Ni Broncano ni Motos Cristina García Casado
Feliz verano
Hace unos días mi hijo me dijo que empezaba a agobiarse cada vez más con lo rápido que pasaba el tiempo. Que echando la vista atrás, el curso había pasado como un suspiro y que, esto me dolió, el verano estaba ya casi superado. Empecé por el final: “¡no me puedes decir que el verano casi ya ha pasado cuando yo todavía no he empezado las vacaciones!”. Se lo dije con una sonrisa intentando liberarle un poco de la angustia que su reflexión había dejado al descubierto. Hace ya mucho tiempo que sé que, mis conversaciones con él, me ponen en demasiadas ocasiones frente al espejo de la vida, frente a todas esas reflexiones, dudas, pensamientos que, en el día a día apartamos, pero que están en el fondo de tus acciones, de tus preocupaciones, de ese ruido mental que, como una sordina, siempre está ahí aunque tú lo silencies permanentemente. Sé que es especialmente sensible e intento saber escucharle y darle los mejores consejos cuando se abre así. Su edad es la edad de replantearse todo y le dejo que explore ese camino.
Esa conversación surgió al final del día, cuando nos vamos juntos a pasear a nuestro pequeño perro, cuando sale todo eso que no nos hemos podido contar durante el día o la semana, cuando, sin más, ellos se abren para decirte aquello que les está preocupando. Muchas veces son cosas que les han pasado en el colegio o con sus amigos, otras son conversaciones mucho más profundas, de estar atento a cada detalle que te están dando para saber por dónde responder, aunque a ti te pille cansada, desmotivada o con la guardia baja. Insisto, su edad es complicada y a ellos les ha tocado una época difícil, con demasiadas dudas encima y con pocas certezas a la vista.
Sí, la vida pasa rápido y la percepción conforme vas creciendo es que cada vez más. Es lo que le dije, Seguramente es a su edad cuando te das cuenta de que los veranos ya no son tan eternos como te parecían de pequeño, que entre Navidad, Semana santa y el final del curso, los meses pasan volando y que, si te despistas, de repente, sin haberlo querido ni haberlo pensado, ya eres adulto. Seguramente su miedo, su reflexión, iba por ahí. Pero eso me ayudó a confesarle algo que cuesta aprender y que es vital hacerlo para no perderte nada: aprovechar el presente. Nuestra mente nos está llevando cada momento a lo que vendrá después, nos adelanta preocupaciones y acontecimientos o, al revés, nos ancla permanentemente en el pasado, en lo que fuimos, en lo que hicimos, o en lo que dijimos o nos callamos. Y nos trampea, sacándonos del presente, de lo que estamos haciendo ahora, justo ahora mientras usted lee esto. Vivimos pensando en las vacaciones, en ese merecido descanso y cuando ya estamos ahí, en teoría desconectados, ya estamos preparando y programando lo que haremos a la vuelta.
Vivimos pensando en las vacaciones, en ese merecido descanso y cuando ya estamos ahí, en teoría desconectados, ya estamos preparando y programando lo que haremos a la vuelta
Así que, el consejo que le di es que disfrutara de todo, de cada día. Y le puse un ejemplo. Él odia los lunes, como muchos, como yo. Pero a cada lunes le tenemos que dedicar un espacio, un momento, que nos haga sentirnos mejor: hacer deporte, escuchar esa canción que nos levanta el ánimo, leer, tomarnos un café en ese sitio que nos gusta antes de entrar a trabajar, lo que sea. Hacer de los lunes el mejor día de la semana es mucho pedir pero al menos, no hacerlo tan duro con esos pequeños gestos.
Y tomarnos el verano con calma: saborear cada instante, esa cena en ese sitio con vistas increíbles a lo que sea, el mar, la montaña, un cielo despejado de estrellas, un monumento icónico que hemos ido a visitar. Que estemos donde estemos, hagamos lo que hagamos, sea una especie de tatuador de recuerdos, de momentos, de experiencias, de energía de la que tiraremos después, cuando lleguen los exámenes, los problemas, los baches o las semanas sin descanso.
Que los veranos vuelvan a ser como cuando éramos pequeños: interminables, no ya en tiempo, porque es imposible, pero sí al menos en experiencias, en risas, en compartir, en disfrutar…
Es lo que vamos a intentar estos días. Es mi propósito, a pesar de que sigan saltando las alarmas en el teléfono sobre las últimas horas en torno a las negociaciones para la investidura, los acuerdos o no acuerdos, las visitas inesperadas de reyes o lo que toque. Intentaré llenarme de momentos tatuados en mi memoria para afrontar lo que venga en septiembre, que promete ser intenso. Y les deseo que a ustedes, les sirvan también estos días para cargarse de recuerdos que nos hagan sonreír un poco. Feliz verano
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