Problemas de jóvenes: retos de país a futuro
¿Se parece la juventud española a la del resto de Europa? Además de tener que enfrentarse a retos titánicos, pero compartidos por sus pares de otros países, como acabar con la crisis climática, la igualdad entre hombres y mujeres o humanizar la digitalización, los jóvenes españoles deben hacer frente a problemas específicos que les impiden, en gran medida, poder llevar a cabo sus proyectos de vida y que los diferencian de otros jóvenes europeos.
Estas problemáticas propias de la juventud, y que suelen ser plasmadas en los medios de comunicación a través de titulares en tono pesimista, como “los jóvenes no pueden acceder a la vivienda” o “a los jóvenes les cuesta encontrar trabajo estable”, términos desgraciadamente comunes desde la crisis de 2008, van desde la precariedad laboral y el acceso a la vivienda hasta la despoblación del mundo rural, pasando por la salud mental o la sostenibilidad de las pensiones.
En materia de empleo los jóvenes españoles tienen dos problemas principales: la elevada tasa de paro (30% entre los menores de 25 años, frente a 13% entre toda la población) y la de temporalidad (66% para el grupo de 16-24 y 36,5% para los 25-34, frente a 24% para el total de España). Esto, combinado con los problemas de acceso al mercado de la vivienda explica en parte que la edad media de emancipación en España sea de 29,8 años, muy por encima de la de otros países europeos de su entorno. A estos males estructurales hay que añadir factores circunstanciales, como la pandemia de la covid-19, que ha hecho mella especialmente, en la salud mental de los más jóvenes (alrededor del 20% de los menores de 19 años ha sido diagnosticado con problemas de salud mental).
Cabe mencionar también la creciente despoblación del medio rural, un problema estructural presente desde hace décadas, y la baja tasa de natalidad que perpetúa el envejecimiento de la población española y dificulta la sostenibilidad de las pensiones. Además, a escala global, se avecinan retos futuros todavía mayores como el cambio climático, cuyos efectos irán aumentando en los próximos años, pudiendo ser devastadores en unas décadas, o la transición digital, que amenaza con destruir miles de puestos de trabajo.
En lo que esos titulares pesimistas que mencionábamos no suelen ahondar es que esta acumulación de problemas se ve acompañada y agravada por otro: la falta de poder político de la juventud. La falta de influencia en el gobierno de los asuntos públicos se explica por cuestiones como su menor tasa de participación en las elecciones, el hecho de que demográficamente pesen menos que otros grupos de edad y, por tanto, sean menos decisivos en cualquier comicio, o que son el grupo de edad que, según las encuestas, menos se interesa por la política.
Siendo así, el panorama de la juventud española es poco halagüeño: por un lado hay una acumulación de grandes problemas, y por otro, tienen poca capacidad para ser escuchados y que se aborden. ¿Es realmente así? Existen dos motivos que permiten ser más optimistas.
El panorama de la juventud española es poco halagüeño: por un lado hay una acumulación de grandes problemas, y por otro, tienen poca capacidad para ser escuchados y que se aborden
En primer lugar, muchos de los retos enunciados no solo atañen a la juventud. El desempleo, si bien afecta especialmente a los jóvenes, es un mal que se extiende entre todos los grupos de edad, generando consecuencias igual de negativas para todos ellos; lo mismo ocurre con la temporalidad, que impide a las personas planificar su vida y obtener estabilidad; otro tanto con el acceso a la vivienda, y así con todos los problemas que hemos mencionado, como la salud mental o el despoblamiento rural. Si bien pueden afectar a cada grupo de edad de forma diferente (no es lo mismo perder el empleo cuando se es joven que cuando se es adulto y se tienen a niños a cargo), son problemas comunes, cuyas soluciones deben ser abordadas de forma conjunta.
En segundo lugar, y partiendo precisamente de lo anterior, existe la posibilidad de apostar por el diálogo intergeneracional y entre distintos sectores (la sociedad civil, la política, la academia…). Precisamente por ser problemas que conciernen a todos, todos deberían interesarse en resolverlos. Aunque algunas cuestiones pueden generar ganadores y perdedores (difícilmente puede haber pensiones más generosas sin mayores cotizaciones sobre los trabajadores, o dedicando menos recursos a otros colectivos), la mayoría pueden concebirse como un juego de suma positiva, en el que si un grupo gana, todos ganan.
Aunque es cierto que los problemas enunciados afectan especialmente a las personas jóvenes, realmente son problemas de todos que, a largo plazo, comprometen el proyecto de país mismo. Así, abordar y plantear soluciones a los problemas, inquietudes y necesidades de los jóvenes, es uno de los principales retos de España como país a futuro y a presente.
Jaime Coulbois y Lucía Ortiz de Zárate son investigadores predoctorales en el Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Madrid.