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Pescanova: el pelotazo de Carceller explicado a los niños

Valentín Carrera

Saben la historia del feriante diplomado en Harvard con postgrado en Padrón: “Compro a dos y vendo a cien, y con ese dos por ciento, voy tirando”. Es posible que el empresario Demetrio Carceller haya estudiado en la misma escuela.

Carceller es dueño del grupo Damm, accionista en Sacyr y en Pescanova, entre otras; tiene un grave proceso judicial ante la Audiencia Nacional y, aunque hay una extraña desimputación reciente, ya recurrida, el fiscal anticorrupción y la abogacía del Estado le piden catorce años de cárcel; además de otras vías de agua con la CNMV y las que no sabemos.

Damm lleva años en el consejo de Pescanova, representada por un hermano de Demetrio: fue socio y aliado de Sousa cuando le convino, cobró honorarios y dividendos, firmó cuentas anuales y tragó carros y carretas; y fue después enemigo a muerte de Sousa; pero, como en Pescanova hay tanto que explicar, son muchos los perjudicados que en sus querellas han pedido al juez Ruz la imputación de Carceller. Tal es el punto de partida.

Conocedor de los entresijos y trampas, de las que fue partícipe, y del valor real de los activos, Carceller pretende dar en Pescanova un pelotazo histórico: comprar a dos lo que vale cien, como el feriante. Conviene hacer una explicación para niños, no tanto por los lectores, bien capaces de entenderlo, huele a distancia, sino por algún conselleiro necesitado de dos tardes de economía con Jordi Sevilla. Veamos:

435 millones en el casino

Activos: el administrador concursal valora Pescanova entre 1.600 y 2.000 millones (rangos mínimo/máximo). Tomemos un valor medio prudente de 1.800 millones. 

Deuda: La deuda total de Pescanova es de 4.200 millones, de la que 3.100 es con más de cien bancos y 1.100 millones con bonistas y otros acreedores.

Carceller ha propuesto a la Banca –como principal acreedor tiene capacidad para decidir el convenio- una quita del 90%, es decir, perdonar a Pescanova 3.780 millones y dejarla saneada con una deudita de 430 millones.

Si la empresa vale 1.800 millones y después de esa quita queda a deber 430 millones, el valor real sería de 1.370 millones. Aquí es donde interviene Carceller con su oferta de “poner” 250 millones a cambio de quedarse con el 51% de las acciones. De entrada, con una teórica aportación de 250 millones, Damm compraría algo que vale 685 millones (la mitad de los 1.370 millones de valor real), dando un pelotazo directo de 435 millones, y todo ello sin vender un solo camarón o langostino, sino jugando en el casino financiero.

Además, adquiriendo el 51%, Carceller tendría el control total de la empresa: el tiburón se habría quedado la pieza entera, valorada en 1.370 millones, ganando en dos tardes 1.120 millones. Un buen pelotazo que sería capaz de entender cualquier niño e incluso el presidente de la Xunta.

Los lectores recordarán que alguna prensa publicó “Damm se queda con Pescanova”, titular mendaz que debería haber sido “Damm pretende quedarse con...”. No es lo mismo decir “me acuesto con George Cloney” que “me gustaría acostarme con...”

Como buen jugador de póker, Carceller ha lanzado un farol, usando a todo trapo a la prensa adicta, “Damm da un ultimátum a la Banca”, cuando más bien ha sido al revés; ha manoseado al actual consejo de Pescanova, con Urgoiti a la cabeza, arte y parte, que el Juez debiera apartar del consejo por estar incurso en claro conflicto de intereses y ya se verá también si en presunto delito. De momento, el consejero Luis Sánchez Merlo se ha apeado en la primera estación, antes de que el asunto le salpique.

El cabreo de la Banca

¿Puede la Banca, que no perdona un mísero crédito ni la más humilde hipoteca, incluidas entidades ayudadas y rescatadas con dinero de todos, perdonar 3.780 millones a una empresa sin sentar un precedente disparatado? Parece improbable: estaría premiando la pésima gestión de unos socios y de un consejo de administración (en el que se sentaba Carceller) que saqueó la empresa y la llevó a la ruina, pendientes todos de sentarse en el banquillo de la Audiencia Nacional. Todos los ciudadanos exigiríamos ese mismo delirio propuesto por Urgoiti: una quita del 90% en nuestras deudas personales y en nuestras ahogadas pymes.

Todo indica que la Banca -que también sabe hacer números, aunque en los precedentes de Pescanova se ha columpiado olímpicamente-, ha dicho basta a Carceller, optando por una solución transitoria: quedarse de momento al frente del tinglado, aplicar una quita del 70% para hacer viable el convenio de acreedores y, una vez aprobado el convenio por el Juez, desprenderse sin presión de las unidades de negocio menos rentables o problemáticas.

