'A Complete Unknown'. La respuesta está soplando en el viento
¿Dónde, en qué lugar hemos quedado los adolescentes y jóvenes que, en los 60, con pasión y gran ilusión, sentíamos que los tiempos estaban cambiando, escuchándolo en la voz rasgada de un Bob Dylan que nos incitaba a luchar por ese cambio?
Nos decía:
“Afuera hay una batalla enfurecida,
pronto sacudirá vuestras ventanas
y hará temblar vuestras paredes.
Porque los tiempos están cambiando…”
Y nosotros nos poníamos a ello y participábamos en un jolgorio de libertad que se nos metía en las entrañas. ¿Dónde ha quedado todo eso?
He visto la película biográfica de Bob Dylan (A Complete Unknown) y sentía mis ojos humedecerse, al hacerme recordar cómo era yo y lo que sentía en aquellos tiempos. ¿Dónde ha quedado todo eso? Y ahora me veo en el otro lado de la partida de ajedrez, en la de los que se sienten perdedores de batallas y a punto de que el otro rey nos aseste el golpe definitivo del jaque mate. El rey de la maldad y todos los alfiles y peones que le acompañan en este y en otros países. ¿Mereció la pena tanto esfuerzo y hasta el sufrimiento de muchos? Porque sí es cierto, ahora los tiempos están cambiando, pero en la dirección que nunca quisimos.
¿Qué dirían Pete Seeger y Woody Guthrie, maestros de Bob, si vieran a un espécimen sonrosado, loco, avasallador matón de barrio, xenófobo y misógino al frente de su país? Los tiempos están cambiando.
Las guerras de aquellos momentos siguen sin superarse. Más bien parece que nos rodean con mayor intensidad. Son igual de crueles, pero ahora las vivimos en directo, como una retrasmisión deportiva
Las guerras de aquellos momentos siguen sin superarse. Más bien parece que nos rodean con mayor intensidad. Son igual de crueles, pero ahora las vivimos en directo, como una retrasmisión deportiva que se mete en nuestros hogares al igual que cualquier espectáculo del reality show. Los señores de la guerra y sus palmeros, incluidos algunos en nuestro país, masacran, eliminan toda posibilidad de vida en lugares no tan lejanos. Miles de vidas sin diferencia de género ni de edad son exterminadas. Todos son carne de cañón en un espectáculo en el que el resto del mundo mira para otro lado. De qué sirvieron todas aquellas ansias de construcción de un mundo mejor, nuestras esperanzas, escuchando canciones que nos hablaban de que esto podía conseguirse.
Escuchábamos:
“¿Cuántas veces tienen que volar
balas de cañón, antes de que sean
prohibidas para siempre?
La respuesta, amigo mío, está soplando en el viento…
¿No es una gran decepción el ver el mundo al que hemos llegado?
¿Ese mundo que dejaremos a nuestros hijos y nietos?... Aquellos jóvenes que creían que ese mundo mejor llegaría, ahora, ya en la vejez, se sienten derrotados.
“¿Cuántos años tienen que vivir algunos
antes de que se les permita ser libres?
La respuesta, amigo mío, está soplando en el viento”.
¿Qué proporción de la Humanidad pudiera decir que es libre? ¿Podría decirse también, en lo que se considera el mundo desarrollado y “feliz”, que existen muchas personas faltas de libertades?: Vivienda, subsistencia, sanidad, educación… ¿Estamos realmente a salvo de los especímenes que manejan los hilos de los poderes en las sociedades de hoy en día? ¿O tal vez el control ahora es mayor que el de antes?
“¿Cuántas muertes serán necesarias
para ver que ya ha muerto demasiada gente?
La respuesta, amigo mío, está soplando en el viento”
Mueren personas por doquier, muertes que podrían evitarse: niños hambrientos y mal nutridos, mujeres perseguidas por culturas machistas y llenas de odio hacia lo que representan y a las que tienen miedo, ese miedo de que se les robe su situación de poder y privilegio.
“¿Cuántas veces puede un hombre girar la cabeza
y fingir que simplemente no ve lo que pasa?
La respuesta, amigo mío, está soplando en el viento”
Ese es el quid de la cuestión y lo que nos duele. Que nos sentimos incapaces e impotentes y que miramos para otro lado. Que el adolescente-joven de aquella época, en la que nos apropiábamos de estas canciones, ha desaparecido, ha sido comido por un sistema contra el que ahora poco puede hacer.
Y por todo ello, por estas reflexiones, esas lágrimas brotaron en mí al ver esta película y recordarme la derrota.
Pero no me hagáis caso, tan solo son chifladuras de un mayor que todavía intenta de vez en cuando aportar su grano de arena en un mar de desesperación.
Sin embargo, mi consejo es que veáis la película, es excelente. Es como contemplar un álbum familiar, poblado de unas músicas que muchos siempre hemos llevado dentro.
Las respuestas a todo ello soplan en el viento y hay que seguir buscándolas.
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Ángel Viviente Core es miembro del Colectivo de Pensamiento y Debate Crítico (Ateneo Republicano) y de la Sociedad de Amigos de infoLibre.