¿Cómo y por qué ha cambiado la percepción de la agresión rusa a Ucrania durante estos nueve meses?

Francisco Aldecoa Luzarraga

Desde el comienzo de la agresión rusa a Ucrania, el pasado 24 de febrero de 2022, y su consecuente invasión territorial a, prácticamente, el conjunto del territorio ucraniano, llegando a ocupar en las primeras semanas el 70% del mismo, la percepción que se desprende de los medios de comunicación sobre la misma ha variado sustancialmente. Y especialmente durante las últimas semanas, como resultado de los errores de apreciación que se produjeron en los inicios de esta ocupación. Se ha pasado de entender que Rusia era invencible por medios militares, a considerar que su derrota es posible, especialmente como consecuencia de la aplicación de factores no militares.

Entonces se entendió, mayoritariamente, que la invasión se iba a culminar en pocos días o semanas, ya que el gobierno de Kiev iba a capitular y que su Presidente, Zelenski, abandonaría la capital y que Rusia establecería un gobierno títere o un gobierno afín, como existe, por ejemplo, en Bielorrusia. Y que esta ocupación del territorio se mantendría en torno al 60%, de manera que Ucrania no tendría una resistencia importante que pudiese hacer frente al ejército ruso. Se planteó que, si la hubiese, la resistencia ucraniana sería débil, puesto que no tendría capacidad alguna para soportar la guerra debida, especialmente, a las diferencias cualitativas entre las fuerzas armadas de ambos países.

Se afirmó que la superioridad militar de la Federación Rusa iba a ser decisiva. Y apenas se puso el acento en otros factores que podrían influir en el desarrollo de la misma. Y se resaltó que era imposible que Putin y Rusia perdiesen esta agresión. Y que, en último caso, podrían emplear la amenaza del uso de las armas nucleares tácticas y que, por lo tanto, la suerte estaba echada, atendiendo a razones estrictamente militares y de carácter cuantitativo de la desigualdad entre los ejércitos.

Se partía también de la suposición de que Europa en su conjunto, y la Unión Europea, en particular, no iban a reaccionar. Que las instituciones y los estados miembros no se iban a poner de acuerdo, y que las relaciones atlánticas tampoco iban a entrar en el conflicto, como ocurrió hace ocho años, en la invasión rusa a la península de Crimea. 

Nueve meses después, esas premisas claramente no se han verificado, e incluso se han demostrado erróneas, en la mayor parte de los casos. Y en otros casos se duda de que se vayan a cumplir, ya que, en primer lugar, es posible afirmar que Rusia no ha conseguido sus objetivos estratégicos. No consiguió conquistar Kiev, ni derrocar a su gobierno. Y, sin embargo, ha tenido que replegarse y abandonar la mayor parte del territorio ocupado. Ya solo le queda control en el 15 o el 20% del mismo. Las cuatro provincias, Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia, en las que, a finales del mes de septiembre, se realizaron los referéndums ilegales, han sido abandonadas, al menos sus cuatro capitales, la última Jersón.

Se ha pasado de entender que Rusia era invencible por medios militares, a considerar que su derrota es posible, especialmente como consecuencia de la aplicación de factores no militares

En segundo lugar, Ucrania se ha defendido con gran eficacia, demostrando una enorme motivación, coraje y un gran entrenamiento. Además de una ayuda logística por parte de otros países europeos. Y en donde no solo han participado sus fuerzas armadas, bien preparadas, sino también la población civil que se ha echado a la calle para defender sus ciudades. En donde el gobierno y sus distintas administraciones han estado unidas a su pueblo y han defendido con todos sus medios la integridad territorial del mismo.

En tercer lugar, la Unión Europea, sus Estados miembros, Estados Unidos y el resto de países del continente europeo, en su mayoría han apoyado de forma concreta y sin excepciones a Ucrania desde el día siguiente de la agresión, de forma inequívoca. Así, el Consejo Europeo extraordinario, reunido el mismo día de comienzo de la agresión, “condena con la máxima firmeza la agresión militar no provocada e injustificada que la Federación Rusa ha llevado a cabo contra Ucrania, con las acciones militares y legales que ha emprendido. Rusia está violando gravemente el Derecho Internacional, los principios de la Carta de las Naciones Unidas, y socavando la seguridad y la estabilidad europea y mundiales”.

Asimismo, de forma continuada y progresiva se han dado apoyos por parte de prácticamente todos los gobiernos europeos, cuyos jefes de Estado y/o de gobierno, en prácticamente todos los casos, se han desplazado a Kiev para manifestar el apoyo completo de su país a las autoridades ucranianas y visitar el conflicto de primera mano. Igualmente ha ocurrido en el caso de los parlamentos nacionales, quienes han elaborado declaraciones de condena a la agresión y de apoyo al pueblo ucraniano; del Parlamento Europeo, donde estuvieron presentes tanto Zelenski de manera telemática, como la Primera Dama Ucraniana en el Discurso del Estado de la Unión Europea, el 14 de septiembre, y de los ministros de Asuntos Exteriores.

