Muy fan de...

Rubalcaba

Yo tuve un jefe en la radio que soñaba con morir delante de un micrófono. Nunca lo entendí, a pesar de mi pasión por ese medio mágico. Siempre pensé que la vida tiene otras cosas, tus amigos, tus amores, tus aficiones, el placer de perder el tiempo como un modo de recuperar parte del que dedicaste a tu vocación, pero él lo tenía claro.

Viendo a Alfredo Pérez Rubalcaba en los últimos tiempos, me ha venido a la cabeza aquella idea, ese singular deseo de vida o... de muerte, más bien: morir con los auriculares puestos, morir con el cargo en activo, si en vez de locutor eres político.

Dice mi madre que sólo nos morimos una vez. Esta sentencia que me pareció cómica en su día y, a priori, incontestable, no es del todo cierta, lo siento mamá. Morimos muchas veces a lo largo de la vida, la cuestión es que después resucitamos, aunque estemos un poco zombis, eso también.

Hace unos días, vi a Rubalcaba en El gran debate de Telecinco, me llamó la atención cómo bebía a pequeños sorbitos del vaso de agua que sostenía en su mano derecha, mientras veía el vídeo sobre la infamia de Ponferrada. Buscando el lado romántico de las cosas –pura obsesión mía– me dio por imaginar el pensamiento de Alfredo en aquel momento: "Y qué hago yo levantado a estas horas un sábado –tenía cara de sueño, por cierto–, con lo bien que estaría en casa, en mi sofá, con la manta calentándome los pies". 

Seguramente, nada tenía que ver su pensamiento con el que abrigaba yo en mi imaginación, desconozco hasta qué punto tiene que enganchar la erótica de seguir ahí, en la brecha, aunque la brecha sangre por los cuatro costados, que ni con punto pelota parece que haya quien pueda cerrarla.

Soy muy fan de Alfredo por esa tenacidad suya, por empeñarse en estar, abajo del todo, habiendo estado arriba en varias ocasiones. Me sorprende su fuerza inagotable, pisando brasas en Cataluña, en Galicia y en Ponferrada. Por cierto, muy fan de su candidez en este último asunto, sabía que había moción pero no que pactarían con un acosador, él que siempre lo supo todo, ignoraba que se cocía la perversa jugada que deja una mancha que no sale ni con Blanco Nuclear. Y hablando de Blanco... poniendo la mano en el fuego por él, no se sabe si seguro de la honradez de su compañero de partido o de su propio poder ignífugo.

De pocos políticos se ha escrito tanto como de él, podríamos decir que Rubalcaba es un spin-off del socialismo, él sólo acapara más adjetivos, admiraciones, críticas y reproches que toda la formación junta y ahí sigue, como si nada, oye. "Por aquí le entra, por allí le sale", que decía mi señorita de cuarto de EGB.

Montoro

Se diría que se ha bebido la sangre de alguna víctima rabiosamente joven que le mantiene vivo a pesar del paso implacable de tiempo. Si Rubalcaba fuera un objeto, sería una de esas velas de cumpleaños que agotan a los celebrantes de soplar y soplar, porque están creadas para encenderse de nuevo una vez apagadas- recubiertas con magnesio, nada de magia, no vayan ustedes a creer-. Con Rubalcaba pasa igual, cada día lo matan y al rato se enciende porque otros, a falta de magnesio, le dan un baño de aliento y gritan a los cuatro vientos que está más vivo que nunca.

Atleta en su juventud –en el año 1975 llegó a correr los 100 metros lisos de atletismo–, desde entonces, no ha parado. Muchos fueron colgando las zapatillas y él continuó, dale que te pego, hasta hoy, al frente de un partido en crisis total.

Por cierto, la pasada semana, le negaron a aquel jefe mío la posibilidad de morir aferrado al micrófono en la radio en la que trabajaba, la emisora se apagó y, con ella, la posibilidad de que su último aliento sonara a través de esas ondas. Que yo no digo nada, pero estas cosas pasan –más difícil era que un Papa dimitiera y mira tú–. Suenan nombres en sustitución del inapagable Alfredo: Carme, Eduardo, Patxi... cuidado, con este último, Alfredo, últimamente los Franciscos están que lo tiran.

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