Feijóo, el gran gestor que nos costó más de 9.000 millones de euros

En política, el relato muchas veces se impone sobre la realidad. Alberto Núñez Feijóo ha construido durante años su imagen de "gestor eficaz" al frente de la Xunta de Galicia. Pero si hay uno, de los muchos episodios que desmienten de forma rotunda esa etiqueta, es la desastrosa fusión de las cajas gallegas: Caixa Galicia y Caixanova. Un proceso que, lejos de ser una solución racional ante la crisis financiera, fue una operación políticamente dirigida, económicamente irresponsable y socialmente ruinosa.

La historia es conocida, pero conviene recordarla porque sus consecuencias todavía nos lastran: en 2009, ambas cajas estaban en una situación delicada, aunque no insalvable. Existían alternativas de fusión con entidades de fuera de Galicia, avaladas por el Banco de España, que podrían haber dado lugar a estructuras más solventes y sostenibles. Sin embargo, Feijóo se cerró en banda. Quería una fusión "gallega", a toda costa. Incluso aunque eso supusiera unir dos cajas frágiles, duplicadas y solapadas en el mismo territorio.

Abanca, propiedad ahora de su amigo Escotet, fue el principal apoyo financiero de los gobiernos de Feijóo en la Xunta, y sigue siéndolo de los de Alfonso Rueda

No lo dice un adversario político: lo dijo el entonces gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, en sede parlamentaria. Calificó el caso como un "ejemplo de libro" de cómo los incentivos mal diseñados —como permitir a un presidente autonómico vetar fusiones— pueden conducir al desastre. El desastre llegó. La Xunta impuso la fusión entre las dos cajas sin atender a los criterios técnicos, ni a los datos, ni al sentido común.

Para justificarla, Feijóo se escudó en un supuesto informe externo de KPMG, presentado públicamente como si fuera una auditoría independiente que avalaba la viabilidad de la operación. Lo que en realidad era ese documento —como luego admitieron los propios autores— era un informe preliminar, basado en datos facilitados por las propias cajas y sin análisis en profundidad. Y, aun así, la Xunta pagó por él más de un millón de euros, con fondos públicos, y lo utilizó como coartada para seguir adelante con una fusión que sabía fallida. Sin escrúpulos.

El resultado fue devastador. La entidad fusionada, Novacaixagalicia, tuvo que ser rescatada por el Estado con 9.000 millones de euros del erario. Poco después, fue nacionalizada, convertida en Novagalicia Banco y vendida por 1.003 millones al grupo Banesco, propiedad del banquero venezolano Juan Carlos Escotet, amigo personal de Feijóo. Para colmo, Escotet no tuvo que desembolsar ni un euro en el momento de la compra: los pagos estaban condicionados a beneficios, que obtuvo rápidamente gracias al dinero público previamente inyectado.

¿Casualidad? Puede. ¿Negligencia? Seguro. ¿Favorecimiento deliberado? Sería temerario afirmarlo sin pruebas concluyentes. Pero lo que sí es evidente es que se diseñó una operación ruinosa para lo público y muy rentable para lo privado, orquestada con opacidad, propaganda institucional y decisiones políticas alejadas del interés general.

Abanca, propiedad ahora de su amigo Escotet, fue el principal apoyo financiero de los gobiernos de Feijóo en la Xunta, y sigue siéndolo de los de Alfonso Rueda. La Audiencia Nacional, en 2020, fue clara: Caixanova no habría necesitado ser intervenida si no se la hubiera obligado a fusionarse con Caixa Galicia. Esa decisión fue política, y su responsable tiene nombre y apellidos: Alberto Núñez Feijóo. El mismo que hoy se postula como el “salvador” de la economía nacional.

Feijóo presentó aquella fusión como un “hecho histórico”. Lo fue, pero por las razones equivocadas. Es hora de dejar de comprarle titulares y empezar a mirar las facturas. Esta en concreto costó 9.178 millones de euros. La pagamos todos. No es la única deuda que deja en Galicia. Todavía estamos esperando una explicación del “gran gestor”.

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Cristina P. Marcote es la autora del libro 'Feijóo y el narco'.

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