Con el 70% de quita –que seguiría siendo un premio al robo y al saqueo- los números varían. Para una deuda de 4.200 millones, supondría condonar 2.940 y dejar una deuda de 1.260. Es una opción más seria y realista que la bicoca de Carceller.

¿Sería viable la futura Pescanova, tras la quita del 70%, con 1.260 millones de deuda? La Banca asume como razonable un coeficiente máximo de endeudamiento de cuatro veces el EBITDA [beneficio bruto sin gastos financieros]. El administrador concursal ha estimado el EBITDA de Pescanova en 150 millones: se supone que la empresa podría soportar en los próximos años y devolver por sí misma una deuda de 600 millones, por lo que, hasta 1.260 de deuda, habría que capitalizar los 660 restantes: la mitad la pondría la Banca y la otra mitad un grupo inversor, Carceller o quien se lleve el gato al agua. Con o sin el 51%, es el filo de la navaja sobre el que caminan.

También en este caso la operación sigue siendo un pelotazo, aunque menor: quien adquiera el 51% de Pescanova por 330 millones se quedará con algo que –tras la quita y capitalización- sigue valiendo 1.200 millones como mínimo. Sigue siendo un pelotazo cojonudo, se mire por donde se mire. Este cálculo, que es real, y nos ha sido dibujado desde un banco madrileño partícipe en la negociación, se ve afectado por contingencias como la probable subasta de Pesca Chile (valorada en torno a 300 millones) y otras, incluidas las judiciales, pues el Juez Mercantil tiene la última palabra. Tres grupos de minoritarios, que suman un 10% de acciones (Pescanova con nosotros, AEMEC y Plataforma de afectados, representadas por los bufetes Iuris Terra, Cremades e Yvancos), han anunciado ya la solicitud de una junta judicial extraordinaria. Podrán variar las cifras por un sin fin de ajustes; lo importante es comprender el mecanismo del pelotazo: comprar a dos lo que vale cien y, con ese dos por ciento, ir tirando.

¿Que puede ocurrir?

Tales son los números fríos, en un escenario de liquidación a la baja; en un escenario de bonanza, las expectativas mejoran y Carceller lo sabe; la Banca y los demás inversores, también. El Juzgado Mercantil abrirá a finales de enero la fase de convenio durante dos meses. Antes de acabar marzo, y antes de que se acabe el dinero en caja, la Banca acordará un convenio con una quita del 70%, sin entregar las riendas a Carceller.

Queda por saber, en esta vergonzosa partida de monopoly, cómo y en qué momento los bonistas van a ejercer su derecho preferente a convertir sus bonos en acciones de Pescanova, transformando su condición de acreedores ordinarios en propietarios.

El Sindicato de Tenedores de Bonos de Pescanova suma 400 millones de bonos convertibles: juntos serían de lejos el primer accionista de la compañía (cinco veces más que Damm). Lo lógico es que los bonistas –bien asesorados en despachos de la City- juguen su baza con el convenio de acreedores a punto de caramelo, a finales de marzo.

En una quita del 90%, como quería Carceller, los bonistas perderían 360 millones quedando acreedores por 40 millones, una risa floja. En el escenario de una quita del 70%, perderían 280, que también es un dolor. Convirtiendo sus bonos en acciones, pasarían a ser propietarios de esa empresa medio saneada que vale al menos 1.200 millones: es su mejor expectativa y sus asesores lo saben.

También ha de saberlo el Juez: mientras Carceller -Urgoiti ha hablado ya de despidos- mira exclusivamente por sus intereses, la tutela judicial que otorga el concurso de acreedores le obliga a salvaguardar de modo equitativo los derechos de todos, incluidos los minoristas.

Un nuevo consejo –desalojado Carceller de Chapela– con la Banca como accionista de referencia, siquiera transitorio, con presencia de bonistas y minoritarios, sería ingobernable y la vuelta de Pescanova a la cotización en Bolsa, cada día más lejana. Todo ello sin contar con las losas judiciales pendientes. Contra pareceres respetables, como el del abogado Yvancos, este cronista considera que la mejor garantía para los afectados por la estafa de Sousa es una liquidación ordenada, bajo tutela judicial, con los minoritarios y bonistas dentro, como copropietarios, vigilantes. Solo los bonistas y minoristas, con amparo judicial, pueden evitar la otra solución: la liquidación salvaje que conlleva el Pelotazo Carceller.

Queda por saber, finalmente, en qué cuentas y paraísos fiscales están los 4.200 millones que faltan en la caja de Pescanova –cuya condonación vamos a sufragar todos- y conseguir su devolución, metiendo en la cárcel a quien los haya robado: el juez Ruz está en ello, pero va con calma.

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Y también está, como en NCG Banco, en Pemex, Navantia y otros desaguisados, la solución Feijóo, que parece consistir en llevarle unas cajas de langostinos a la Virgen de Lourdes.

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@ValentinCarrera es autor del libro 'Pescanova Crimen Perfecto' [Paradiso_Gutenberg, 2013]

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