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El Gran Hermano

Una imagen de Edward Snowden se proyecta en una pantalla gigante en Hong Kong, China, el pasado 23 de junio.

El Gran Wyoming

El señor Snowden ha sacado a la luz una serie de archivos clasificados que parecen demostrar que altos mandatarios han sido espiados por obra y gracia de el Gobierno de los EEUU. Ah, resulta que también decenas de miles de ciudadanos que nada tienen que ver con la actividad política profesional pero eso, al parecer, importa menos. Está claro que en el mundo en que vivimos el malo es Snowden y como consecuencia es el único que está siendo perseguido por este asunto. Nadie más va a pagar precio alguno. Se ha convertido en alguien tan detestable que se ha llegado a prohibir sobrevolar el espacio aéreo de varios países europeos tan democráticos como Francia, Italia, Portugal o España al avión presidencial de Evo Morales por si llevaba a tamaño delincuente internacional de polizón.

Hasta ese extremo llegan los representantes de estos países donde cada vez es más frecuente la impunidad en el incumplimiento de la ley, y más evidente el desprecio xenófobo hacia los países considerados de serie B. ¿Alguien puede imaginar semejante trato al presidente de una nación de nuestra órbita? Una vez más, todos reconocieron los hechos menos el Gobierno español que, por boca de su ministro de Exteriores, negó la mayor y respondió que no se le impidió aterrizar, sino que se le solicitó que confirmara su deseo de repostar combustible. Vamos, que se finiquitara en diferido, con lo que se fue a otra parte con un cabreo considerable. Estos señores del Gobierno ya no dicen la verdad ni cuando les preguntas la hora. Por su parte el señor Morales dio por zanjada la cuestión tras un encuentro con el rey y Rajoy con estas palabras: “No guardo rencor ni resentimiento. Los pueblos indígenas no somos vengativos”, reafirmando, con esa forma de pedir perdón, el desprecio al que fue sometido.

Que yo sepa este señor Snowden no nos ha hecho nada, al contrario, nos ha prevenido de las actividades delictivas que EEUU lleva adelante contra nosotros y nuestra clase dirigente, con lo que ha alcanzado un grado de toxicidad que puede afectar, como hemos visto, desde miles de kilómetros de altura, y que es una muestra más del grado de sumisión al amo que practican los países soberanos europeos. Estos, sin lugar a dudas, deberían estarle agradecidos por cumplir con el deber de todo ciudadano de denunciar el crimen, tratando de evitar las actividades ilegales de los servicios secretos de sus países. Por este motivo Smowden ha sido galardonado con el Sam Adams Award, que otorga una asociación estadounidense de exmiembros de esos servicios, “a un agente del servicio de inteligencia que ha defendido la integridad y la ética de estas actividades”.

Hay que tener en cuenta el riesgo que ha asumido el señor Snowden al renunciar a su anonimato alegando que se siente orgulloso de su denuncia: “No tengo intención de esconder quién soy porque sé que no he hecho nada malo. No quiero vivir en un mundo donde se registra todo lo que hago y digo. Es algo que no estoy dispuesto a apoyar o admitir. Soy un convencido de que deben ser los ciudadanos los que decidan sobre el poder que le otorgan al Estado y no un burócrata de turno”. Como se ve, es un ciudadano ejemplar amante de la justicia y del orden y, a pesar de ello, se ha convertido en el enemigo público número uno.

Esta contradicción entre la defensa que hacen los ciudadanos de su propia libertad y las acciones de los gobernantes en el sentido contrario son una causa más de ese desapego hacia unos políticos que, en efecto, no les representan. Escucho al señor Javier Solana como víctima, en sus tiempos, de estas prácticas, quitarle hierro al asunto. Viene a decir que son cosas que se hacen desde siempre, que no pasa nada. Si a ellos no les importa que les espíen, podían preguntarnos a los demás qué nos parece. Alguno ha puesto el grito en el cielo, como Ángela Merkel, pero no se la ha visto dar la cara por sus votantes.

Por nuestra parte, Rajoy, a través del secretario de Estado para la UE, Iñigo Méndez de Vigo, ya ha quedado con el embajador de Estados Unidos, el señor Costos, para tomar un cafelito, darle una palmadita en la espalda y recordarle que puede estar tranquilo y seguir con sus cosillas que aquí no va a tener, como siempre, el menor problema. Google, Facebook, Apple y demás empresas son colaboradoras entregadas a la causa del espionaje de los ciudadanos. El nombre de redes sociales cada vez cobra más sentido, pero no por el entramado que suponen, sino porque estamos atrapados en ellas. Habrá que empezar a buscar agujeros por los que escapar.

Mientras, El Gran Hermano se congratula de este nuevo paso adelante. Observa desde la atalaya lo sencilla que ha resultado la abolición de la privacidad. Ahora sabemos, de manera oficial, que nos controlan. Asumida esta gracia, a partir de ahora, totalitario no será el gobierno que lleve a cabo tales prácticas, sino aquel que se queje, por no comprender en su radicalismo la necesidad de esta nueva forma de lucha contra el terrorismo.

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