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El nacionalpopulismo como amenaza a la democracia europea

Gaspar Llamazares

Me pregunto si tiene algún sentido el debate de si se trata de neofascismo, de ultraderecha, de nacionalpopulismo o de nueva derecha.

Asimismo en Gran Bretaña asistimos a un nuevo coletazo del Brexit con el esperpento del abrupto final de la primera ministra exprés Liz Truss. Una derecha que en una huida hacia adelante asumió el programa nacional populista de UKIP que terminó con la salida de la UE y que ahora provoca una crisis económica y política que parece no tener fin. Un nuevo sueño imperial construido en base a mentiras que se ha convertido en una pesadilla.

Culmina con ello un periodo en que, por la vía de los hechos, se ha abandonado el llamado cordón sanitario en buena parte de Europa que al menos mantenía a la ultraderecha fuera de los gobiernos y que ha sido sustituido primero por una acelerada desdiabolización del estigma de su origen en la opinión pública, luego por la normalización programática y finalmente con la integración exprés de la ultraderecha en el área de la mayoría parlamentaria y de los gobiernos, compartidos con cierta naturalidad junto con los partidos tradicionales de la derecha.

El conjunto de la ultraderecha ha hecho del rechazo de la inmigración y de la que denominan ideología de genero [...] las bases fundamentales de su programa conjunto

Unos partidos de ultraderecha que, si bien todavía se encuentra su origen como legítimos herederos del nazifascismo, sin embargo en la actualidad tanto sus estrategias, relatos y programas electorales responden sobre todo a los de la denominada eufemísticamente nueva derecha. Unos postulados importados desde los USA, con la intervención directa de los estrategas del Tea party y del trumpismo.

En este sentido, las visitas de Steve Bannon y el impacto de la campaña y sobre todo del periodo de presidencia de Donald Trump han sido determinantes para la coordinación de las derechas nacionalpopulistas a ambos lados del Atlántico. Unas formaciones ultras que hasta ahora solo se encontraban poco más que con unos en el grupo parlamentario del parlamento europeo y con otros en sus respectivas campañas electorales.

Desde entonces, en el contexto favorable que ha supuesto la presidencia de Donald Trump, culminada con el golpe de Estado en el Capitolio, hemos asistido a su normalización e integración, donde junto al avance electoral y de influencia, la extensión del programa en la opinión pública, a su incorporación a gobiernos que como Italia fueron protagonistas en el origen de la Unión Europea.

Todo ello en coincidencia con el desarrollo del nacionalpopulismo gran ruso y su lectura como una defensa de la cultura rusa más tradicional frente al occidente liberal, colonialista y abanderado de la ideología de género, que finalmente ha culminado a principios de este año con la invasión de Ucrania.

Así, el conjunto de la ultraderecha ha hecho del rechazo de la inmigración y de la que denominan ideología de genero, la islamofobia, junto con la oposición a la agenda 2030 de las Naciones Unidas y a los compromisos frente al cambio climático, así como del rechazo a la burocracia de la Unión Europea y la obstrucción a su funcionamiento, las bases fundamentales de su programa conjunto, algo que han puesto en práctica tanto en el Brexit como frente a la pandemia de la covid19, las consecuencias del cambio climático, y más recientemente frente a las sanciones a Rusia y sus consecuencias económicas y geopolíticas.

En Italia no es la primera vez que la ultraderecha llega al gobierno, ya que su precedente más cercano fue el Polo por la libertad. El péndulo italiano ha ido, sin solución de continuidad, de la tecnocracia europeísta al delirio populista. Ahora, la legislatura ha comenzado los primeros nombramientos en las presidencias de Congreso y Senado y con ellos las primeras evidencias sobre su origen neofascista y su orientación nacionalpopulista.

Además, las últimas declaraciones de Berlusconi sobre su amistad con el presidente Putin, en las que justifica la invasión por las demandas de la población rusa del Dombás y la presión de sus halcones, han puesto en duda los compromisos del nuevo gobierno con Europa y frente a la invasión rusa en Ucrania.

En este sentido, los Hermanos de Italia mantienen como lema “Dios, patria y familia“, del secretario general del Partido Nacional Fascista, Giovanni Giurati, de 1931. Sin embargo, ahora su programa político se basa en las proclamas compartidas con la ultraderecha internacional: la familia natural, la identidad sexual y la que denominan cultura de la vida, la universalidad de la cruz y las fronteras seguras del reciente discurso de Meloni, frente a lo que ella denomina los lobbys LGBT y de la identidad de género y de la muerte, así como a la violencia islamista y la inmigración masiva. En definitiva, la defensa de un llamado Estado social asistencialista y de mínimos como alternativa al actual Estado del bienestar y que resumen en el esperpento de la supresión de la renta mínima universal.

Destaca sobre todo el compromiso de mano dura contra la inmigración, que no en vano en su programa político aparece en el mismo capítulo de la mafia, el terrorismo y la corrupción, y por eso la propuesta de refuerzo de las fronteras y frente al llamado tráfico de seres humanos. Junto con una inquietante coincidencia con el nuevo gobierno sueco en el establecimiento de campos para inmigrantes y demandantes de asilo, eso sí administrados por la UE en territorios extraeuropeos.

En nuestros lares, tras su reciente incorporación al gobierno de Castilla y León, se suma la reconciliación con sus hermanos del PP con los que comparten la estrategia de oposición de deslegitimación y confrontación con el gobierno de coalición socialcomunista, así como algunas de sus obsesiones más conocidas como la rebaja de los impuestos, el negacionismo climático e incluso la utilización de la pederastia como parte de una campaña de desprestigio contra la coalición y los gobiernos de la izquierda.  

Toda esta dinámica se ha ido desarrollando hasta el límite del esperpento, desde la histriónica participación de Meloni en la campaña electoral de las elecciones andaluzas a la salida estrepitosa de la candidata Macarena Olona, y de otra parte las medidas y declaraciones sin desmentido del gobierno de Castilla y León en pro de la involución de los derechos en materias como la igualdad de género y la memoria histórica. Y como colofón, la berrea machista del Colegio Mayor Ahuja y el reciente acto público de la ultraderecha de Vox, con el mensaje telemático estelar de Donald Trump y la mención del grupo telonero a la infausta fecha de la guerra civil. En resumen, nostalgia del franquismo, liderazgo trumpista, criminalización del adversario y machismo a raudales.

Cabe preguntarse si con estos mimbres tiene algún sentido el debate de si se trata de neofascismo, de ultraderecha, de nacionalpopulismo o de nueva derecha.

Y es que por mucho que se la vista de seda, si tan solo rascas un poco, ultraderecha se queda.

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Gaspar Llamazares es fundador de Actúa.

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