Desde la tramoya

Cierre de filas

En sus prolegómenos, estamos asistiendo a la campaña electoral más moderada de los últimos años. Nadie parece tener motivos esta vez para elevar demasiado el tono.

Primero, para no molestar a un electorado potencial que está enfadado y cansado, y que ignorará o penalizará a quien se exceda en la tensión.

En segundo lugar, porque los tres partidos centrales –PSOE, PP y Ciudadanos– e incluso los dos más extremos –Podemos y Vox–, compiten por el espacio de centro, que constituye el caladero que ha dejado la acelerada decadencia de Ciudadanos y que también forman los ciudadanos en general más desmovilizados y más proclives a la abstención.

Tercero, porque tanto Pablo Casado –viendo cómo recupera algunos puntos en las encuestas– como Albert Rivera –viendo cómo los pierde– saben hoy que las exageraciones, las astracanadas y los insultos a Sánchez, ahora ya no dan más votos. La ruptura simbólica del bloque de las derechas ha sido un elemento crucial, y también lo ha sido el fracaso del acuerdo en el bloque de la izquierda. Hasta las anteriores elecciones, el debate político parecía más polarizado y más simplificado en dos opciones: "!que viene la derecha!", amenazaban unos; "que siguen los amigos de los etarras y los golpistas", advertían sus adversarios. Las divisiones dentro de los bloques parecen haber reducido la verosimilitud de ambas arengas.

Me detengo sin embargo en el factor más importante para que esta campaña sea de guante blanco. Ese factor es el tinte claramente moderado –casi conservador– que han elegido el PSOE y el Gobierno para su narrativa de campaña. La "estrategia España" de ambos marcará en buena parte el estilo de las semanas que vienen. Esa "estrategia España" consiste en apelar a los sentimientos patrióticos del electorado español, justo en el momento en que se leerá la sentencia del procés. Sánchez podría haber elegido ignorar o dar menor importancia al "asunto Cataluña", pero ha decidido sin embargo subir el volumen. Comenzó en las últimas sesiones de control, en las que habló sin miramientos de la posible aplicación del famoso artículo 155. Siguió luego sin lamentar en absoluto las detenciones de miembros de los Comités de Defensa de la República. Puso a continuación "España" en su eslógan, y amenaza ahora con la posible aplicación de la Ley de Seguridad Nacional, que le da poderes ejecutivos especiales para centralizar las decisiones, en detrimento de las comunidades autónomas, es decir, de Cataluña.

En el equipo de Sánchez conocen bien uno de los fenómenos más estudiados de la ciencia política contemporánea y conocido por su nombre en inglés: "rally 'round the flag'". O "cierre de filas", si se prefiere una traducción. Este efecto de rally se produce cuando una nación percibe un ataque exterior grave. Un ataque terrorista, por ejemplo. O una amenaza de guerra, o un ataque bélico, o un desastre natural... En estos casos el efecto inmediato es una elevación de los niveles de aprobación del líder de esa nación. Para eso es imprescindible que ese líder siga algunas instrucciones literalmente de manual: adoptar una posición extremadamente institucional, mostrarse duro con los enemigos y ofrecer consuelo a las víctimas y envolverse en la bandera.

El equipo de Sánchez sabe que la sentencia del procés, de algún modo, constatará que ese ataque de "los enemigos" (los independentistas) se produjo, que esos enemigos se revolverán contra la nación cuando se les condene (revueltas, manifestaciones, acciones de los CDRs....) , y que si él actúa con inteligencia, le bastará con aplicar ese mismo manual para que unos cuantos cientos de miles de votantes cierren filas en torno a él. En eso es en lo que están el presidente del Gobierno y su partido. Y es inteligente seguir ese manual.

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