El panteón de los santos falsos Pedro Vallín
Se nos avecina un 2026 lleno de incertidumbre para el gas y el petróleo, no tanto por su escasez (como querrían algunos), sino por su abundancia. En uno de sus últimos informes, la Agencia Internacional de la Energía (AIE) advierte de que habrá un exceso en la producción de 4 millones de barriles diarios respecto a la demanda esperada. La agencia prevé 106 millones de barriles diarios de producción frente a una demanda de 104,1. Este desajuste puede traer consigo graves consecuencias.
De hecho, el mercado ya está empezando a notar este posible superávit en la oferta. Tanto el barril de crudo Brent (la referencia en Europa) como el WTI (Estados Unidos) se mantienen en rangos estrechos entre los 55–65 dólares, con señales bajistas de corrección y esperando que se produzca una subida espontánea, provocada posiblemente por disrupciones geopolíticas que pudieran surgir. Expertos en Wall Street hablan incluso de precios más bajos. JPMorgan se aventura a decir que pueden caer incluso a la franja de 30 dólares el barril si el mercado no reacciona y reduce su oferta. Otros grandes como Goldman Sachs coinciden en esta postura.
El problema no es solo financiero o de precio, también geopolítico. En el marco de la OPEP+ (Oriente Próximo y sus aliados), el cártel ha añadido más de dos millones de barriles diarios a su producción desde abril del 2025, lejos de recortar progresivamente su extracción. Aunque todavía no se ha visto una acción clara por parte de la organización, se espera que no aumente su oferta en los próximos meses, manteniendo así el nivel actual. No obstante, para 2027 se espera que se adopte un nuevo marco de “Capacidad Máxima Sostenible” para repartir cuotas internas de producción y favorecer a los que más producen (en este caso, Arabia Saudí y Emiratos). Más que un ajuste en la producción, parece una reorganización del tablero dentro de la OPEP+ para que los que mandan ahora manden más en el futuro.
Vemos que los actores principales de este circo, lejos de tener una visión de mercado global, se preocupan más por proteger su propia cuota de mercado en lugar de estabilizar el marco general del mismo
Ejemplo interesante es el caso de Arabia Saudí. En lugar de recortar su producción, lo que hace es descontar agresivamente su crudo para clientes en Asia, reabriendo la guerra de precios para conseguir mayor cuota de mercado. Y no nos podemos olvidar de Rusia, que, pese a las sanciones, continúa poniendo crudo y gas en su famosa shadow fleet (la flota de petroleros en la sombra, al margen de las sanciones) con destino a Asia. Imaginaos si se diera por acabada la guerra en Ucrania. Rusia inundaría el mar con petróleo tras la finalización (supuesta) de las restricciones y sanciones que ahora sufre su sistema exportador de energía.
Y en el otro lado del mundo tenemos al imparable mantra del “Drill, baby, drill” y la política energética agresiva de Trump por hacerse con el trozo más grande del pastel, sobre todo el referido al gas natural licuado (GNL). No obstante, hay empresas independientes en Estados Unidos a las que no les convence esta política hasta que los precios lo justifiquen; es el caso del CEO de Diamondback, quien presenta una postura en contra de la política actual.
Y, si no fuera suficiente, tenemos a Guyana, en Sudamérica, el nuevo punto caliente del mapa petrolero, que emerge con barriles de bajo coste y el respaldo militar de EE. UU. frente a la disputa territorial con Venezuela. Otra pieza más en el rompecabezas geopolítico en donde nadie está dispuesto a perder ni un centímetro del mercado.
Vemos que los actores principales de este circo, lejos de tener una visión de mercado global, se preocupan más por proteger su propia cuota de mercado en lugar de estabilizar el marco general del mismo. Hemos pasado de un día para otro de temer por el peak oil (el fin de la Edad de Oro del petróleo) a que nos sobre crudo por todos lados. Pero cuidado, esta abundancia descoordinada y geopolíticamente muy peligrosa podría convertirse en el verdadero cisne negro del petróleo. El sistema, tal y como está planteado ahora, dista mucho de la colaboración y coordinación global, dejando todo en manos de la desconfianza y la ambición de unos y de otros. Nos espera un año interesante. Feliz 2026.
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Antonio García-Amate es profesor de finanzas en la Universidad Pública de Navarra (UPNA) e investiga sobre energías renovables y gas.
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