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Plaza Pública

De aquello que sentenció al 15-M

Laia Marco

El movimiento social más flagrante de la historia de la democracia española cumple dos años. El paro ha aumentado, las fuerzas de seguridad frente al Congreso se han quintuplicado y, por si fuera poco, la última concentración de asedio el congreso contó con ausencias declaradas importantes como la del propio 15-M. ¿Por qué este declive manifiesto? ¿Qué le llega a la sociedad española del 15M y qué pinta en todo esto el discurso informativo digital?Ebullición y evolución

Desde que en 2008 se proclamara oficialmente la recesión económica que asola España, diferentes movimientos sociales han comenzado a organizarse, algunos más y otros menos, con el fin de propiciar el cambio frente al estilo de los políticos profesionales. Uno de ellos ha logrado ocupar un puesto privilegiado en la escala de penetración social: el Movimiento 15-M, formado casi por casualidad en la manifestación convocada por otros movimientos de menor envergadura y calado, ha supuesto, en la práctica, el gran generador del cambio de mentalidad.

Sin embargo, la periodista implicada en el movimiento y coordinadora del libro Reacciona Rosa María Artal advierte hace ahora dos años en Elpais.com de que «hay un sector creciente, pero en general aún estamos en la fase del miedo y la resignación, de las respuestas individuales aisladas». Si en aquél momento ya se calificaba de “respuestas aisladas”, ¿en qué grado de penuria lo posicionamos hoy?

Se escucha y se siente: ¿dónde está el 15M? Si bien es cierto que se les ve reunidos en las plazas más concurridas de las ciudades españolas y, en ocasiones, llegamos a recibir panfletos informativos y recogida de firmas, pensemos en frío: ¿Por qué el grado de adhesión física no ha aumentado? ¿Qué es aquello que lo hace un generador de cambio de mentalidad más que de actitud?

Así, y tras pensar que lo que aseguró Artal hace dos años se ha agudizado en lugar de mitigarse, llegamos a pensar que aquello que supuso un gran cambio -a todas luces excepcional- ha dejado de ser tangible para instalarse en el mapa virtual.

Cultura política española: conocerla para renovarla

Pero para que un Movimiento Social obtenga el título de alto rendimiento en la sociedad española quizá haga falta algo más que la razón y las buenas intenciones. Aquello que se entiende por comunicación política lleva décadas estudiando cómo lograr que su mensaje sea efectivo en la sociedad de destino (en el ránking de estos estudios encontramos en primer puesto a la derecha política, por si alguien lo dudaba). Ellos conocen muy bien los rasgos característicos de la tradición sociopolítica española y tienen la deliciosa habilidad de utilizarlo en su favor.

Nuestro lastre: los tecnócratas. Dirigieron la Transición democrática y, según los datos, calaron en el corazón de quienes en aquél momento deseaban una Transición tranquila, correcta y definitiva. En este sentido, los datos del CIS (2012) aluden a un apoyo «particularmente elevado en España» a la delegación del proceso de toma de decisiones en manos de personas «competentes, pero carentes de mandato político como pueden ser los expertos, empresarios exitosos […]». Aquella tradición que las generaciones de quienes rebasan ahora los 50 años instalaron como consigna para la confianza política, ha sido traspasada hoy a las nuevas generaciones (de abrumadora mayoría en la pirámide demográfica) para mezclarse con otros procesos igualmente curiosos como el idealismo de quien no ha vivido la necesidad de una Transición Democrática.

Pero hay más. La democracia sigilosa. Un concepto que heredamos de la cultura estadounidense y que, según el CIS, es aplicable igualmente a nuestro comportamiento político: consiste en delegar las decisiones a los políticos, sin precisar de la implicación de la ciudadanía. En resumen: pasotismo.

Por si fuera poco que la sociedad española adoleciera ya de la “preferencia por los tecnócratas” y la “democracia sigilosa”, ahí va la siguiente traba a los movimientos sociales: la aversión al conflicto. Teresa Sádaba lo explica de la siguiente manera en su libro Framing: el encuadre de las noticias. El binomio terrorismo-medios (La Crujía, 2008: 36): «la adhesión a un movimiento es una decisión del individuo unilateral y calibrada en términos de costes y beneficios» y, en este sentido, la aversión al conflicto reviste un coste mayor que el beneficio de adherirse a la actividad participativa, apoyando, así, la democracia sigilosa.

