… Que escribe guiones

Están de huelga los guionistas de Hollywood. Y usted dirá ¿Y a mí qué me importa? Hay tantas cuestiones graves por las que preocuparse… la subida de los tipos de interés de “Lagarde, Lagarde”; la sequía, no llueve aunque Revilla cante a pleno pulmón; los precios de la cesta de la compra, hay más tensión en la caja del súper que un 2 de mayo en la puerta de la disco madrileña “tribuna de autoridades”. 

¿Entonces, por qué me da a mí hoy por escribir sobre lo de Hollywood? Pues para confirmar que los guionistas existen. No, no son leyenda urbana, aunque a veces se les trate como la muerta de la curva de la audiencia audiovisual... Las historias que vemos en el cine, en el teatro, en las series, en la tele, las que escuchamos en la radio o en los podcasts, están escritas por personas que provocan emociones enjaretando las suyas con oficio y mucho curro, lo que ocurre es que no suelen trascender sus nombres. Son como agentes secretos…

El pasado jueves, José Antonio Pérez Ledo recibía el premio Ondas por su guión en La firma de Dios, podcast que también recibió el premio a la mejor ficción. Y en su discurso, que comenzó así: “turra de guionista súper breve”, Pérez marcó dos ideas: “juzgar un guion a partir de un producto acabado es imposible o por lo menos muy difícil”. Se refería a la importancia del equipo, al aporte imprescindible de cada pieza del engranaje a una producción. Y la otra idea –“revolucionaria” según su propia definición– consistió en leer nombres, los nombres de guionistas nominados en la misma categoría. 

Nunca he entendido la invisibilidad de quienes escriben los guiones, es un misterio fascinante. En términos cinematográficos, guionista es como el Señor Lobo de Pulp Fiction. Llega, resuelve una situación –necesitamos una historia– y, una vez hecho el trabajo, desaparece como si nunca hubiera estado allí… Es un ninja que se esfuma cuando pone el punto final.

La afición por que nos cuenten historias es uno de los rasgos que nos distingue como especie. El ser humano necesita que le cuenten, pero también necesita contar y contarse

¿Qué extraño maleficio silencia la voz que construye el esqueleto sobre el que se asienta un relato? Lo de la gala de los Goya 2016, con los autores de guion invitados a entrar por otra puerta para que no pisaran, ni posaran, ni pasaran por la alfombra roja, fue una imagen triste y cutre pero clarificadora

En Hollywood los guionistas se han plantado. El 2 de mayo pusieron el “The end” a su curro hasta que mejoren las condiciones. Se personaron en las puertas de los ocho grandes estudios estadounidense para decir que se acabó lo que se daba por escrito. La negociación previa no llegó a buen término y han hecho un giro de guión. 

Huelga de teclados apagados de unos profesionales para los que el auge de todas esas series –que muchos de nosotros consumimos con fervor– se ha traducido en sueldos más bajos y pérdidas de derechos sobre su obra escrita. Demandan transparencia sobre audiencias en streaming y seguridad ante el tsunami de la Inteligencia Artificial.

¿Y cómo acabará esta historia? ¿Tendrá un final feliz o un distópico desenlace? “Un robot, artificialmente inteligente, inventa a toda pastilla tramas que atrapan, personajes que enamoran o nos hacen detestarlos, chistes inteligentes o tan tontos que te tienes que reír, historias de terror, de amor, de negocios, producción masiva y low cost de usar y tirar”.

La afición por que nos cuenten historias es uno de los rasgos que nos distingue como especie. El ser humano necesita que le cuenten, pero también necesita contar y contarse. De esto último sabe muchísimo mi querida Ana Martín, experta en impartir cursos para que aprendamos a construir nuestro relato personal. Si la humanidad no tiene quien le escriba, la historia acabará tan triste como la del coronel de García Márquez. Y con el mismo final, “Mierda”.

Cinema paradiso - Ennio Morricone. Concerto Arena di Verona (2002)

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