A partir del verano, meses en los que se constató que el éxito militar ruso no era tal, la opinión publica y publicada fue cambiando su posición respecto a la importancia de las sanciones de la Unión Europea a Rusia, al demostrar que el arma de la energía (el suministro, los precios…) que estaba empleando Rusia para tensar las relaciones con la UE y tratar de revocar las sanciones, no era tal. Sin embargo, se seguía manteniendo que la ciudadanía y sus gobiernos iban a tener que abandonar el apoyo, hasta entonces incondicional, a Ucrania debido a los efectos económicos, sociales y energéticos que la guerra estaba implicando en las sociedades de los Estados miembros.

A mediados de noviembre la situación comienza a verse de otra manera. Las sanciones parece que empiezan a tener un efecto posiblemente decisivo sobre la economía rusa y sobre el devenir de la guerra de agresión. Y, sobre todo, continúa aumentando el apoyo de la ciudadanía, tal y como ya se venía reflejando en el eurobarómetro estándar de septiembre; así como el apoyo de los gobiernos, parlamentos nacionales y del conjunto de las instituciones europeas (Comisión Europea tal y como quedó reflejado en el discurso de la Presidenta de la Comisión Europea, el 14 de septiembre, y en el debate posterior del Parlamento Europeo y el conjunto de los grupos políticos; y del Consejo Europeo en su resolución del 24 y 25 de octubre, que fue incluso más contundente que ocho meses antes).

No debemos olvidar que el coste de la guerra de agresión es tremendo para Ucrania, afectando al 50% de su PIB. Pero también para Rusia, donde, como consecuencia de las sanciones, ha afectado al 10% del PIB. Y para los países de la Unión Europea donde nuestro PIB se ha visto afectado, en torno al 2,5%. En nuestro país se llegó a decir, durante los meses de verano, que el coste de las sanciones era superior para nosotros que para la Federación Rusa. Tremenda equivocación.

Hay que resaltar que la amenaza de la energía se ha convertido en un mito. Desde el verano, al contrario de lo que se venía pronosticando, que en otoño-invierno iba a incrementarse el precio medio, este se ha ido reduciendo de forma paulatina, y a mediados de noviembre se encuentra un 15% más bajo que cuando comenzó la agresión; tanto el petróleo, que está a niveles bajos, como el gas, que se encuentra un poco más barato. En el caso del gas, el cual parecía la fuente de energía más difícil de acordar entre los Estados miembros, gracias a las políticas adoptadas por la UE y los Estados miembros, hemos logrado comprarlo a precios más bajos de lo que se hacia previamente a Rusia. Y, de hecho, se esta produciendo un excedente de gas en algunos Estados miembros, como es el caso de España.

Poco a poco se comienza a visualizar que en esta guerra de agresión la lucha armada en el frente es importantísima, pero cada vez se ve con más claridad que existen otros factores que tienen una relevancia progresiva, y en algunos casos quizás superior. Como es, por ejemplo, el apoyo político, que se concreta, entre otros aspectos, a través de las sanciones. Y que, además, cada vez son más duras, donde ya se han aprobado, por unanimidad, ocho paquetes. Y se está redactando el noveno, que esperan se apruebe en el próximo Consejo Europeo del mes de diciembre. Al mismo tiempo, hay que recordar que estas sanciones se están extendiendo también a Bielorrusia e Irán, únicos Estados que están apoyando a Rusia.

Cabe pues que nos preguntemos: ¿Por qué Rusia ha cambiado su estrategia en las últimas semanas, por un lado al retirarse paulatinamente de los territorios ocupados y, por otro, al llevar más de tres meses sin lanzar una contraofensiva tal y como venían anunciando? Posiblemente se deba a que no tienen capacidad militar (ni de soldados, ni en armamento, ni en suministros), y que han cambiado de táctica al envío de misiles para destruir las plantas energéticas y de agua, con el fin de dejarlas inutilizadas, ahora que empieza a nevar y a incrementarse el frío en Ucrania, ya que no tienen otra posibilidad.

Ante esta situación de retirada de las tropas rusas, Rusia cada vez más está empleando la amenaza del uso de misiles nucleares tácticos. La razón de estos dos cambios de estrategia es posible que se deba a que no les queda ya otra alternativa. Los que nos dedicamos a la resolución de conflictos, afirmamos que el arma nuclear sirve, en la actualidad, como una amenaza disuasoria, pero su utilización cada vez es más problemática y no se ven las ventajas estratégicas o tácticas que tendría su utilización en un conflicto como este y, únicamente, podrían servir para el acta de defunción de la pérdida de la guerra.

Por todo ello, creemos que ha cambiado la percepción de las consecuencias de la agresión rusa a Ucrania durante estos nueve meses de forma muy significativa. Entonces se pensaba que la única salida posible iba a ser la victoria de Rusia gracias a su superioridad militar. Sin embargo, ahora se contempla que los factores políticos y humanitarios como puede ser la aplicación de la Directiva de Protección Temporal a más de siete millones de ucranianos, el apoyo económico financiero, la solidaridad diplomática y su aislamiento internacional, y el soporte técnico y político, entre otros muchos factores, pueden servir para transformar este conflicto y permitan, por lo tanto, buscar una solución negociada que implique la retirada de las tropas rusas del territorio ucraniano y el mantenimiento de la integridad territorial ucraniana.

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Francisco Aldecoa Luzarraga es presidente del Consejo Federal Español del Movimiento Europeo y catedrático de Relaciones Internacionales en la Universidad Complutense de Madrid.

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