Movimientos sociales en el imaginario colectivo

Investigadores y sociólogos de gran reputación y prestigio han focalizado la problemática de los movimientos sociales para que hoy podamos analizar cómo recibe la sociedad esta forma de acción colectiva política no institucionalizada que son los movimientos sociales y, más concretamente, el 15M.

Érik Neveu (Sociología de los Movimientos Sociales, 2002) establece tres motivos principales por los que la reacción ante los movimientos sociales suele ser desfavorable.

1. Sospecha: se identifican con cuestiones como la irrupción en las calles, el desorden y la inestabilidad.

2. Misterio: el hecho de que, en ocasiones, adopten una vertiente lúdica cuando no violenta, induce a pensar en la posible irracionalidad del movimiento. De tal forma que este misterio alienta a buscar manipuladores y clandestinos que llevan la voz cantante.

3. Rutina: se tiende a incluir los movimientos sociales como una rutina dentro de las situaciones conocidas en la esfera pública como cíclicas. Así, una convención sería clasificar un movimiento dentro de los ciclos primaverales de huelgas estudiantiles.

Quedémonos con estas características generales y con las endémicas de la sociedad española anteriormente citadas. Atendamos ahora al tratamiento que se hizo del 15-M en sus cuatro primeros días de vida. Después podremos valorar si el tratamiento de las informaciones digitales sobre el 15M tuvo algo que ver en la disuasión de la adhesión social.

'El País' y 'El Mundo digital': leyendo entrelíneas desde el 16 hasta el 20 de mayo de 2011

La cantidad de contenido generado por estos dos medios en los primeros cinco días tras el surgimiento del 15-M fue copiosa. Un total 101 noticias en El Mundo y 67 en el caso de El País. Muy lejos de la cantidad de información que generaron medios de comunicación online como Periodismohumano.com con un total de 8 noticias entre los cuatro días estudiados.

Si nos fijamos sólo en el contenido, se observa rápidamente que existe una ingente cantidad que no aporta información sobre cuestiones referentes al proceso o a la evolución del 15M y sus logros.

En el caso de El Mundo, la mayor parte de las informaciones remiten a la represión policial y, en el caso de El País, una gran parte hace referencia directa a los talleres y actividades que se programaban en Sol.

Sin embargo, tampoco se puede dejar de lado que se generó contenido «fiel» a la realidad en tanto que se han publicado entrevistas con los manifestantes, referencias al Manifiesto 15-M e incluso vinculación directa al link de la página principal del movimiento.

Pero vayamos al tratamiento. Ya en la primera noticia que publica ElMundo.es el 16 de mayo de 2011 se lee en el titular: «24 detenidos y cinco policías heridos en la protesta antisistema de Madrid». Así, el movimiento que pronto iba a denominarse 15-M era calificado ya como opositor al sistema democrático. Qué pena, El País digital se adelantó a El Mundo el día 15 denominándolos indignados, un adjetivo que se instauraría y arraigaría hasta lograr que ellos mismos se autodenominaran como tal en la página de la plataforma Tomalaplaza.org el día 23 de mayo. El Mundo, además, se hacía eco de la posibilidad de que Rubalcaba hubiera instigado el movimiento.

Los sumarios son igualmente subjetivos y curiosos: «Los agentes han despertado a uno de los manifestantes que dormían», reza uno de ellos del día 17 en El Mundo, mientras otro sumario, bajo éste, nos recuerda que los policías son fuerzas de seguridad («En apenas media hora, la plaza ha sido desalojada por las fuerzas de seguridad»).

Cuando se trata la cuestión de la represión policial, predominante sobre otros tipos de contenido respecto al 15-M, no se hace de cualquier forma. Así, los titulares sobre estas situaciones se definen como «necesarios» en tanto que «tuvieron que actuar».

Sobre el contenido informativo del 15M el contenido ha recibido un tratamiento “dentro de lo normal” por haberse hecho referencias concretas al Manifiesto del 15-M y a sus actas, no obstante, algunas fórmulas calificativas como discursos idealistas (El País) se cuelan entre una información que resulta verídica y fiel a la realidad.

Un nexo común une los titulares de El Mundo y El País el día 17, como si se hubiera asistido a una rueda de prensa donde la oposición hubiera decidido qué quería difundir en la esfera pública: Rajoy afirma que «lo fácil es descalificar a los políticos».

