Desde la tramoya

Otras cinco crisis de Podemos

Hace pocos días, el penúltimo díscolo de Podemos, Ramón Espinar, escribía un artículo en eldiario.es refiriendo las que él llama “cinco crisis” de su partido: crisis de resultados, crisis orgánica, crisis de alianzas, crisis de análisis, crisis de proyecto. Utilizando la jerga que es muy típica de los líderes de la formación morada (llena de términos de la sociología estructuralista: “actor social”, “construcción simbólica”, “sujeto colectivo”...), Espinar básicamente dice que Podemos no ha sabido estar a la altura de la egregia misión a la que supuestamente estaba llamado, ni más ni menos que “cuestionar que hubiera un destino fatal para nuestro pueblo”, descubriendo a la gente que “el destino se construye” y ofreciéndose como “plataforma para hacerlo”.

El ejercicio de autocrítica de Ramón Espinar es loable, aunque sea uno más de los muchos que se han ido publicando en los últimos meses, y éste llegue además después del enorme fracaso en las elecciones generales, locales, autonómicas y europeas.

Pero yo voy a proponer, en un análisis mucho menos académico que el que él ofrece, otras cinco crisis de Podemos. Más sencillas, menos ampulosas, complementarias de las de él.

Crisis por salir de la crisis. Podemos canalizó como partido político toda ese sentimiento de indignación que fue extendiéndose por España desde 2010. Es indiscutible que ese sentimiento se ha atenuado al mismo ritmo que se aliviaba la propia crisis económica. Los cabreados son menos. Y la indignación menos severa. En la medida que Podemos es un partido que nace y vive por la crisis económica, si no la hay, o hay menos, puede perder parte de su fuerza.

Crisis de credibilidad. No puedes decirle a la gente que estás contra la especulación y, como el propio Espinar, especular con una vivienda protegida que compras con 23 años, ni siquiera ocupas y luego vendes sacándole una suculenta plusvalía. O pasar de tu modesto y castizo piso en Vallecas a una preciosa piscina verde y una casita de invitados, todo muy pequeñoburgués. Perdón por recordarlo, pero aquellos símbolos, que aún están en las conversaciones de bar, no deberían minusvalorarse.

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Crisis de nepotimo y de arrogancia. Nadie duda del talento de Irene Montero ni del de Pablo Iglesias, ni de su capacidad individual para ser ambos la número dos y el número uno de la organización, pero qué raro resulta, caray. Qué extraño resulta también que se someta a la militancia a la decisión de si la pareja debe dimitir por ocupar la casa de Galapagar. O esas actitudes mesiánicas al volver del permiso de paternidad.

Crisis de antipatía. A veces las cosas son más sencillas de lo que parecen. Yo tengo la sensación de que Pablo Iglesias y la gente que le rodea en la dirección de Podemos, sencillamente, han empezado a caer mal. Los enfrentamientos han sido constantes en estos cinco años y siempre se han saldado con purgas inmisericordes (Bescansa, Alegre, Errejón, también Monedero) o con rupturas tan sonadas como la que le alejó de Manuela Carmena. Es en este punto de su crítica en el que Espinar resulta más directo.

Crisis por éxito del PSOE. Como es sociológicamente natural, Podemos es en buena parte un vaso comunicante con el PSOE. Como lo era IU (cuando existía, no como ahora). Era un viejo problema que conocen muy bien Anguita y Llamazares. Al primero le fue muy bien porque a Felipe González le iba fatal. Al segundo le fue peor, porque Zapatero era el fenómeno de moda en la izquierda. No era mérito del cordobés ni demérito del asturiano. Simplemente era consecuencia del estado de ánimo de los socialistas. Si la satisfacción continúa entre los socialistas, Podemos seguirá en su precaria situación actual.

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