Deprisa y corriendo

La advertencia del consejero delegado de Repsol pudo sonar a alarmista, pero realmente, aunque nuestra situación no sea la misma que la de Alemania o países más al norte de Europa, es una realidad que el invierno que viene habrá que prever alternativas y soluciones a la falta del gas y petróleo ruso. Todos los países están en ello, planteando soluciones más o menos realistas. No es fácil encontrar una alternativa a una dependencia de años en apenas unos meses.

En Dinamarca han apostado por las islas de energía. Se trata de unas megaconstrucciones en mitad del mar. Un conjunto de turbinas eólicas que irán encima de estas plataformas y con las que se prevé generar mucha más energía que la que producen en otros parques eólicos. Se ubicarían en el Mar del Norte. Un proyecto que estaba muy en pañales, se esperaba tenerlo finalizado en 2030, y que el gobierno de Dinamarca quiere acelerar tras el estallido de la guerra en Ucrania. Un proyecto ambicioso, el mayor que afronta el gobierno en décadas y que se estima que costará más de 34 mil millones de euros.

Creen que la energía que puedan generar con esas islas de energía podría alimentar a millones de hogares europeos. Y ahí están, buscando ingenieros especializados en esa energía eólica marina y mano de obra para acelerar los trabajos de construcción.

Con la guerra de Ucrania nos ha pasado un poco como con la pandemia: hasta que hemos tenido el problema encima no nos hemos dado cuenta de lo dependientes que éramos de determinadas economías o energías que nos pillaban a muchos kilómetros de distancia y que, todo lo atractivas desde el punto de vista económico que podían ser, se han revelado como una trampa para las economías de Europa.

Ahí están los famosos microchips. Provocando un enorme tapón en millones de negocios e industrias. China era su gran fabricante y con la pandemia y ahora con el confinamiento de Shanghai, seguimos atascados en una producción que la globalización convirtió en muy atractiva y que la realidad, la nueva realidad que estamos viviendo en estos meses tan extraños, nos han demostrado que no lo eran tanto.

Con el gas ruso está pasando exactamente lo mismo. Y el problema acucia: si no queremos seguir financiando la guerra de Ucrania tendremos que dejar de comprarle a Rusia su gas y su petróleo. Pero apagar la calefacción de miles de hogares y negocios en Europa no es fácil.

“Los viajes contra Putin”. La idea es que el gobierno alemán financie viajes a España de sus jubilados: intentar que se muden en los meses más fríos del invierno a lugares más cálidos, como nuestro país. Eso rebajaría el consumo de gas

En Alemania, las agencias de viaje están proponiendo un nuevo paquete: “Los viajes contra Putin”. La idea es que el gobierno germano financie viajes a España de los jubilados alemanes: intentar que se muden en los meses más fríos del invierno a lugares más cálidos, como nuestro país. Eso rebajaría el consumo de gas. Y ahí están, estudiándolo.

El Ayuntamiento de Barcelona anunciaba hace unos días que compartirá con sus vecinos la luz que generan sus placas solares. Para ayudarles a rebajar la factura de la luz.

Iniciativas necesarias. No nos queda otra. Hay que cortar el grifo de millones de euros que cada mes pagamos a Rusia y que está sirviendo, nos guste o no, para financiar los sueños imperialistas de Putin. La guerra ya sabemos que no va a ser cosa de unas semanas, podría cronificarse y durar meses. Pero eso ya da igual.

Lo que tenemos que aprender, de ésta y de tantas otras, es que esto de la globalización tenía grietas y tenía peros que hay que intentar solventar antes, no deprisa y corriendo cuando la bola se hace tan grande que es imposible de manejar.

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