¿Quién le pide perdón a Alberto Rodríguez?

En febrero de este año, el periódico local de Tenerife Diario de Avisos publicaba un estudio de Rufino García Fernández, presidente de la Fundación Cultural Canaria de Ingeniería y Arquitectura Betancourt y Molina, en el que se detallaba que la población de la isla de Tenerife lleva 30 años creciendo a razón de 10.000 personas anuales, que su densidad de población es mayor ya que la de Mallorca o Japón y que, si se resta el porcentaje de su territorio que está protegido, superaría los mil habitantes por kilómetro cuadrado en toda la isla. Si vamos a las capitales de las dos grandes islas, las cifras son tremendas. En Las Palmas residen 3.800 personas por kilómetro cuadrado. En las últimas dos décadas, la población de todo el Archipiélago Canario ha crecido un 27%, a lo que hay que añadir una masa flotante de turistas muy importante durante todo el año.

En los últimos tiempos, dos fantásticos libros de dos autoras canarias jóvenes, Panza de Burro de Andrea Abreu y Supersaurio de Meryem El Mehdati, han tenido impacto nacional narrando las vidas de las clases obreras canarias contemporáneas y la desazón por un futuro que parece que está expulsando a los locales de sus propias islas. En Canarias, por tanto, se está gestando un movimiento popular que debe canalizar el descontento justificado e histórico de las islas con el resto de España. Son 2,2 millones de habitantes. En un país de 47. No parece ninguna tontería.

Una vez más se pone de relevancia que la clase social es un eje que atraviesa la vida, también la de sus señorías, y que la política es la única manera para darle la vuelta. Ah: y que resistir y creer es una buena fórmula para vencer

No hay que ser un analista muy fino para imaginar que Alberto Rodríguez, una de las figuras políticas más solventes y respetadas allí y de las más relevantes salidas de las islas en la última década, va a ser un actor decisivo. Una semana después de anunciar que liderará una opción política local y de dejar la puerta abierta a negociar con la plataforma que lidere Yolanda Díaz, Ernesto Ekáizer, uno de los periodistas más relevantes de España, especialmente cuando se trata de información de tribunales, adelantaba en Radio Euskadi y El Periódico que el Tribunal Constitucional devolverá su escaño a Rodríguez. Posiblemente, y esto ya es opinión personal, la propia condena será revocada en un tribunal superior en el futuro porque, dicho mal y pronto, no hay por dónde cogerla. Incluso si Ekáizer se equivocara o si su condena por esa agresión "fantasma" a un policía terminara siendo firme, parece al menos que las dudas deberían servir para tratar con un poco más de respeto a alguien de su nivel político e institucional.

Hablamos, por tanto, de una figura política cotizada, de proyección nacional. Alguien con poder en un territorio muy grande de España. Sin embargo, ha tenido que sufrir el maltrato judicial, el de la propia institución del Parlamento personificada en su presidenta e, incluso, el de su propio antiguo partido, Podemos, según él mismo ha relatado. Durante estos años ha vivido situaciones muy difíciles por su ejercicio de la política, amenazas personales, vivencias muy desagradables. Se le ha infravalorado en todos los estamentos fruto de un clasismo estructural generalizado. En determinados momentos, Alberto solo se ha tenido a sí mismo, a su coraje y el respaldo de 60.000 canarios que lo votaron. Es poco bagaje para tanto mérito político.

Rodríguez va a ser la cabeza visible de una fuerza electoral muy potente en el futuro cercano. No hay que ser muy listo para vaticinarlo. Será un político relevante en España y ostentará importantes cuotas de poder. Pero nadie le va a restituir lo más básico: nadie le va a pedir perdón. Demasiado obrero, demasiado mal vestido, demasiado clase baja. Y aunque consiga mucho, que lo logrará, ¿quién restituye el honor de un tipo que fue un diputado brillante pero fue pateado por la puerta de atrás del Parlamento? ¿Quién rectificará haberle llamado "delincuente" o haberle despreciado dentro y fuera de sus filas? Posiblemente nadie. Probablemente le dé igual, más cuando triunfe electoralmente. Pero una vez más se pone de relevancia que la clase social es un eje que atraviesa la vida, también la de sus señorías, y que la política es la única manera para darle vuelta. Ah: y que resistir y creer es una buena fórmula para vencer. 

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