El día 18, El Mundo reflexiona que «la llama se extiende por toda la geografía», dando así a entender que el movimiento 15-M ha iniciado una guerra contra el sistema que, de hecho, así es si se hace una lectura entre líneas del contenido de las informaciones. Además, El País relaciona el 15-M con la primavera árabe asegurando que «Sol no está lejos de Tahrir».

Durante el día 19, ambos medios comienzan a tratar las declaraciones de los políticos: que nadie se atribuya el movimiento. Vuelve así la temática común que se había iniciado el día 17 y, de nuevo, las declaraciones toman el poder de la información donde se atribuyen al movimiento fórmulas como caldo de cultivo o campamento.

Por último, el día 20 salta la noticia que refuerza ese discurso idealista que se proclamaba días antes en El País: «Propuestas en la Plaza Solución», junto a otra noticia muy emotiva y personal: «Él cambió el nombre de la plaza».

Hilemos todo esto

Cada elemento reconocido en el discurso de ambos medios constituye un arma potente que eclosiona con las características de la sociedad española tanto como las características señaladas por Neveu.

En la dimensión de la sospecha, el movimiento 15M ha copado las calles y el desorden generado ha obligado a las fuerzas de seguridad –que, se entiende, velan por la seguridad de los ciudadanos que no se oponen al sistema- a desalojar. De no ser por el clima de inestabilidad, las fuerzas del orden no tendrían que haber actuado.

Tampoco parece muy sano de cara a la opinión pública tratar a los integrantes del movimiento 15M como personas que duermen en la calle y que, cuando no, hacen talleres, por ejemplo, de cocina. ¡Qué desfase y qué diversión! ¿Dónde radica, entonces, el activismo social y político?

Obviamente, el hecho de que se genere sospecha precisa de buscar culpables: Rubalcaba, el próximo secretario general del partido, era el principal candidato revolucionario para estar detrás de esta revuelta.

Una revuelta que, por otra parte, se anuncia como cíclica en el momento en que El País la relaciona con la revuelta en Tahrir: algo cíclico y rutinario que ocurre siempre y que, como en la primavera árabe, en noticias más recientes de 2012 se augurará que volverán con más fuerza tras la vuelta de los estudiantes a las aulas, esto es, de nuevo, en primavera.

Por otra parte, la aversión al conflicto tan extendida en la sociedad española choca frontalmente con este tratamiento del contenidoal conflicto: una persona que rehúya el conflicto difícilmente querrá adherirse físicamente a lo que es identificado con términos como desorden, antisistema y desalojo. Del mismo modo en que, si la cultura política española nada en el océano de la democracia sigilosa y la preferencia tecnocrática, la contraposición del movimiento 15-M a los “expertos que son los que entienden del tema” puede constituir un límite a la simpatía social.

Pero no todo está perdido

Las respuestas individuales de las que hablaba Artal en 2011 están materializándose en escraches, en concentraciones de miles de ciudadanos y, lo más importante, están variando el perfil del manifestante.

Una mezcla de edades, sexo, procedencias y motivaciones, aún cuando los más participativos sean, según el CIS, los más jóvenes con mayor nivel de estudios, de izquierdas y «votantes de IU u otros partidos pequeños». Esta mayoría no desmerece lo que está constituyéndose ya como la «nueva cultura política» (Clark y Navarro, 2007) que, en España, pasa por novedades como la movilización de personas no interesadas por la política que se adhieren por cuestiones morales o religiosas, así como la ruptura de la frontera izquierda-derecha que hasta ahora marcaba la línea en la involucración activista.

Este hecho probable que el CIS pone sobre la mesa plantea un nuevo panorama donde, quizá, esa frontera que dibuja el discurso de los medios tradicionales pueda verse ninguneada frente a una sociedad que ya no soporta más presión.

De momento, el activismo permanece en las redes y se disuelve en las calles intermitentemente: la vida sigue y el activismo avanza, a su modo. En los medios, pan y circo; en la esfera privada, el cansancio. En medio de todo esto, cruza la línea de la persuasión; esa que quizá los movimientos sociales como el 15M deberían aprender a manejar desde el conocimiento profundo de la sociedad española, por su bien y por el bien de todos.

De aquello que sentenció al 15-M en sus cuatro primeros días de vida, quizá empiece a quedar poco.

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