Por las valientes mujeres iraníes

Penélope Cruz coge unas tijeras y se corta un par de centímetros del flequillo frente a la cámara. Marion Cotillard hace lo mismo con un mechón de su melena. También Aitana Sánchez Gijón, Carmen Maura o Carla Simón. La lista es larga, pero todas repiten la misma escena. Desde hace días, circulan vídeos por la red en los que actrices, directoras de cine o empresarias españolas e internacionales hacen este gesto para mostrar su solidaridad con las mujeres de Irán, que protestan en las calles desde el asesinato de Mahsa Amini en Teherán. La joven kurda, que solo tenía 22 años, murió tras recibir una brutal paliza en comisaría, a donde fue trasladada por la policía de la moral por no llevar bien puesto el velo sobre la cabeza. Relean de nuevo la frase anterior. Parece el argumento de una ficción distópica, pero por desgracia es real.

Cada día luchan únicamente con su cuerpo como escudo, lo convierten en un campo de batalla y arriesgan su integridad para defender sus derechos. Se están, literalmente, jugando la vida

Desde entonces, miles de mujeres, incluidas niñas y adolescentes, salen a manifestarse y hacen algo inconcebible hasta hace bien poco: queman el hiyab que están obligadas a llevar en público, muestran su pelo y se lo cortan mientras gritan contra el régimen iraní. Su coraje y dignidad impresionan. Cada día luchan únicamente con su cuerpo como escudo, lo convierten en un campo de batalla y arriesgan su integridad para defender sus derechos. Se están, literalmente, jugando la vida. Desde que comenzaron las protestas han muerto cientos de personas, entre ellas menores y hay numerosos detenidos. Este domingo veíamos como la atleta Elnaz Rekabi desafiaba las normas y competía sin el velo exponiéndose a quedar descalificada o a la cárcel. Una actitud tan valiente que no puedo dejar de pensar que resulta frívolo que la respuesta que hemos encontrado desde este lado del mundo sea grabar un vídeo cortándonos un mechón de pelo.

Ellas dejan claro que es un pequeño grano de arena en la lucha y hay que agradecerles que usen el potente altavoz que supone su popularidad, pero me asaltan varias dudas: ¿es esta la manera más eficaz de denunciar la profunda e injusta desigualdad que viven en el país persa? ¿Qué valor tiene que repitamos su heroico gesto sabiendo que lo hacemos desde un lugar en el que no tiene ninguna consecuencia? Quizá deberíamos mostrar ese apoyo desde la calle, gritando que queremos los mismos derechos para ellas que para nosotras o, como apunta la activista iraní Masih Alinejad, exigiendo a nuestros políticos que corten lazos con quien comete estos crímenes. 

Su revolución es histórica y solo puede causar admiración. De momento, sigue ocupando páginas de periódicos y minutos de tertulias. Pero ¿qué pasará cuando no sea así? Solo hay que fijarse en las afganas, símbolo máximo de la opresión patriarcal. En agosto de 2021, cuando los talibanes recuperaron el control de Kabul, el mundo entero vivió con horror y preocupación cómo el régimen enterraba de un plumazo las expectativas de futuro de millones de niñas y mujeres. Hoy, su situación no ha hecho más que empeorar: viven en un apartheid de género, condenadas a la clandestinidad o al exilio, recluidas en sus casas, sabiendo que la mirada de la comunidad internacional ya no está puesta en ellas.

Tenemos que grabarnos a fuego que la ola reaccionaria contra el feminismo no conoce fronteras y cualquier retroceso en los derechos de las mujeres, por lejano que nos parezca, nos afecta a todas. Las mujeres iraníes y afganas que arriesgan sus vidas le están dando al mundo una lección de feminismo, no banalicemos su lucha porque si pierden esta batalla también nosotras perderemos. Por ellas y con ellas. Mujer, vida y libertad.

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