Trump se equivoca: las petroleras en contra del “drill baby drill”

Antonio García-Amate

Drill baby, drill!, (¡perfora nena, perfora!) un eslogan que se dio a conocer en los Estados Unidos cuando al comienzo de la década del 2010 surgió el shale boom y la técnica del fracking. Los nuevos felices años 20 llegaron al sector del petróleo, haciendo que comenzaran a explotarse hidrocarburos no convencionales gracias a los avances en la tecnología, los altos precios del momento y las políticas favorables de Washington. Esta estrategia llevo a Estados Unidos a convertirse en uno de los actores principales del panorama petrolero mundial, con su siempre fiel amigo Arabia Saudí. Al parecer, a Donald J. Trump se le quedó una espinita clavada de su primer mandato, y ahora ha decidido apostar todo al negro, al negro petróleo. Ya en su toma de investidura dejo nítidamente claro su deseo e intención de reavivar la independencia energética americana, y mantenerse en la posición líder que ahora ostenta en el mercado de Gas Natural Licuado (GNL). A golpe de executive order, como nos tiene acostumbrados desde su llegada a la Casa Blanca, Trump ha puesto la alfombra roja a las petroleras para hacer crecer su producción en suelo americano, y de esta forma hacer que el consumidor pueda disfrutar de llenar su tanque de combustible a un módico precio. Pero, se nos escapa un detalle. Trump no es el que se dedica a la explotación y comercialización de petróleo, sino las compañías. Y son estás las que tienen que estar de acuerdo con sus políticas tan agresivas. ¿Lo están?

Aunque Trump es uno de los business man más exitosos, sería bueno recordarle un par de cuestiones de 1º de Grado en Economía: un aumento en la oferta (si no viene acompañado por un aumento en la demanda) hace que baje el precio, y con ello los ingresos de la compañía. El American Petroleum Institute (API) estima que el inventario de crudo petrolero ha crecido en 3,34 millones de barriles en la semana del 14 de febrero, frente a unas estimaciones de 2,2 millones de barriles. Esto viene a significar que se está produciendo, pero no vendiendo; en segundo lugar, el concepto del precio de equilibrio, un precio a partir del cual se comienza a cubrir costes y a ser rentables. Un precio por debajo de un nivel concreto puede afectar al productor. Esto parece no entenderlo el magnate americano, quien de hecho instó a la OPEP, en la última reunión de Davos, a aumentar la producción con tal de reducir el precio. Gracias a estos dos conceptos sencillos, pero que a algunos parece que se les escapa, podemos comprender la torpeza en la política energética. Pero, no contentos con eso, a nuestro amigo parece que se le ha olvidado consultar previamente a las petroleras para, al menos, informarse acerca de la estrategia corporativa que están llevando a cabo en la actualidad.

Al parecer, a Donald J. Trump se le quedó una espinita clavada de su primer mandato, y ahora ha decidido apostar todo al negro, al negro petróleo

En el Pemian basin, uno de los yacimientos más prolíferos en suelo americano, se estima que el crecimiento de producción en 2025 va a reducirse en torno al 25% respecto al pasado año. ¿No veis algo raro aquí? Mientras que Washington quiere dejar “secos” los yacimientos, la política corporativa de las compañías petroleras pasa por dos conceptos muy claros: eficiencia en costes y distribución de rentabilidad a los inversores. Mientras que Trump quiere reavivar el mantra del drill baby, drill!, las compañías gritan stick with us and we'll pay you! (¡Apuesta por nosotras y te pagaremos!). Una estrategia basada en la disciplina en costes, selección de aquellos proyectos más rentables, aumentar eficiencia con una mayor inversión en tecnología que permita reducir la plantilla de trabajadores, son acciones que actualmente están tomando las petroleras con el fin de repartir toda la rentabilidad posible a los inversores, buscando el aplauso y el apoyo incondicional de estos.

¿Por qué a las petroleras les ha dado ahora por repartir dividendos (más que en periodos anteriores)? La respuesta está en la signalling theory (teoría del señalamiento). En 1985, John y Williams descubrieron que las compañías utilizan el reparto de beneficios para lanzar un mensaje alto y claro al mercado: “estamos muy bien, pero nuestro futuro va a ser mejor, confiad en nosotros”. Esto hace que la política de dividendos se convierta ahora en una estrategia defensiva frente a los problemas externos que puedan sufrir las petroleras, a saber: incertidumbre geopolítica (gracias a su “fiel amigo” Trump), volatilidad en precios de referencia, o la presión por una transición energética inminente hacia fuentes de energía renovable. Grandes petroleras como Chevron o Shell están llevando a cabo esta estrategia. Otras como BP, con su novedoso eslogan a reset BP (un nuevo comienzo en BP), ha dado recientemente una vuelta de 360º dejando atrás todas las promesas hechas en el pasado con relación a la transición energética. En la figura podréis ver los dividendos pagados desde el 2008 de las principales petroleras a nivel mundial. Se puede observar como en el periodo de Shale boom (2010-2014), el reparto de dividendos era inferior al que se observa tras el estallido de la guerra en Ucrania (2022-2024).

Creo que sería buena idea enviar a Trump la figura sobre los dividendos junto a este artículo, a ver si entra en razón (lo dudo). No quiero terminar con una opinión personal, aunque resulte contradictorio tratándose de un artículo de opinión, sino con un mensaje de Liam Mallon, responsable de Exxon Mobil en la sección Upstream: "We're not going to see anybody in 'drill, baby, drill' mode" (No vamos a ver a nadie en modo 'drill baby drill'). Juzguen ustedes mismos.

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Antonio García-Amate es profesor de finanzas en la Universidad Pública de Navarra (UPNA) e investiga sobre energías renovables y gas.

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