Por qué en Galicia decían que tiene más sombra que cuerpo Benjamín Prado

No sé si se han enterado, pero ya tenemos papa. Los mismos que pronosticaron un cónclave larguísimo nos explican (sin siquiera pararse a coger aire) cómo, en realidad, los electores siempre lo tuvieron clarinete. Nuestro corresponsal en Wall Street informa del súbito encarecimiento de las acciones de Típex S.A., seguiremos informando.
Quien más quien menos lleva un vaticanista dentro: un seleccionador, pero de cardenales. No había salido el tal Prevost a dar las buenas tardes y ya lo teníamos calado. Minucias biográficas, sed de información, ¡predicciones a gogó! «Se ha tocado la nariz con el índice izquierdo, es una señal de continuismo». Viva la exégesis y el detalle sobreanalizado, que las escaletas no se llenan solas. Me complace sentir este frenesí noticiero la misma semana en que nos hemos tragado que, si eso, en seis meses, conoceremos las causas del apagón. ¡Cuarto poder, en vos confío! Fuentes bien enteradas aseguran que el Gobierno pretende interrogar a los quince gigavatios fugados, uno por uno; no se descartan las técnicas mejoradas, que algún propio habrá que haya sido cadete en la político-social.
Asombra que las mismas lumbreras capaces de detectar un sabotaje ferroviario en cinco minutos pidan dos trimestres para repasar el Excel de las energéticas. «No descartamos ninguna hipótesis». ¡Ninguna! Ni la del ataque alienígena, ni las tretas de los anarquistas italianos ni a Uri Geller malmetiendo desde su salón comedor. El Unabomber, de no haber palmado, entraba en las quinielas. Con todo, quisiera elogiar el sosiego con el que nuestros gobernantes se están tomando el inesperado suceso. Contra el bulo, parsimonia. Yo no me precipitaría: quizás conviene esperar a las autopsias de todos los implicados. Así, dentro de setenta u ochenta años estaremos en disposición de confirmar que las babosas controlacerebros no están en el ajo.
Quisiera elogiar el sosiego con el que nuestros gobernantes se están tomando el inesperado suceso. Contra el bulo, parsimonia.
Sobre lo de los trenes, elemental, querido Watson: los ladrones de cobre son gente escrupulosísima con la relación coste-beneficio y jamás afectarían el corredor sur por unos cientos de euros. Serán amigos de lo ajeno, pero con responsabilidad social. Me lo apunto para la próxima: «señor agente: me han robado el retrovisor del coche. Tiene un valor ínfimo, pero no veas el estropicio. Yo creo que es cosa la Mano Negra. Si no, del maquis, que estos montes están plagados». Me admira, sin embargo, la reacción entre la parroquia socialdemócrata (no cabe un fan más) ante este tocomocho. «Mucho quejarse del pe so e –ora pro nobis– pero aún no sabemos dónde estaba Mazón cuando la dana». Imagínate que pudiesen parecerte mal las dos cosas… ¡a la vez! Badabún.
De todos modos, toquemos madera. Podría haber sido peor: felizmente, en esta ocasión, Sánchez ha capeado la situación sin necesidad de ningún quinquenio de reflexión. Uno ya se contenta con poco: si no nos van a dar explicaciones, al menos, que nos las nieguen sin esperas. Ah, y una mención de honor. Mira que había por dónde meterle el diente al presidente tras su fatua comparecencia parlamentaria; ¿pues no va Feijóo y le sale con lo del hermano? Ni a Fernando VII se las ponían tan en fila. Debe de ser cosa de la vista: te quitas las gafas por vanidad y al final no ves tres en un burro.
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