El día libre del rey Carlos III

No lleva ni una semana en el trono y ya se ha cogido un día libre. Un día de “reflexión” es lo que ha dicho el comunicado de la Casa Real británica. En plenos actos de despedida de su madre, él necesita parar. Tomarse el día y “reflexionar”.

En una semana Carlos III ya nos ha dejado varios momentazos, gestos y decisiones que prometen ser la tónica durante su reinado. Un hombre que en teoría lleva toda su vida preparándose justo para esto, para este momento, para nada más. Que ha esperado la friolera de 73 años y que, en su primera semana, ha dejado entrever que hay situaciones que le exasperan, que se irrita con demasiada facilidad, que tiene poca empatía por los que están cerca de él y que, desde luego, no va a saber aguantar el tipo como lo hizo su madre tantas y tantas veces.

Estos días hemos ido conociendo algo más de su personalidad, del hombre que tiene la titánica tarea de hacer sobrevivir a la institución tras la muerte de su madre, una institución, la corona, que podría ser cuestionada y que se ve antigua y desfasada

Un trabajo meramente representativo, que exige un mínimo de “saber estar”, de empatía. Su madre lo hizo casi hasta el final. No sabemos si su estado de salud era muy malo o solo malo, pero su última imagen pública, la que se hizo junto a la nueva primera ministra en Balmoral, daba pistas de que había empeorado bastante. De hecho, sólo un día y medio después, murió. Pero ella se mantuvo sonriente, con su bolso, de pie, apoyada en su bastón, esperando a que entrara en el salón Liz Truss.

Su hijo, en su primer acto con cámaras, un acto medido, protocolario, con toda la liturgia y boato de la Casa Real británica, lo reventó con dos gestos, cuando pidió que le retiraran los famosos tinteros. Dos gestos con la mano y con la cara que demuestran una soberbia desmedida, una falta de paciencia preocupante y un hartazgo incomprensible.

Soberbio, caprichoso, maniático… Estos días hemos ido conociendo algo más de su personalidad, del hombre que tiene la titánica tarea de hacer sobrevivir a la institución tras la muerte de su madre, una institución, la corona, que podría ser cuestionada y que desde luego se ve como antigua y desfasada. Su personalidad marcará su reinado, pero, desde luego, ha tenido tiempo para aprender a mantener a raya esas reacciones tan espontáneas de asqueo. Si te manchas la mano con la pluma a menudo y te molesta, una de dos: o no vuelvas a usar la pluma o lleva un pañuelo para, sin que nadie se dé cuenta, poder limpiarte después de usarla. Especialmente ahora que todo el mundo te está mirando, que todo el mundo quiere ver realmente cómo eres, si eres digno de suceder a la Reina, si la corona va a ser continuista o va a introducir reformas, reformas acordes con una sociedad que atraviesa una profunda crisis, especialmente la británica.

Sus cifras económicas son las que son, su invierno va a ser igual de duro y frío al del resto de occidente, con el agravante de que ellos ya no tienen el paraguas europeo. Y con todas las incertidumbres encima por un Brexit que no acaba de traerles la prosperidad que les prometieron, llevan más de una semana dedicados a despedir a su Reina con todo el boato y la ceremoniosidad que corresponde a la corona británica. Desfiles, vigilias, silencios, cortes de carreteras, colas, soldados custodiando el féretro, desmayos, caballos que ensayan el desfile por la noche con los soldados replicando los sollozos de la gente para que no se asusten… En fin: que el país entero lleva días volcado en despedir a una mujer que hizo historia, que marcó a un país en un momento delicado y que supo hacer su trabajo hasta el final. Ayer, The New York Times publicaba que todos estos actos los van a pagar los británicos, en un momento en el que su primera ministra ha anunciado recortes.

El lunes se cerrará una etapa de la historia del Reino Unido y empezará de verdad una nueva era. Esperemos que Carlos III llegue descansado. Su pueblo ha estado de pie durante horas y horas, pasando frío y pasando calor, para poder despedir a su madre. Ahora espera que él esté a la altura y que su hastío, cansancio y manías le permitan hacer su trabajo tan bien como lo hizo su madre. God sabe the King! Por el bien de los británicos.

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