Una oposición exitosa

Antes de cada choque, mi cuerpo exige una pausa. No importa si es un partido de rugby o un examen; me siento en un banco, dejo que el sol me golpee la cara y permito que una melodía me saque del presente.

Estos días se avecina una de las batallas más importantes de nuestra sociedad, una lucha que marcará las reglas del nuevo orden global. En medio de este desconcierto geopolítico, me puse a pensar en el valor real de un servidor público.

Hacer oposición debería ser el arte de forzar al gobierno a rendir cuentas y a mejorar, a ser la mejor versión de sí mismo

Hacer oposición debería ser el arte de forzar al gobierno a rendir cuentas y a mejorar, a ser la mejor versión de sí mismo. Eso es lo que se espera, pero requiere coraje. Hay que tender puentes, intercambiar ideas y planes en la más absoluta discreción, incluso con quienes se oponen, para favorecer el bien común. Así es como se progresa. A veces se reconocen estas iniciativas en los tan anhelados pactos de Estado.

Sin embargo, desde que me integré a trabajar en este Gobierno he notado la ausencia de ese diálogo sutil, esa “fontanería” política –término que se usa con sorna, como si asegurar lo vital fuera un delito o algo trivial–.

Hoy, la oposición se reduce a destruir. Se disfraza de querer gobernar, imponiendo criterios de forma unidireccional sin mandato ni capacidad de ejecución, y se contenta con lanzar reproches vacíos. Porque, seamos sinceros: la ciudadanía rara vez se inmuta ante una propuesta. Lo máximo que logran es aparecer como atrezo en el eterno teatro de recriminaciones parlamentarias.

Si de verdad se quiere que se escuchen todos los puntos de vista, hay que construir puentes. Hay que debatir y aceptar que ninguna medida es absoluta; nadie tiene la verdad completa. Votar en el Congreso ya es participar, ya es apostar por el bien común. Todas las personas en este Gobierno que conozco aprecian una buena idea, pero fingir que todo lo hace mal –hasta negando logros– no aporta nada a la sociedad. A nuestro país y a la Unión Europea les hará falta más unidad y cerebro que nunca. Nuestra falta de independencia y exceso de confianza nos han llevado a un callejón sin salida. Es hora de retomar la “fontanería”, o lo que algunos llaman política de verdad.

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José Manuel Nevado es director de Comunicación Institucional de la Secretaría de Estado de Comunicación.

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