Una breve teoría sobre la zombificación política

Juan Miguel Becerra Vila

La figura del zombi tiene sus raíces en la tradición vudú de Haití, donde se cree que los muertos pueden ser revividos y controlados por hechiceros conocidos como bokors. Aquellos zombis haitianos difieren de la representación que tienen actualmente en la cultura popular occidental, porque en origen son considerados como esclavos sin voluntad que están bajo el control del bokor, en lugar de ser monstruos caníbales sedientos de carne humana. 

La primera película de zombis, White Zombie, se proyectó en 1932 y se basaba en las creencias y tradiciones haitianas. Sin embargo, la representación de los zombis cambió significativamente con la película Night of the Living Dead de George Romero en 1968. Romero presentó a los zombis como monstruos caníbales y agregó la idea de que la infección zombi se podía transmitir a través de mordidas. Esa es la imagen que persiste de los zombis en la cultura popular hasta el día de hoy.

En la cultura contemporánea, la figura del zombi se ha convertido en un icono popular, simbolizando una variedad de temores y ansiedades sociales, aunque la metáfora que queremos traer aquí se relaciona con la raíz original, la de aquellos que perdían su voluntad a manos de terceros. La metáfora del zombi puede ser útil para entender ciertos fenómenos electorales. Los zombis, tal como se representan en la cultura popular, son seres sin voluntad propia que siguen ciegamente sus instintos básicos sin pensar o reflexionar. Esta observación nace del estudio del escenario electoral occidental, y en especial del español, en el que parece haber un significativo conjunto de votantes cautivos, que podrían estar experimentando un fenómeno de zombificación política, bien porque siguen involuntariamente el camino marcado por los bokors radiofónicos y sus tertulianos, ya sea porque directamente son manipulados mediante las estrategias de miedo y desinformación que usan ciertos políticos y algún spin doctor a sabiendas de la contaminación informativa con la que inundan sus redes, tertulias e informativos.

La política contemporánea occidental, y la española en concreto, podría estar experimentando este fenómeno intrigante y perturbador: la zombificación política. Esta anomalía, en términos simples, podríamos definirla como la tendencia a votar de forma irreflexiva, a menudo impulsada por la desinformación y por la propaganda. En términos más complejos, implicaría una serie de procesos de socialización, comunicación y persuasión que conducen a una forma de comportamiento electoral que puede parecer extrañamente irracional a ojos de cualquier observador neutral.

En particular, este amplio fenómeno se manifiesta en España fundamentalmente entre algún electorado hiperactivo de derechas y entre una buena parte del votante de ultraderecha. Votantes que en estos contextos parecen estar particularmente intoxicados por algunos medios de comunicación conservadores que cuentan con sus propios hechiceros bokors, más algún Doctor Bacterio, y por el eco de emponzoñamiento que estos dejan en redes sociales y medios digitales. En última instancia, la zombificación puede llevar a un ciclo de retroalimentación positiva, en el que los políticos y los medios de comunicación que se benefician de este tipo de votantes promueven activamente este proceso para que se autoalimente. Así, estos canales fomentan una mentalidad y fraternidad de grupo imaginario: somos los tabernarios, los antisanchistas; difunden desinformación y propaganda y generan emociones potentes que impulsan e inducen a un determinado comportamiento electoral mientras construyen emblemas simbólicos contra los que enfrentarse y luchar como la del sanchismo, una idea vacía de significado que llena los discursos de rencor y hostilidad y que propagan los hechiceros que alientan la ruta con rumbo hacia las urnas de los que quieren convertir en sus caminantes, no hay otro fin en esa estrategia que llenar las urnas de sus papeletas vaciando la política de interés y llenándola solo de odio. 

La manera en la que estos hechiceros y sus políticos (esta es la verdadera dirección de esa relación) utilizan los medios de comunicación y las redes sociales para influir en el comportamiento de los votantes se puede demostrar viendo cómo las teorías de conspiración son diseminadas y magnificadas, como ejemplos nos valdrían la teoría sobre la Agenda 2030, la de los chemtrails o el mismo movimiento antivacunas. Los mensajes y memes armados en las redes de extrema derecha son herramientas políticas hábiles que se mueven rápidamente y se viralizan a través de sus círculos sociales y de contactos. Los memes funcionan extraordinariamente bien como mensajes políticos sigilosos que ofrecen humor rebelde o irreverente y que pueden ser amplificados, compartidos e incrustados en cualquier cartel o anuncio publicitario, véase el anuncio del uso del Falcon vs. tren de cercanías en el metro de MadridLos memes no necesitan ser humorísticos o factuales para ser funcionales: ¡Que te vote Txapote! Todo lo que necesitan hacer es atraer la atención, lo que a menudo se traduce en una extensión de su cobertura por parte de los medios de comunicación convencionales que los convierten en herramientas muy potentes para distribuir desinformación. Aunque detrás de un meme no haya nada son el mejor vector de zombificación, y la mejor manera para sumar un activo votante cautivo más, un nuevo e involuntario zombi electoral que pasa a formar parte del ejército y cruzada contra el sanchismo.

