Segunda vuelta

TeleAyuso, al fin

Pilar Velasco

"Yo soy del PP, cobré del PP, voto al PP". El hombre que se jactaba de ser uno de ellos acaba de ser elegido administrador único de la televisión pública madrileña. "Es de agradecer que el Partido Popular me busque un puestecito. Se lo agradeceré muchísimo". Esta frase también es de José Antonio Sánchez, la pronunció en 2017 en la sala del Congreso Clara Campoamor. Años más tarde, le llega el tercer puestecito. De Telemadrid a RTVE y vuelta a Telemadrid. Los tres destinos bajo el férreo control de los populares con cuasimayorías absolutas volcadas, hasta lo conocido, en el control de la información y la gestión pública de los medios.

En palabras de Ayuso: "Un servicio público sin público no es un servicio, sino un negocio de cuatro". Eso fue precisamente Telemadrid en los años de Esperanza Aguirre e Ignacio González. Bajo la dirección de José Antonio Sánchez las audiencias rozaron mínimos históricos y máximos en despidos de trabajadores. Ejecutó el mayor ERE de la historia de la comunidad y está en el top five de los despidos masivos de España. 860 profesionales de 1.161 perdieron su trabajo en plena crisis económica. La justicia lo declaró irregular pero los profesionales no volvieron. Todavía, años después, dentro de la cadena recuerdan aquella etapa con horror.

El gestor y confeso defensor del PP, el "ni muchísimo menos antifranquista" y sí "apostólico y romano", no es responsable de ser el próximo administrador único. Por más que se carguen las tintas contra la idoneidad del perfil, él solo ha aceptado un dedazo político. Ayuso es quien le elige, con una ley exprés sin enmiendas, sin consenso, implantando un nuevo sistema de elección para que pueda perpetuarse en la provisionalidad, elegido únicamente con los votos de la derecha y la ultraderecha.

Es Ayuso quien ha forzado la legislación para destituir al actual director, nombrado en 2017 sin ningún voto en contra y un balance de tres años multiplicando la audiencia, con contenidos de rigor y calidad, transformando la imagen de la cadena, con especiales informativos que han sido en muchas ocasiones la referencia televisiva de los madrileños. O manteniendo los programas que han funcionado y cambiando sobre la marcha aquellos que no tenían el respaldo suficiente de los espectadores. Y lo más importante, abriendo el ente público a la pluralidad perdida durante años.

Ayuso ha conseguido poner de acuerdo a periodistas, federaciones y sindicatos en contra de la nueva ley, sin enmiendas, por la vía de urgencia. Y hasta la Asociación de la Prensa de Madrid, tibia en condenar las malas prácticas y corruptelas en el pasado, se ha mojado con un comunicado que rechaza el modelo aprobado.

Es un escándalo por dos motivos. Por lo que tiene de control y la elección del cargo. En ninguna empresa se elige como administrador a quien quiso cerrarla. Normalmente para fletar una televisión autonómica no contratas al que la dejó tiritando con un 26% de la plantilla; a quien ni siquiera ha presentado un modelo de gestión para ser elegido. Pero tampoco nombras a quien reconoce sin pudor ser un servidor de tu partido. Sobre todo, porque la ley pone freno al control político en pro del derecho a la información. Y el artículo 20 de la Carta Magna obliga a garantizar la pluralidad de los medios de comunicación.

Puede que esta conquista por asalto a Telemadrid sirva a Ayuso para preparar las próximas elecciones, para resolver una venganza personal, para lucir un ‘lo hago porque quiero y puedo’. Pero es difícil de explicar qué gana asociando su imagen y su recién estrenada presidencia al recuerdo de los años más oscuros de Madrid. Donde cada dirigente de la cúpula de su partido regional ha pasado por la cárcel o está imputado en un caso de corrupción. Donde sus tres antiguos secretarios generales acabaron en la Audiencia Nacional. O por qué querer recuperar la simpatía de Telemadrid amenazando a sus trabajadores con el recuerdo de aquel tiempo fundido a negro.

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Ayuso y el PP han criticado a TV3 en los años del procés, pidieron cerrarla o intervenir la televisión catalana por injerencia del Govern, y se han descolgado con un decretazo al que no se atrevió ni Carles Puigdemont. Hasta ahora, el derecho a una información veraz y plural en Telemadrid ha estado en cuestión con las mayorías absolutas del PP. Con el cambio de socio, de Ciudadanos por Vox, se da un paso más. El partido que señala a medios, expulsa a periodistas de su sede financiada con fondos públicos y ha sido condenado por el Supremo por ello, será quien condicione la elección de los futuros cargos.

Vaya por delante que a la mayoría de los periodistas no nos gusta este modelo. Y que aspirar a la BBC implicaría que nuestros políticos entendieran el derecho a la información como un bien público. Pero sin pedir tanto, no hay nada en el Ayusazo que haga pensar en que se cumplirá el respeto a la pluralidad mediática.

No hay manera de acabar esta columna con optimismo. Solo cabe esperar que no apuesten por pasarse de frenada. Aunque Telemadrid no les parezca un servicio público esencial, confiar en que desde dentro y fuera les recuerden que ‘Libertad’ –ese ayusismo en estado puro–, es pluralidad. Y esperemos que no pase como reza el título del aquí columnista Quique Peinado y cuando se opine diferente se tenga que decir: "Aquí me cierro otra puerta".

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