Las familias que Feijóo no quiere politizar

Dijo Feijóo hace unos días que el Gobierno intenta politizar las familias. Lo hizo en un mitin en el que acusó a Pedro Sánchez de tratar de imponer un modelo de familia correcto o incorrecto. No está de más recordar que fue el PP el que intentó dinamitar en 2005 la tramitación de la ley del matrimonio igualitario en el Congreso. Todos sus diputados, a excepción de Celia Villalobos, votaron en contra. Durante los meses previos y posteriores definieron el matrimonio entre personas del mismo sexo y, por tanto, la posibilidad de que adoptaran hijos o hijas, como un atentado. Algo de tarados, llegaron a señalar. Que hagan lo que quieran pero que no digan que es matrimonio. Difícil de clasificar aquel discurso de Ana Botella en el que comparó la unión de personas homosexuales con dos frutas y afirmó que si se suman una manzana y una pera, nunca pueden dar dos manzanas (sic). Tan inconcebible les parecía a los populares la norma que la llevaron al Constitucional y hubo que esperar casi una década para que el tribunal tumbara el recurso. Fueron también, por cierto, los populares los que decidieron en 2015 que las mujeres lesbianas o solteras no tenían derecho a acceder a técnicas de reproducción asistida en la Seguridad Social. Sirvan estos dos ejemplos para tratar de definir con qué modelo de familia se siente más cómodo el PP.

Por eso, casi dos décadas después, las declaraciones de Feijóo nos hacen retroceder en el tiempo. Hablar de politizar las familias es comprar el marco ideológico de la ultraderecha. Desde que Vox irrumpió en la escena política española no ha escondido cuáles son ejes argumentales, tampoco en este caso. Lo llevan en su programa, así como la creación de un ministerio específico para fomentar la natalidad. Un concepto nativista y reaccionario que han copiado de la extrema derecha europea y con el que sitúan a la familia como núcleo central de la sociedad. Un modelo hegemónico que refuerza los roles de género: la mujer en casa cuidando y el hombre fuera, trabajando para traer dinero al hogar. Padre, madre, hijos. Y todo lo que se salga de ahí —los márgenes, pensarán ellos— va contra natura. Basta con analizar algunas de las primeras decisiones que han tomado al llegar a gobiernos municipales: exigir al PP que suprima las concejalías de igualdad para sustituirlas por las de familia. Más allá de la regresión que supone, de manera simbólica lanzan un potente mensaje: que a las mujeres sólo nos ven como madres y esposas y que en su modelo familiar no caben todas las personas. Ese es el marco, el de la familia como institución inamovible, uniforme y cerrada. De eso ha hecho su bandera la ultraderecha. Una bandera que ahora parece querer enarbolar el PP.

Lanzan un potente mensaje: que a las mujeres sólo nos ven como madres y esposas y que en su modelo familiar no caben todas las personas. Ese es el marco, el de la familia como institución inamovible, uniforme y cerrada

Tampoco es casual que Feijóo usase el término politizar y no dijera, por ejemplo, que su propósito era dar más derechos al núcleo familiar. En la ofensiva reaccionaria que vivimos en los últimos años, tanto la derecha como la ultraderecha han tratado de vaciar de contenido esta palabra. Como si la política no fuese la herramienta que tiene la ciudadanía para defenderse, para denunciar las injusticias, para demandar que los presupuestos públicos lleguen a todas las personas o exigir un Estado del Bienestar que nos cobije a todas y todos. Ridiculizar el término es denostar las políticas igualitarias que se han llevado a cabo en los últimos años. También la Ley de Familias —que decayó por el adelanto electoral y de la que este martes se aprobaron algunas medidas por decreto— que pretendía visibilizar estructuras familiares diversas que hasta ahora estaban desprotegidas, como las monomarentales, las LGTBI o las de migrantes. 

La ley de matrimonio igualitario, de la que luego se beneficiaron miembros del PP como Javier Maroto, ha cumplido este año la mayoría de edad. Su máximo impulsor, Pedro Zerolo, definió su aprobación como el momento en el que España llegó por primera vez puntual a la cita con la igualdad. En la semana del Orgullo, este año más que nunca, hay que reivindicar la diversidad de un país que quiere ser progresista, que lucha por avanzar. Hemos sido puntuales hasta ahora, no dejemos que nadie nos haga retrasarnos. 

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