¿Hacia un alto el fuego en Ucrania? Ruth Ferrero-Turrión

Fue uno de los discursos más reivindicativos. Dijo Eduard Fernández el pasado sábado al recoger el Goya a mejor actor que no hay que olvidar el peligro del fascismo y de un saludo ambiguo —en clara referencia al saludo nazi que hizo hace algunas semanas Elon Musk frente a millones de personas. Tampoco el de los campos de concentración, los Guantánamo o los Gaza. Alertaba de que vienen tiempos difíciles.
En menos de un mes, Donald Trump —no lo olvidemos, un delincuente convicto que ha sido elegido democráticamente presidente de los Estados Unidos— ha anunciado que retira a su país de la Organización Mundial de la Salud, que va a desmantelar la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, que abandona el Acuerdo del Clima de París, que borra de un plumazo los derechos del colectivo LGTBIQ+ que tanta sangre, sudor y lágrimas han costado alcanzar. También ha anunciado la imposición de aranceles, que después ha paralizado, como maniobra de presión a los países afectados para iniciar una negociación en posición de ventaja. O cuando da rienda suelta a su ambición imperialista advirtiendo de que Groenlandia está en su radar o que quiere recuperar el Canal de Panamá. Todo esto mientras ataca de forma despiadada a los migrantes, los convierte en el enemigo de la sociedad y promete llevar a cabo “la mayor deportación de la historia”.
Trump sueña con un Estados Unidos para personas blancas. Pero es que además, Trump sueña con que esos ciudadanos blancos puedan ir de vacaciones a la Riviera de Oriente Próximo. Ahí se ve él y ve al genocida Netanyahu. En una Gaza saqueada y vaciada de palestinos, convertida en un resort para las élites. En un parque de atracciones para ricos tras haber cometido una limpieza étnica con los gazatíes. El presidente de los Estados Unidos gobierna a golpe de hipérbole y le funciona. Convierte barbaridades en anuncios incendiarios que dejan a la opinión pública en estado de shock y a sus adversarios políticos noqueados, sin tiempo siquiera para reaccionar (muy interesante este artículo para entender cuál es su estrategia de comunicación).
Como un “compañero de armas” se refirió Santiago Abascal a Trump este fin de semana en la cumbre de ultras que se celebró en Madrid. Le Pen, Salvini, Orbán, Wilder o Ventura (este último llegó incluso a vaticinar que Pedro Sánchez acabará en la cárcel). Todos jalearon la reelección del presidente de los Estados Unidos, hablaron de época dorada para referirse a su mandato y de vuelta a la esperanza. De todos los que usaron, el sustantivo más apropiado para referirse a él fue el de tornado. Según la RAE es un huracán de gran violencia que destruye todo a su paso.
La ultraderecha está expandiendo su ola reaccionaria y negacionista por todo el mundo tratando de recortar derechos y libertades. Empecemos por recordar la historia para no tener que avergonzarnos en el futuro de haber cometido los mismos errores del pasado
Difícil equilibrio tiene, por cierto, el líder de Vox cuando intenta restar importancia a que los aranceles tendrían graves consecuencias económicas para el campo español, ese del que tantas veces se ha mostrado como único salvador. Los Patriots también sueñan con la reconquista de una Europa blanca, católica y para heterosexuales, como no se cansaron de repetir. Por si había alguna duda, el lema elegido para la cita fue ‘Hacer Europa Grande Otra Vez’, parafraseando el MAGA (Make America Great Again) que popularizó Trump.
En mitad de la cumbre irrumpió una activista de Femen al grito de ‘al fascismo ni un paso más’. No tardaron ni unos minutos en detenerla, pero fueron suficientes para que todos leyeran lo que llevaba escrito en el pecho desnudo: “Hacer Europa antifascista otra vez”. Fue lo único razonable que se escuchó en el auditorio el sábado por la mañana.
Como si de un veneno se tratase, la ultraderecha está expandiendo su ola reaccionaria y negacionista por todo el mundo tratando de recortar derechos y libertades. Vienen tiempos difíciles, decía Eduard Fernández. Por eso, la reacción antifascista internacional no puede dar ni un paso atrás. Empecemos por recordar la historia para no tener que arrepentirnos en el futuro de haber cometido los mismos errores del pasado. Sin olvidar que, por desgracia, el genocidio que ocurre en Gaza nos debería avergonzar cada día, porque forma parte del presente.
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