Qué ven mis ojos

Hoy sube el salario mínimo y mañana debería bajar el máximo

Benjamín Prado nueva.

“A veces el motivo de que no te den la razón es que saben que la tienes”

Hoy el Gobierno PSOE-UP ha subido el SMI, de acuerdo con CCOO y UGT y sin el aval de la CEOE. Pero tras todas esas siglas hay algo más: una visión de lo que está obligada a ser una democracia, que a fin de cuentas es un sistema pensado para fomentar la igualdad de oportunidades y la uniformidad de los derechos entre las y los ciudadanos. Ninguna de esas dos condiciones se puede cumplir en una sociedad en la que las diferencias económicas entre los más ricos y los menos afortunados van más allá de toda razón, y eso que los segundos no piden ya que la tierra sea para quien la trabaja, sino recibir un jornal que les permita vivir dignamente, tal y como manda nuestra Constitución, que sin embargo no dice nada de que en España sólo pueda haber o millonarios o mileuristas. Los que se llaman a sí mismos “constitucionalistas” no hablan nunca de eso, quizá porque a ellos les gusta más llamarla Carta Magna y usarla como una carta-menú donde eligen los platos que más les gustan e ignoran el resto.

Las puertas giratorias giran igual hacia la izquierda que hacia la derecha

Si nos vamos de la demagogia a las matemáticas, con tres sumas se resuelve el problema. Aquí y ahora, cobrar el Salario Mínimo Interprofesional equivale a tener problemas, cuando el gasto medio de la cesta de la compra, según la OCU, es de cuatrocientos quince euros al mes por familia –o si se prefiere, entre ciento veintisiete y ciento cincuenta por persona– y el del alquiler ronda los ochocientos. No hace falta hacer un máster para ver que no tienes para las dos cosas, y menos aún para el resto: tarifa hidroeléctrica, recibo del gas, transporte o ropa, y no digamos ya para disfrutar de alguna clase de ocio. Las cuentas no salen y, además, no le salen siempre a los mismos. Por eso es tan miserable que haya quienes, por añadidura, les quieran privar también de los servicios públicos básicos y convertir la Sanidad o la Educación en otro lujo.

La patronal, que hasta hace no demasiado tiempo estaba dispuesta a llegar a los mil euros, no lo considera oportuno en estos momentos, cree que habría que esperar a que se produjese una recuperación económica más palpable y utiliza argumentos que se pueden entender, referidos a la crisis de muchas empresas golpeadas con ferocidad por el drama del coronavirus, que aparte de matar a tantas personas, quebró miles de negocios. Pero hay otros, en cualquier caso, que han ganado mucho dinero en este tiempo, desde los bancos hasta las cadenas de alimentación, especialmente los hipermercados de más éxito, pasando, cómo no, por las compañías energéticas. Las direcciones de todos ellos se reparten beneficios de muchos ceros a la derecha y sus jefes disfrutan de remuneraciones millonarias y se reparten dividendos astronómicos cuando sube la cuenta de resultados. La pregunta es: ¿Y si además de un salario mínimo hubiese uno máximo, que evitara los desequilibrios que permiten a esa gente llevarse cincuenta mil euros al día mientras se discute que otras y otros malvivan con menos de mil y en la zona conservadora se les discute, a cara de perro, un modesto incremento de quince? Ni que decir tiene que de eso tampoco quieren oír hablar ni los dueños del pastel, ni los que reciben una porción, ni siquiera los que lamen las bandejas.

La falta de entendimiento entre la CEOE y el resto de agentes sociales no es nueva, cada cual defiende sus intereses. Pero es verdad que el desacuerdo a menudo forma un laberinto. Una buena muestra de ello es el asunto de la jubilación, otro de los derechos contra los que se batalla desde el neoliberalismo y sus alrededores. Una pensión no es una limosna, es el resultado, por lo general, de muchos años de esfuerzo y la justa recompensa a quienes contribuyen al funcionamiento de la nación con sus impuestos. Y lo único que ha sabido hacer el poder, especialmente cuando ha estado en la Moncloa el Partido Popular, es vaciar la famosa hucha de la Seguridad Social. Pero aparte, en este territorio los mensajes siempre son contradictorios: desde la política se dice que hay que alargar la edad del retiro, de momento, en un futuro cercano, hasta los sesenta y siete años, y en cambio las compañías ofrecen prejubilaciones, que llaman voluntarias y suelen ser hechas mientras le ponen a sus empleados una pistola en la cabeza, o lo tomas ahora o mañana será mucho peor, a los cincuenta y cinco. ¿Qué pasa con esos doce años de diferencia? ¿Los paga el Estado y luego lo acusamos de no saber gestionar sus presupuestos? Al final, el modelo se está poniendo chino: un país, dos sistemas, capitalismo para los que mandan y modelo comunista para los que obedecen. ERTEs para los asalariados y beneficios para los jefes. Un sueldo mínimo y un sueldo máximo parece una idea bastante lógica, pero cuando se ha puesto sobre la mesa, ha ardido Troya. A veces el motivo de que no te den la razón es que saben que la tienes.

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