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Comerse el turrón

Hace algún tiempo se acuñó en la prensa deportiva la expresión “no se come el turrón para aludir al escaso futuro que le quedaba en un club de fútbol a su entrenador. Hoy estamos a punto de que los que no tenían que tomárselo en sus cargos vayan a hacer que a todos los demás se nos atragante.

Considerar que repetir elecciones de manera casi cíclica no es bueno es una falsedad prefabricada, igual que sostener que en democracia debe gobernar el partido más votado aunque no haya conseguido mayoría. Hay gente que defiende muy seriamente ambas cosas, confesándose demócrata, cuando en realidad están poniendo en solfa el proceso democrático y negando la realidad de las mayorías parlamentarias. No es malo votar, lo que pervierte el sistema es que se repitan elecciones con los mismos y con las mismas propuestas porque han sido incapaces de crear condiciones nuevas, ni es malo que gobierne quien no ha ganado pero ha tenido el talento de negociar con adversarios políticos y convencerles para obtener una mayoría de apoyo suficiente.

El problema es de solvencia. Solvencia moral y, sobre todo, solvencia política.

El mismo Rajoy que se negó a ir a la investidura por no tener apoyos está dispuesto a acudir los dos últimos días de este mes aún a sabiendas de que sólo con Ciudadanos no conseguirá esa investidura. Pero ahora le interesa, porque pone al PSOE en el ojo del huracán y si la cosa va mal, vamos a elecciones en Navidad con bastantes más posibilidades de que el PP se acerque a una mayoría suficiente. Eso, que es parte del juego político, es una clara demostración de insolvencia, de incapacidad para ir más allá de lo previsible. Pactar con Ciudadanos una serie de medidas que no suponen un gran esfuerzo no aporta nada nuevo, no es una prueba de imaginación, no es el gesto de grandeza política que sus partidarios parecen creer. Tampoco el juego de los de Rivera, que en su día se acercaron al PSOE y ahora optan por el PP. Nada que objetar, de eso va el ser partido con vocación de bisagra. El problema es que teniendo capacidad para forzar un cambio mayor en el PP se conforman con una pasadita por algunos territorios que al partido de Rajoy no le provocan demasiados problemas. Si fueran solventes habrían apretado: tan sencillo como mantener la palabra de Rivera de no pactar mientras siguiera Rajoy y el resto de la dirección de un partido con unos cuantos procesos por corrupción.

El argumento de la “responsabilidad institucional” que algunos levantan para exigir al PSOE que se abstenga tiene también su fundamento, pero por las mismas quienes lo defienden acaso podrían forzar a que los socialistas pusieran en marcha con determinación un acuerdo entre los demás partidos –Podemos y Ciudadanos incluidos– para desatascar la política española. La “responsabilidad institucional” debiera llevar a buscar salidas que no fueran las fáciles y previsibles. Pero no: “Yo no me acerco a tal o a cual porque son los enemigos y no podría ponerme de acuerdo de ninguna manera”. Entonces, ¿de qué responsabilidad estamos hablando?

Me malicio que la única que ejercen los líderes políticos presentes es la que tienen ante su propio partido y el aparato que les ha colocado ahí.

Ninguno de los cuatro debería comerse el turrón de las próximas elecciones, que han demostrado sobrada incapacidad para la imaginación, para el arrojo que la situación política requiere, para hacer posible la realidad de un país que apostó por acabar con el bipartidismo pero que ahora parece abocado a repetirlo, a no librarse nunca de él.

Seguimos como hace un año, o peor. Sin perspectiva de solución política y constatando que aquí no hay chicha, no hay imaginación, no hay solvencia política, no hay nada.

Se les ve el miedo y la mediocridad; temen algo de lo que se les llena la boca, el diálogo. Todo se puede hablar, cualquier acuerdo es posible, el invento de las líneas rojas es una frivolidad si lo que a uno le preocupa de verdad es el bien común.

Si vamos a tener que volver a elecciones en Navidad, que sea con otros líderes, o con otras propuestas, o con otro lo que sea, pero con algo distinto. Volver a votar lo mismo y a los mismos es repetir el proceso, es engañar a la gente, es alejarnos de las urnas, es pervertir el sistema.

A modo de propuesta sin demasiadas esperanzas: dejen de mirarse los ombligos y el tamaño del del otro y pongan sobre mesa programas, propuestas, soluciones… Hagan política, señores, o váyanse, que este país no merece que los mismos que siguen mareando la perdiz cacen el pavo y nos lo sirvan en Navidad. Que como los entrenadores, o creen juego o no se queden a comerse el turrón.

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