Sobre la esperanza Luis García Montero
No le den la enhorabuena a la ultraderecha de Italia, sino el pésame a Europa
El problema de la crisis energética es que nos convierte a nosotros en combustible; el del estallido de la burbuja inmobiliaria fue que multiplicó los desahucios y dejó a muchas familias en la calle; el de la crisis financiera, que las y los ciudadanos tuvieron que rescatar a los bancos, es decir, que hubo que hundir las lanchas de pesca para salvar los yates… Y así todo, porque en las sociedades neoliberales no hay ya ricos y pobres, sino faraones y esclavos, unos se construyen pirámides y los otros, además de cargar las piedras sobre su espalda, las pagan de su bolsillo. Los justos pierden y ganan los pecadores, que son los dueños de la iglesia. El aviso que da al resto de Europa la victoria en Italia de la ultraderecha es claro: si le seguís poniendo palos en la rueda a vuestras democracias oligárquicas, os ponemos en el Gobierno un partido directamente fascista. El problema es que la gente se lo pone sola: la coalición que ha puesto Roma a los pies de los caballos, ha obtenido mayoría absoluta en las elecciones, más de un 44% de los votos: el ladrón ya no entra por la chimenea ni por una ventana, llama a la puerta y los dueños de la casa abren, le invitan a pasar y le llenan el saco mientras se toma un café.
Está claro que a esas personas que se meten por su propio pie en la boca del lobo, o les sobra rabia o les falta información o la tienen pero no la entienden, algo que no es raro en un mundo en el que se ha comprobado que desde hace veinticinco años el coeficiente intelectual de cada nueva generación es más bajo que el de la anterior. Por supuesto, eso tampoco es casual, obedece a una estrategia sostenida de embrutecimiento, en un trabajo encaminado a polarizar la opinión pública y a hundir la reputación del adversario a base de descalificaciones continuas, insultos, campañas de intoxicación: “comunistas”, repiten una y otra vez, “socios de etarras e independentistas”, y hasta un “enemigos de España” que recuerda tanto al sambenito de “antiespañoles” que le puso a las y los republicanos el sanguinario Funeralísimo, un criminal al que ellos nunca han censurado sin matices y puesto en su sitio. Y resulta que esas sentencias morales y patrióticas las dicta gente condenada por el Tribunal Supremo por no pagar las obras que hizo en su casa, y que sigue en su escaño como si tal cosa; gente que presidió Gobiernos de los que el 80% de los ministros acabaron imputados o hasta en la cárcel; un partido con mil escándalos de corrupción en el expediente y condenado como organización delictiva, por lucrarse de la comisión de graves delitos; una presidenta bajo cuyo mando se dejó morir en las residencias de ancianos a miles de personas, emitiendo un protocolo que, en lo peor de la pandemia de coronavirus, prohibía trasladarlos a un hospital… No sigo, que el público se aburre con estas cosas, ya ha pasado página.
Y resulta que esas condenas morales y patrióticas las dicta gente condenada por el Tribunal Supremo por no pagar las obras que hizo en su casa, y que sigue en su escaño como si tal cosa
Lo que ha ocurrido ahora en Italia y antes en Hungría o en Polonia obedece a un plan y, por lo tanto, tiene su método. Primero aguaron las ideologías, embarraron la política con discursos de odio y desprestigiaron las utopías, para dar a entender que lo utópico era la propia política: no os fiéis de nadie, todos son iguales, es mejor lo malo conocido... Después, provocaron el caos para ofrecerse a acabar con él. Da igual el grado de cinismo que alcancen, porque aparece alguien con una brocha y un bote de pintura y los blanquea. Unos hablan de la España que madruga y no han trabajado en su vida o lo han hecho estafando a ingenuos, y otros hacen, donde les dejan, lo que Putin en Rusia, que llama a reservistas para defender la nación en las trincheras de Ucrania mientras a su familia la esconde y pone a salvo en un búnker secreto. El neozar del Kremlin era amigo de muchos de ellos y financió sus bulos en las redes. La candidata ultra en Andalucía, despechada porque no le dan una paguita y un cargo tras la debacle, ahora los acusa, por ejemplo, de financiar un canal en el que se dicen cosas como que "Hitler fue una herramienta de Dios." Cada vez que ese ángel caído de Vox tira de la manta, aparece un nazi. Y la ultraderechita cobarde no dice al respecto esta boca es mía, como hacen quienes tienen mucho que callar.
En Italia ganan el racismo y la misoginia —a los que aplaudía en los mítines de Meloni la dirección de Vox, sin darse cuenta de que repetir la jugada en España no llevaría a La Moncloa a Abascal, que, como mucho, haría de un Berlusconi de spaguetti western, sino a Díaz Ayuso, porque son como dos gotas de agua— y en Irán asesinan a las mujeres que defienden su dignidad sin ayuda de nadie, porque eso que llamamos la comunidad internacional, y que nunca ha existido, mira para otro lado. Mataron a la joven Mahsa Amini, por no llevar bien puesto el velo, y han matado a la casi niña Hadis Nafaji, por quitárselo y recogerse el pelo en un moño. Lo hizo la llamada “policía moral”. Aquí hemos sabido hace poco que para calumniar a los jefes de Unidas Podemos se usaba una autodenominada “policía patriótica.” En su libro El discurso del odio, recién publicado por la editorial Cátedra, la profesora norteamericana Caitlin Ring Carlson explica que este se puede representar por otra pirámide, en cuya base están las actitudes y actos tendenciosos, en el centro la discriminación sistémica de los otros y la violencia basada en los prejuicios de los agresores, y en cuyo vértice está el genocidio, la eliminación completa del rival. “Su propósito final, en cualquier caso”, escribe, “es perpetuar e incrementar la desigualdad.” La pregunta que hace la obra es si hay que aislar y censurar esos mensajes que circulan, paradójicamente en nombre de la libertad de expresión, por las redes, formando parte de lo que llama “el mercado de las ideas.”
En un par de meses, se celebrará en Qatar, donde a las mujeres se las trata como a seres de segunda categoría, se las oprime y maltrata, un campeonato mundial de fútbol que hará interrumpir las temporadas deportivas en el resto del mundo, porque los petrodólares lo compran todo, y el planeta mirará para otro lado. Cuando se normaliza a los monstruos, pasan estas cosas. Y mientras la pelota rueda, China afila el cuchillo y Putin tamborilea sobre el maletín nuclear. Es lo que hay porque es lo que se vota. No le voy a dar la enhorabuena a Meloni, pero sí que le voy a dar el pésame a Italia.
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