesinatos, que por supuesto hay que hablar de ellos, pero es que antes del asesinato hay violencia psicológica también, que no tiene por qué llegar al asesinato. 'Solo' con que haya violencia psicológica, y 'solo' entre comillas, ya es terrible. Eso es lo que tenemos que desestigmatizar para poder reconocerlo, prevenirlo y, si lo estamos viviendo, identificarlo. Si no, no hay manera.

En los medios no se habla del maltrato psicológico. Pero no solo en los medios, es que entre nosotras y nosotros tampoco lo hablamos

"Sabía que había hombres que gritaban, que controlaban, que humillaban, pero no sabía que era posible enamorarse de ellos", escribe.

Claro, porque además creo que también nos engañamos creyendo que en las parejas hay un prototipo muy concreto de maltratador y de víctima, cuando cualquiera puede ser víctima y cualquiera puede ejercer maltrato. No tiene que ser un hombre bruto, tosco, también estamos viendo que puede ser un hombre del ámbito cultural, aparentemente aliado. Y ella puede ser una chica con referencias feministas, con estudios, listísima, con amigas, pero pasa igual. Puedes tener muchísimas herramientas que por supuesto te van a ayudar, cuantas más mejor, pero no nos libran de poder caer ahí porque es algo más emocional. De hecho, creo que caemos en el error de llamarlos monstruos o de ponerles etiquetas así, como para reírnos, pero al final si es un monstruo no es un hombre y, si no es un hombre, no es el que está a nuestro lado, no es el vecino, no es nuestra propia pareja. Tenemos que empezar a cambiar esas palabras, porque no son monstruos, son determinados hombres, y así va a ser más fácil reconocerles. 

El maltrato que padece Marina no es solo esa violencia invisible, pues acaba cayendo en la bulimia y afectando a su físico directamente.

Lo que ocurre es que como lo hace ella, Marina cree que está teniendo ella el control de esa decisión, pero en realidad es a través de él. La mano con la que se provoca el vómito es de ella, pero el motor es él. Igual que el enfado con su mejor amiga y otras muchas cosas que en realidad provoca él muy sutilmente. 

Caemos en el error de llamar monstruos a los maltratadores, pero si es un monstruo no es un hombre y, si no es un hombre, no es el que está a nuestro lado, no es el vecino, no es nuestra propia pareja

¿Cómo se sale de una relación tóxica, desigual, abusiva?

Creo que la solución pasa por construir una red de personas lo suficientemente fuerte para que si en algún momento, por desgracia, estás en una situación de maltrato, te estén esperando. La solución ideal sería identificarlos a tiempo, pero como decíamos, para eso tenemos que hablar muchísimo más. Y educarles a ellos, en general, ya que nosotras ya pusimos mucho empeño en cómo llegar a casa por la noche, en cómo vestirnos... Siempre nos estamos centrando en la víctima, pero es como si en una guerra te dicen cómo no morir, cuando igual tienes que decirle al que está apuntando que no tiene que matar. Es un trabajo entre ellos, de reconocer privilegios, aceptarlos y trabajar desde ahí. Hay una pregunta que tiene atravesada a Marina: '¿qué hace una chica como tú con un hombre como él?' Pues pregúntale qué hace él con 45 años con una chica de 25, que es la edad de su hija. Pero eso nunca se lo preguntan porque siempre hay como un colegueo, una cosa de pasar por alto porque esa conversación es mucho más incómoda que la conversación con la víctima.

¿Tenemos idealizado el amor romántico y así nos va?

Está muy romantizado, sobre todo entre nosotras. Por ejemplo, una mujer sin pareja de 50 años es una solterona, mientras él es un soltero de oro. Parecen chorradas, pero se van metiendo dentro. Y a nosotras en concreto, por supuesto, el concepto de familia, de pareja. Nos enseñaron a que sea así. Para nosotras, especialmente además, va ligado a la renuncia, a un cuidado extremo. Es como que cedimos nuestras ambiciones y nuestros deseos al amor romántico. 

Pues viene la ultraderecha con esa idea de volver a meter a la mujer en lo doméstico, en lo íntimo, en lo familiar.

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Yo también noto que hay un interés por ir hacia atrás y que se está yendo para atrás. Es algo que entró a través de la estética, por redes sociales, con eso de la 'tradwife' (esposa tradicional) haciendo pan de masa madre para su novio, cuando nunca vamos a ver a un chico haciendo pan de masa madre a su novia. Los jóvenes están comprando ese discurso porque es más fácil eso que reconocer cuáles son las cosas que tenemos que trabajar para ser mejores que las chicas de al lado. Es más fácil seguir ahí, odiar, quejarse y aspirar a tener una ama de casa. Además, así los hombres tienen más control sobre las mujeres, por eso Jaime lo intenta con Marina, porque no quiere que aspire a el trabajo de sus sueños, y ni siquiera le gusta que coma lo que ella quiere comer. El piensa 'tengo que eliminar todo lo que me gusta de ella para que no tenga personalidad y poder manejarla'. Y sí, se está intentando ir hacia ahí, hay una brecha de género importante entre los jóvenes. 

¿Qué le dicen las lectoras de Comerás flores y, sobre todo, los lectores?

Ellas, sobre todo, que en algún momento de su vida fueron Marina, o que lo fueron hace muchos años y que gracias a leerlo se quitaron esa sensación de culpa, porque se dieron cuenta de que no solo les pasó a ellas. Por otro lado, los hombres que deciden leer Comerás flores tienen un caminito hecho ya, porque son más comprometidos o más conscientes, así que lo leen con empatía e incluso reconociendo ciertos comportamientos, dándose cuenta de que alguna vez se quedaron en silencio y no lo entendieron como un castigo, aunque para la otra persona evidentemente lo era. Cosas así. En cualquier caso, son la minoría de los hombres que me escriben, ojalá cada vez más. En las presentaciones cada vez hay más y con una mirada muy cariñosa hacia el libro y la historia. Hay esperanza.

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