Las redes sociales y los medios de comunicación que amplifican la circulación de los memes suelen armar e impulsar en paralelo la construcción de falsas afirmaciones y fomentar a los teóricos de la conspiración excitando las actitudes de enfrentamiento hacia los adversarios políticos, esa es la mejor alimentación de la viralización de los clicks, el mejor indicador de la rentabilidad de estas plataformas sociales en las que los algoritmos promueven publicaciones que generan muchas respuestas, ya sean favorables o de indignación, y ese proceso se repite exponencialmente alimentando su proyección y alcance y, por tanto, el número de clicks.

En muchos casos y a pesar de las repetidas comprobaciones de los hechos, el meme o la idea conspirativa, por simple que sea, suele crecer y prosperar generando nuevos incondicionales que vuelven a regar sus respectivos círculos personales, sin entender que son usados como vectores de contagio de la zombificación política. La persistencia de estos mensajes y memes es duradera porque, a pesar de haber sido desmentidos o refutados, se resisten a morir y continúan reproduciéndose, a tal punto que algunos regresan del pasado o de otro continente al cabo de los meses y años. Lo cierto es que tienen la capacidad de pervivir en el imaginario colectivo, incluso cuando han sido desacreditados por evidencias científicas o por el consenso de expertos con argumentos de peso. Estos mensajes suelen apelar a las emociones, a los temores y a las creencias más arraigadas en las personas, generando una respuesta cautiva y automática que inactiva su análisis crítico, esta es la base de la zombificación política. Uno de los ejemplos más destacados es el negacionismo climático, otro el de que la situación económica de España es mala. La diferencia entre los que creen que su situación económica personal es buena y los que perciben como buena la de la economía española es superior a los 40 puntos desde que gobierna el PSOE con Unidas Podemos, mayormente como consecuencia de la visión sesgada e inducida por sus hechiceros que tienen los votantes de derechas.

La polarización política contribuye también a la zombificación de muchos votantes al fomentar una mentalidad de grupo del "nosotros contra ellos" que limita el pensamiento crítico y el contacto con opiniones diferentes y plurales

La zombificación de una parte del electorado debe ser vista como un síntoma de una democracia en crisis o, al menos, de una crisis en la democracia, en la que algunos ciudadanos se sienten desempoderados, desconectados de los procesos políticos, desilusionados con las opciones disponibles o sencillamente ajenos a lo que no comparten. También puede ser un reflejo de las desigualdades sociales y educativas que restringen la capacidad de algunos ciudadanos para acceder a información de calidad, pensar críticamente y tomar decisiones informadas, o puede ser parte de una ecuación informativa especialísima ya que el ecosistema mediático en España es mayormente conservador, y los canales televisivos con más audiencias, los medios digitales de mayor seguimiento y las radios más escuchadas atizan diariamente a los gobiernos de izquierdas, sea cual sea la razón y haya o no sustancia real y fondo para esa crítica continuada.

Sabemos que, en las redes sociales, las personas a menudo se encuentran en cámaras de eco donde sólo se exponen a puntos de vista que refuerzan sus propias creencias y prejuicios. Esto puede limitar la exposición a diferentes perspectivas y fomentar la polarización, lo que a su vez puede conducir a la toma de decisiones de voto irreflexivas. Las redes sociales y los sitios web de noticias utilizan algoritmos para personalizar el contenido que ven los usuarios. Esto puede llevar a una exposición limitada a diferentes puntos de vista y puede reforzar las creencias y prejuicios existentes. El anonimato en estas plataformas de comunicación social es, la mayoría de las veces, condescendiente con comportamientos dañinos como el trolling y el acoso, actitudes que pueden silenciar voces disidentes y contribuir a un clima de miedo e intolerancia y actuar como mecanismo de cierre de voces opuestas. Así que la polarización política contribuye también a la zombificación de muchos votantes al fomentar una mentalidad de grupo del "nosotros contra ellos" que limita el pensamiento crítico y el contacto con opiniones diferentes y plurales. 

Por eso, aunque los medios de comunicación y las redes sociales tienen el potencial de enriquecer el discurso público y la participación democrática, también pueden contribuir a los procesos de zombificación política al fomentar la desinformación, la polarización y la manipulación. Sería conveniente una corrección de estos impulsos de control social promoviendo una buena formación y la alfabetización mediática y digital de todos los ciudadanos para que estos puedan navegar libres de bokors y de hechiceros en el confuso entorno mediático y de redes sociales en el que nos desenvolvemos; esta es la única forma de garantizar una ciudadanía responsable y crítica a la vez.

En resumen, la zombificación política como mecanismo de control puede ser el resultado de una combinación de factores, desde la influencia de los medios de comunicación y la polarización política, hasta las desigualdades socioeconómicas y formativas o la misma desilusión política, pero no deja de ser un fenómeno complejo que refleja las tensiones y los nuevos desafíos de una democracia, como la española, en continua construcción y perfeccionamiento.

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Juan Miguel Becerra Vila es doctor en pensamiento y análisis político.

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